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Los invisibles

"Cuando termino la ronda del cierre, saco el portátil y me pongo a escribir"

  • Militar, dependiente, mensajero, electricista y vigilante. Máster de oficios en un empeño personal por dedicarse a escribir. Le pagan por observar y es su herramienta para escribir.

LA única vez que se subió a un helicóptero, en la mili del Copero, no llegó a despegar. Con la literatura ha tenido más suerte. José Luis Pico (Sevilla, 1965) trabaja desde hace diez años de vigilante en la Consejería de Cultura y el jueves presenta su primera novela.

-¿Soñaba con ser escritor?

-Antes quise ser militar. Me fui voluntario a la mili, a la Unidad de Helicópteros IV de El Copero, porque las expectativas de trabajo eran como las actuales. No había futuro en el Ejército, empezaban a prejubilarse los militares.

-¿Cómo se desmilitariza?

-Mi primer trabajo fue en una copistería de Reina Mercedes.

-Empieza a acercarse al libro...

-No duré mucho allí. Nació en Sevilla la figura del mensajero. Mi padre me compró un vespino de la época. Llevaba paquetería, sobres, cartas, hasta el parachoques de un Ford en el transportín.

-¿Cuándo empieza escribir?

-Lo primero que publico son cartas al director en los periódicos. Paco, el del quiosco de periódicos de la Avenida de la Soleá, me habló de que había salido a mediados de los ochenta una revista, Puerta de Sevilla, donde estuve colaborando. Una revista de cultura tenía los días contados.

-Y usted iba a terminar trabajando en la Consejería de Cultura...

-El destino te lleva y te trae. Hice mis pinitos de electricista, de pintor, trabajos de un obrero del Polígono San Pablo de los ochenta.

-¿Cuál fue su primer destino como vigilante?

-Unas viviendas de Protección Oficial en Pino Montano. Estuve en exposiciones de joyas, de cuadros de Dalí y de Tapiès, en centros comerciales, en conciertos de Ricky Martin o Enrique Iglesias.

-Buscando personajes...

-Mi novela fue el parto de la burra o el del elefante. Arranca unos meses antes de la Expo y la ambiento en un pueblo ficticio a treinta kilómetros de Sevilla. Un chico que se aísla del mundo, se encierra en una pensión para prepararse unas oposiciones a técnico del Ayuntamiento de Fuerteventura y se enamora de la hija de la casera. Eso cambia su vida.

-Una historia clásica...

-¡He leído tanto! Mi brújula siempre fue La conjura de los necios. A partir de ahí, Pérez-Reverte, Muñoz Molina, Javier Marías, Tom Wolfe, Julio Verne, Thomas Mann. Fui a la presentación de un libro de Arturo Pérez-Reverte. Su secretaria me mandó un correo diciendo que no puede venir a la presentación de mi novela.

-¿Quién estaba en la Consejería de Cultura cuando se incorpora?

-Carmen Calvo Poyato. Yo estaba fomentando la lectura. A mí no me pueden llamar la atención.

-¿Ha conocido allí a escritores de carne y hueso?

-Por allí pasan más editores.

-¿A cuántos les mandó su libro?

-A cinco o seis editoriales.

-¿Cómo surge su vocación?

-Cada vez que tenía un problema, cogía un folio, lo doblaba y siempre sobre un libro de pintura de Velázquez me ponía a escribir.

-Volviendo a su mili, ¿poeta y soldado como Garcilaso?

-¡Cómo no! Al personaje de mi novela le apasiona la poesía.

-¿Tiene más novelas?

-Tengo tres terminadas y una en proyecto. A mí me dicen que me van a publicar una novela, me encierro en mi habitación y de ahí no salgo. Tengo terminadas las novelas El sentido común y Portaceli y en proceso Azul.

-¿Saben en Cultura que ha escrito una novela?

-Ahora empiezo mi campaña publicitaria. Voy a repartir las invitaciones a mano y con el uniforme.

-¿Entra mucha gente con un libro en la Consejería?

-Alguno que otro, que otra mejor dicho, las mujeres leen más.

-¿La mejor hora para escribir?

-El final de la tarde y la noche. A la hora del cierre, cuando termino la ronda, saco mi portátil y me pongo a escribir con el silencio de aquellos palacetes.

-¿Hay fantasmas en palacio?

-La novela Portaceli surge cuando estuve de vigilante en el Centro Andaluz de Teatro, en San Luis. Hay una cripta en la que aparecieron restos de huesos que llevaron al cementerio, quedó algún fémur y quijada. Hay dos patios centrales y cuando apagas la luz es tenebroso. En la ronda, girabas por el pasillo como en un videojuego. Te entraba un escalofrío.

-¿Es el suyo un oficio literario?

-Entré como guarda de seguridad y en la plaza de España, delante del gobernador, juramenté mi cargo como vigilante jurado. Hasta que el ministro Corcuera nos quitó la autoridad y el arma.

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