CONTINÚA el Sevilla fiel a las líneas maestras que trazase José María del Nido sobre el enaltecimiento a la gente propia. Igual que convierte en leyendas dorsales que magnificaron la vida del club, el periodismo también ocupa lugar preferente en esa distribución de galardones que con tanta frecuencia acoge el rincón más noble del estadio. Es ésta una fórmula eficiente a más no poder de multiplicar la imagen de marca del club, ¿verdad?

Y no podía ser de otra manera que dándole a esas distinciones los nombres de dos sevillistas a machamartillo que están de pleno derecho en la vida y milagros del periodismo sevillano. José Antonio Blázquez, siempre en el recuerdo del sevillismo por su incondicionalidad blanca desde el barroquismo de una pluma inolvidable. Junto a él, Manolo Ruesga en la combinación de bonhomía e inquebrantable fidelidad a su club del alma para premiar la foto más sevillista.

Mucho estaba tardando que Antonio García Barbeito recibiese este premio. Su pluma de orfebre, aliada con una voz inconfundiblemente brillante, así demandaba esta distinción tan sevillista y nunca es tarde si el fin merece la pena igual que éste que tanto se hizo esperar. Y junto a Antonio, el reconocimiento a Eduardo Florido y con el que el análisis no puede ser imparcial. La imaginación, el rigor y el fervor, unidos en un trabajo que preludió la gran cita en el Piamonte.

Me llena de satisfacción todo lo que reciban compañeros que tanto merecen la pena, pero en el caso de Eduardo la alegría fluye hemorrágica. Y, cómo no, me alegro por el fotógrafo premiado, un artista como Manuel Gómez, redactor gráfico de este periódico, y al que me imagino igual de contento aquella noche tras el visor que los que celebraban en rodeo tan ajeno. Hace bien el Sevilla en premiar a los suyos como estímulo a una fidelidad tan inquebrantable, pero que muy bien.