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Sevilla

Con faldas y a lo loco

  • Escoceses en Sevilla. En la fructífera relación cultural y personal entre Sevilla y Escocia, escoceses afincados en la ciudad valoran los pros y los contras de lo que se decide hoy

MUCHO antes de que cientos de escoceses le dieran colorido al estadio Benito Villamarín cuando Escocia se enfrentó a Brasil en el Mundial 82, de que miles de aficionados del Celtic de Glasgow perdieran en 2003 la final de la UEFA contra el Oporto de Mourinho pero ganaran la ciudad... Mucho antes de aquellas gestas deportivas, un caballero escocés, Lawrence Poore, fue el primero en subir a caballo la Giralda en 1248, recién reconquistada la ciudad por Fernando III. Sus descendientes, los marqueses de la Motilla, tienen casa-palacio en la calle Cuna.

En 2007, el mismo año que se conmemoraba el tercer centenario de la unión de los reinos de Escocia e Inglaterra con un Parlamento común, miles de sevillistas se trasladaron a Glasgow para traerse su segunda Copa de la UEFA. Vencieron en los penaltis al Espanyol y en aquel choque hubo dos futbolistas, Antonio Puerta y Dani Jarque, que murieron a la edad que morían los guerreros de las novelas de Walter Scott, cuyo legado de lealtades está presente en la disyuntiva del referéndum. Siete décadas antes de aquella expedición deportiva, otro sevillano llegaba a Glasgow.

Luis Cernuda vivió en la ciudad escocesa entre 1939 y 1943, invitado por el profesor Atkinson al departamento de Español de una Universidad en cuya biblioteca, para resarcirse de su divorcio con el clima de la ciudad, leyó los Episodios Nacionales de Galdós, además de a Gide, Proust, Tolstoi o Dostoievski. Pasó cuatro años en Escocia, donde escribe Ocnos, y otros cuatro en Inglaterra.

La aportación más relevante de Escocia a la historia de la Literatura es que uno de sus reyes, Macbeth, fue inmortalizado por William Shakespeare. Un reinado de veinte años hasta su derrota por Malcolm Canmore, Malcolm III. El episodio lo recuerda Christopher Langmuire. Este escocés nacido en Edimburgo en 1958 llegó a Sevilla en 1985, trayectoria capicúa. Un año después su compatriota Jack Wallace sustituyó a Manolo Cardo al frente del banquillo del Sevilla, el equipo de los cuatro hijos de Langmuire, que se casó con una sevillana, Lola, que fue su alumna en el Instituto Británico.

El Celtic de Glasgow ganó la Copa de Europa en 1967 -frente al Inter de Milán-, pero Escocia, a diferencia de los cuatro cetros conseguidos por Irlanda, no tiene ningún premio Nobel de Literatura. Algo que tiene en común con Cataluña: España ha conseguido cinco, ninguno de ellos catalán. "Yo creo que Vila-Matas se lo merece ", dice Langmuire, que enseña Historia de la Lengua y de Sociolíngüística a cuarto curso en la Universidad de Sevilla.

El primer propósito de Langmuir cuando salió del archipiélago era dar clases de Inglés en tesalónica, Grecia. Sevilla se cruzó en el camino. Algo parecido le ocurrió a Laura Marshall, 34 años, una escocesa que coordina los departamentos de alumnado juvenil e infantil en el Clic de la calle Albareda. Nació en Zurich, Suiza, donde sus padres habían emigrado, el 22 de noviembre de 1980, dos semanas antes del asesinato de John Lennon -¿qué votarían los Beatles?-, y con cuatro años llegó a Glasgow. Hija de ese espíritu viajero de los escoceses, después de estudiar Psicología, Filosofía y Literatura en la Universidad inglesa de Bradford, no ha permanecido quieta. Estuvo en China, Guatemala y a Sevilla llegó desde Vietnam. No vino sola. Su novio, Justin, inglés de Manchester, se vino con ella. "Si sale el sí, no nos vamos a separar", dice con cierta ironía.

"Hace un par de años había un montón de escoceses dando clase en el Clic, pero se han ido casi todos". Los escoceses residentes en el extranjero no pueden votar, ni siquiera por correo. "Tengo sensaciones mezcladas", dice Laura. "Me da miedo lo que va a pasar si el voto es que sí, no hay mucha información sobre cosas como la moneda o la Unión Europea. Pero como todos los escoceses, soy muy orgullosa. Los escoceses no están contentos con el estatus quo y yo tampoco. Tenemos poderes, pero algunos. Una opción podría ser darle más poder al Parlamento de Edimburgo, pero ahora sólo hay dos opciones, sí o no, son muy extremas".

Ni un Celtic-Glasgow Rangers, equipos que representan a católicos y protestantes, respectivamente. En el primer caso, dice Langmuir, el padre de los sevillistas, se debe al flujo migratorio de irlandeses que fueron a Glasgow. Abunda en la tesis de su compatriota. "Hace cinco años que no tenemos tele en casa; por lo que oigo, la cosa va a estar muy reñida, un 51% y un 49%. El lado perdedor va a tener que tragar hiel".

En Sevilla se podría hacer una votación simbólica en la plaza de San Andrés, patrono de los escoceses. "Murió crucificado en Patrás (Grecia) y sus restos aparecieron en Escocia. Tan verosímil como lo del apóstol Santiago. Es curioso cómo se puede crear una identidad nacional a base de mitos sin ninguna historicidad". En cuanto a este 28-F de los escoceses, este profesor, sevillano consorte, traza una curiosa paradoja. "Aunque personalmente estoy a favor de la independencia de Escocia, odio la pequeñez mental de los nacionalismos".

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