ES posible que ninguno de ellos, Víctor Gómez Pin, Carmen Laffón, Alberto González Troyano, Jacobo Cortines, Antonio Molina Flores, que hablarán de Marcel Proust en Sevilla, lleguen a tanto. Antonio Ortega (Sevilla, 1956), carnicero de Triana, va por la sexta lectura de los siete libros de A la recherche...
-¿Dónde lo descubrió?
-Vi un volumen de En busca del tiempo perdido en un quiosco de prensa y así me entró el virus.
-El comienzo no es nada excitante: "Mucho tiempo he estado acostándome temprano"...
-Le chocó a los críticos, a su editor, a todo quisqui.
-¿Qué le debe a Proust?
-Por él descubrí la poesía, la pintura. Me aficioné a la música clásica. Leerlo ha sido el mayor acierto de mi vida. No sé cómo se puede vivir sin leer a Proust.
-¿Su mujer tiene celos de él?
-Posiblemente sí. Dice que un día me tira los libros por el balcón.
-¿Es su terapia?
-Leyéndolo, los problemas son más leves, se me olvidan.
-¿Lo mezcla con otras lecturas?
-Con Proust ahorro muchísimo. Antes compraba tres o cuatro libros al mes. Cuando lo descubres, para qué vas a leer otra cosa. Te lleva a otras lecturas. En un apéndice de la traducción de Mauro Armiño (también leyó las de Pedro Salinas y Consuelo Bergés), Proust recomienda El idiota de Dostoievski igual que Dostoievski te lleva al Quijote, dice que es el libro mejor escrito y el más triste.
-¿Hace proselitismo en la plaza?
-Antes sí. Con algunos clientes. Uno de ellos, Andrés, crítico musical, dice que se le atraganta la magdalena.
-Proust decía que ese año se llevaba Balzac como un año antes se llevó el pesimismo. A ver si vuelve Balzac, ¿no?
-Pues sí. El pesimismo actual es lógico, cada vez más parados.
-¿Hay muchachas en flor en Triana?
-Muchísimas. Pero yo vivo en Sevilla Este, porque a mi mujer no le gusta Triana.
-Sale Toledo, Murcia, Valencia, "la bella Valencia, la fresca naranja". ¿Echa en falta Sevilla?
-Esa obra es universal. Es un manual de sentimientos, de tipos de personas, de la vida cotidiana.
-¿Ha estado en Francia?
-Tenemos pendiente la luna de miel y me gustaría ir a Francia, al santuario de Proust en Cambray, al caminito de espinas rosas y blancas. A mi mujer la tendría que llevar a la torre Eiffel y al Louvre.
-¿Hollande o Sarkozy?
-Me es indiferente.
-¿En su casa había ambiente de lectura?
-Mis padres son de El Coronil. Allí nacieron mis tres hermanas mayores y me concibieron a mí, aunque soy el primero de los siete hermanos que nace en Sevilla. En una casa a medio construir de Torreblanca la Vieja. Mi padre nos sacó muy pronto del colegio para ponernos a trabajar. Yo era tan pequeño que ni me acuerdo. Con 17 años, mi cuñado Antonio me enseñó el oficio de carnicero.
-Si no traspasó Proust, ¿ha traspasado el oficio?
-Mi hijo Juan, el mayor, no quiso aprenderlo y ya es tarde. Trabaja en el bar del mercado. No quería mancharse las manos de sangre.
-Sus manos sanguinolentas y pringosas de carnicero, después pasan las páginas de un libro con ambientes refinados y atildadas duquesas...
-Ese contraste es fascinante. Lo dice Proust: "El arte es lo más real que existe". La única manera de recuperar el tiempo perdido.
-¿De qué le ha retirado Proust?
-Del fútbol. Yo era del Betis y ahora sólo soy bético. De la televisión. Sólo veo una buena película o partidos de tenis. Me aficioné con Bjorn Borg.
-No hay nada menos literario que la crisis. ¿La nota?
-Muchísimo. Al hacer peatonal San Jacinto, mucha gente dejó de venir. Estamos en un gueto.
-¿Fue mucho a la Feria?
-El último día, a cobrar. Servíamos carne a tres casetas.
-Está junto al busto de Belmonte. ¿Vende carne de lidia?
-No, pero me gustan los toros. La última vez que fui Curro cortó dos orejas con Paula y Paco Ojeda.
-¿Por qué libro va?
-Estoy con Sodoma y Gomorra.
-En el quinto, 'La prisionera', se oyen los pregones del mercado: espárragos, puerros, cebollas, repollos, zanahorias, judías verdes chorreando vinagreta. ¿Está leyendo a un vegetariano?
-Le gustaba mucho el buey Strogonoff. Comparaba su escritura con la suavidad que la gelatina le daba a esa carne.
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