LA frase que titula este artículo encabezó, en el portal de la UEFA, la información previa del sorteo de la tercera ronda de clasificación de la Liga Europa, celebrado el pasado viernes. No era una información circunscrita al ámbito español, sino a todo el continente. Quiere ello decir que el máximo organismo europeo, el que tiene la potestad de invitar a los clubes a una competición privada que él organiza, da al equipo sevillano el rango que se ganó en aquel ciclo de títulos. Platini y su séquito no han quitado un ápice de prestigio al bicampeón de la competición por mucho que haya entrado en la misma porque dos que lo han precedido en la tabla no cumplieron todos los requisitos económicos. ¿Tiene el Sevilla culpa de ello? Según algunas corrientes de opinión, igual sí. ¿Tiene que pedir perdón por ello? Ni mucho menos. Si te invitan a una fiesta tan glamourosa, en la que dos veces amaneciste con la conquista que todos ansiaban, ¿cómo rechazarla?

Ahora bien. Una cosa es ser cortés y aceptar la invitación, y otra muy distinta enorgullecerte de ello. Porque el Sevilla no tiene nada que celebrar. Recibirá en Nervión el día 1 de agosto a un equipo desconocido porque otros dos no cumplieron con los requisitos del anfitrión de la fiesta.

Precisamente el boato, el hecho de aparecer en escenarios del máximo lujo que no cabía en el más dulce sueño del sevillista medio -hoy parece una broma que su bola figurara en el bombo de los cabezas de serie de la Champions, pero así fue- impulsó a la entidad a una megalomanía que no lo ha hecho descarrilar por las salvadoras ventas de sus mejores activos.

Ahora, parece que el trabajo de la secretaría técnica es bueno. Si el equipo despega, que nadie empiece a sacar pecho otra vez, que Del Nido y su consejo no vuelvan a cegarse y recuerden los límites, sobre todo en el gasto. Que el Sevilla es el Sevilla. Por mucho que UEFA.com, tras el sorteo, titulara "El Sevilla ya conoce a sus rivales".