Sevilla

Una ciudad flotante en el muelle

  • El crucero 'Braemar' hizo ayer su escala en el Puerto de Sevilla con casi mil turistas británicos, punto de inflexión en la apuesta por el olvidado turismo de cruceros.

Un barco noruego, un capitán rumano y casi un millar de turistas ingleses. El muelle de las Delicias del Puerto de Sevilla se convirtió ayer en un paradigma de la nueva Europa abriendo sus puertas -las de la nueva esclusa- al crucero Braemar, el de mayores dimensiones de cuantos han accedido al recinto portuario.

Poco antes de las tres y media, agentes de la Policía Local detenían el tráfico a ambos lados del puente móvil de las delicias. Después se iniciaba el izado de sus cuatro brazos, molino de ingeniería, para permitir la entrada de una auténtica ciudad flotante, el más nuevo (construido en 1993) de los cuatro barcos de la compañía Fred. Olsen, un negocio familiar fundado en Noruega en 1848 y con sede en el Reino Unido.

Los pasajeros habían hecho escala en Gibraltar, el peñón del que sus compatriotas se adueñaron en 1704. Vinieron a Sevilla a ver monumentos, no a luchar contra los elementos. Diez autocares esperaban al pasaje, cinco de visita y cinco de lanzadera para dejarlos en el centro. Los que así lo quisieron realizaron una visita cultural al Alcázar y a la Catedral.

El crucero atracó frente al Club Náutico. Un empleado de la Autoridad Portuaria y otro de Fomento hacían fotos y no ocultaban su admiración. "A ver si arraiga, esto antes era muy corriente en Sevilla". De colocar a los expedicionarios en los diferentes autocares se encargaba una diligente inglesa nacida entre Liverpool y Manchester que aprendió español trabajando en Mallorca.

Los escasos paseantes que a esas horas se atrevieron a salir a la calle vieron una mole inscrita en la Sevilla del 29, entre las dos torres de la Plaza de España. Atrás había dejado los edificios que en esa exposición fueron pabellones de Tabacalera y de la Marina de Guerra, en la actualidad Comandancia de Marina adscrita al Ministerio de Defensa.

Algunos venían precavidos y lo primero que hacían al bajar por la escalerilla era abrir el paraguas en tareas de sombrilla. Abundaba el personal asiático en tareas de mayordomía náutica. Los autocares pertenecen a la empresa Rosabus, especializada en turismo de congresos. Uno de los conductores celebraba este servicio "porque Málaga nos está comiendo el terreno en el tema de cruceros".

El Braemar, con sede en Nassau (Bahamas), tiene 484 camarotes y capacidad para 927 pasajeros y hasta 371 tripulantes. La apertura de la nueva esclusa ha despertado el interés de los armadores de cruceros y empiezan a recogerse los frutos de la Autoridad Portuaria en los mercados del potentísimo turismo de cruceros.

El personal del Puerto seguía con atención los pasos de este gigante. "Lo vengo siguiendo desde que entró en Sanlúcar de Barrameda", dice el hombre que trabaja en Fomento. "Llevaba una velocidad de diez nudos y con marea baja". Le sorprendió el paso junto a Alventus, un cortijo ribereño que fue utilizado como centro de operaciones por el equipo de Spielberg cuando llegó a Trebujena para rodar El imperio del sol.

El calor era africano. Más de un pasajero habría agradecido una incursión en el restaurante Puerto Delicia, junto a la señal donde se lee Terminal de Cruceros. El plato del día era salmorejo con crujiente de esturión ahumado y tomate fresco. Agricultura y pesca. Los herederos de la antaño llamada pérfida Albión eran divididos en tres grupos: la visita monumental, una panorámica por Sevilla y los usuarios de las lanzaderas que subían a los autocares en el muelle y se bajaban junto al palacio de San Telmo con cuarenta grados a la sombra.

El crucero salió de Dover, antes de llegar a Sevilla hizo escalas en Gibraltar y Barcelona y ayer mismo, vuelto el pasaje a las siete de la tarde, volvió a navegar por el Guadalquivir hasta su desembocadura y siguió la singladura a Portimao y Lisboa. El sector turístico de Sevilla quiere potenciar estas visitas a la ciudad, rehabilitar el río como centro de atracción, y en octubre está previsto que haga escala en el mismo muelle el crucero Azamara Journey.

Los autocares destinados a la visita panorámica (escala siglos / horas) llevaban sus correspondientes guías. Uno de ellos lo conducía Valle Luque, primera mujer que en Sevilla se puso al volante de un autocar de servicio discrecional. De la fugaz pero intensa visita local se encargaba una agente que se multiplicaba en su tarea. La mayoría del pasaje es de edad avanzada, pero llenos de ilusiones renovadas. Una de las jóvenes, antes de subirse a uno de los autocares, le hacía fotografías al monumento que tenía más a su alcance, el pabellón de Argentina en la Exposición del 29.

Los cuatro brazos del puente móvil, construido con motivo de la Exposición del 92 en los movimientos capicúas de la ciudad, volvían a abrirse para el tráfico hasta la marcha del Braemar. 195 metros de eslora y 28 metros de manga. Una isla británica que por sus dimensiones tenía que salir de popa antes de hacer el giro de 180 grados y poner la proa en dirección a Bonanza.

Alcázar y Catedral. Una visita a la Edad Media en este turismo de cruceros. En la orilla de enfrente se oía el bullicio de los niños jugando en el Náutico. La ciudad se despertaba de la modorra y contaba las horas para la noche.

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