Cabalgata de los reyes magos l la crónica

La Cabalgata se lució con la tregua de agua

  • La avería en la carroza 'egipcia' provocó un retraso en el cortejo, que salió de las cocheras de Tussam y terminó su recorrido en las instalaciones deportivas del Círculo Mercantil

La Estrella miró al cielo, vio las nubes y se atrevió a salir. La Estrella de la Ilusión, obviamente, que encabezaba el cortejo de la Cabalgata. Los Reyes fueron Magos a conciencia, sacaron el juego de isobaras del paquete de Juegos Reunidos Geyper y conjuraron los riesgos de chaparrón.

Es el día que Sevilla toma la calle. Tiempo sin tiempo en el que todas las edades tienen la misma edad: la de la ilusión y la inocencia. Gastamos energías y discursos en el empeño de hacer del niño un hombre y una vez al año descubrimos que la auténtica revolución es hacer del hombre un niño. Los abuelos sacan fuerzas de flaqueza, les sale el niño que llevan dentro y a los padres no les queda otra ante el ejemplo de sus mayores: ejercicios de halterofilia para que los niños no pierdan un solo detalle.

Por primera vez, las carrozas eran tiradas por vehículos de la Guardia Civil. Todo era de Oriente en la noche más mágica. Gitanos de Oriente, que suena a película de Emil Kusturica. Cigarreras de Oriente, porque las de Occidente se extinguieron con tanto ere. Dos cámaras fijas y una móvil fijaban el momento. Material de La Guadaña, maquinaria de cine y televisión. Y no estaba muerto, cantaban los beduinos. Su repertorio lo iniciaron con Macarena. El cielo estaba encapotado, pero podía esperar, como enseñó Warren Beatty antes de rodar Rojos en el Alcázar. La Cabalgata salió a las cinco en punto de la tarde.

La avería en los representantes del Faraón obligó a un retraso que se intentó corregir cuando la Estrella de la Ilusión entró por la Barqueta. La huida a Egipto se convertía en entrada en Sevilla. La inminencia de la expedición la anunciaban los castañeros. La humareda de sus delicias serranas se sumaba al ensueño oriental de la noche. Los puestos del mercadillo de la Alameda, tan castigados por la lluvia en estas Navidades parecían las tiendas de los beduinos.

"A ver, Jaime, Ignacio, caritas sonrientes". Lo dice la madre porque el padre de los niños les hace una foto. Van en tranvía a ver los Reyes por el centro. Es la Cabalgata del Metro, del tranvía (que recortó su itinerario hasta el Archivo de Indias) y del carril-bici. Antonio Rodrigo Torrijos ejercía de peatón abriéndose paso por Calatrava entre caramelos, confetis y niños expectantes. Los que no pueden votar ayer vivían su particular sufragio universal.

La sintonía de Doraemon se escuchaba con la expectación de la Patética de Beethoven. Un popurrí de melodías de hoy y de siempre, como esos dibujos animados de siempre que ya no emiten hoy. El Quijote ejercía de tal, preso de su locura, tan delgado como su flaco rocín, acompañado de las primeras líneas de la novela de Cervantes. Es el personaje más indultado de la Cabalgata. Se nota que el Ateneo es una entidad cervantina. Será porque en el Quijote, salvo el episodio del yelmo de Mambrino que era bacía de barbero, nunca llueve, y los organizadores necesitaban bibliografía contra la lluvia.

De Felipe II a Fernando III. Reyes con pedigrí para recibir a esta caravana que traía de alfombra mágica el avión de Construcciones Aeronáuticas. Es el año del avión: está en la Cabalgata, en la portada de Feria y en el puente aéreo Sevilla-Toulouse.

Ha entrado por Campana como archicofradía epifánica. En lugar de Sierpes, entra por Velázquez y Tetuán para circundar la Plaza Nueva. La trompetería coincide con el desmontaje de los puestos de la Feria de Artesanía que se instaló el 17 de diciembre con un parte meteorológico muy desfavorable. Cecilia Punto, uruguaya afincada en Granada, empaqueta lo que no ha vendido. Su firma no puede ser más apropiada: Los Juegos del Mundo.

No hay quien pueda con los Reyes Magos. Ayer salieron de belenes y nacimientos para adueñarse de la ciudad. Señores de la noche, donantes furtivos. Adoraron a un niño que hoy mismo empieza su camino del Gólgota. La paradoja la presenciaban en la Plaza Nueva Francisco Ortiz, vicario de la diócesis y rector del Salvador, Florentino Córcoles, vicerrector, Javier Criado -y señora-, psiquiatra y hermano mayor de Pasión y Manuel Soria, delegado diocesano de Cofradías. La Cabalgata es la madrugá de los chiquillos. Un antídoto casi terapéutico contra quienes sólo creen en ellos mismos.

El cortejo lo cerró el rey Baltasar, encarnado por Antonio Rodríguez de la Borbolla, presidente del Círculo de Labradores. Las carrozas llegaron a las instalaciones del Círculo Mercantil que preside su primo Eladio García de la Borbolla. Los dos descencientes del ministro alfonsino titular de la avenida de la Borbolla por la que los Reyes Magos alcanzaron la noche sin una gota de agua. Albricias de Oriente.

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