Deportes

Un predicador en el atril

  • Unai Emery inaugura el Máster de Periodismo Deportivo con su obsesiva visión del fútbol. El técnico se gana al auditorio con su declamación fácil.

Unai Emery hizo esperar al auditorio más de 40 minutos, se excusó por los motivos de trabajo en la ciudad deportiva, "que siempre son lo primero", y después de ser presentado por el periodista y escritor José Félix Machuca en un breve espacio cargado de ingenio y guasa, se hizo el dueño del atril. Antes se habían producido las intervenciones institucionales de la decana de la Facultad de Comunicación, María del Mar Ramírez, el director del Máster Propio de Periodismo Deportivo de la Universidad de Sevilla, Juan Luis Manfredi, y el subdirector del Centro de Formación Permanente, Mariano Aguayo. Y a partir de ahí llegó el turno para la obsesiva visión del fútbol de la estrella del acto.

Unai Emery, definido previamente por Machuca en tono irónico como alguien que no habla y que se mueve más que las fronteras de Ucrania, no dejó mal a su presentador. Se hizo dueño del atril desde el minuto uno de su intervención y demostró que es capaz de mantener la atención de un auditorio universitario durante un periodo superior a una hora. Lógicamente, si consigue eso, qué no será capaz el preparado entrenador vasco en una sala mucho más reducida con veintitantos muchachos dispuestos a mejorar todos los días a la hora de darle patadas al balón. Eso se preguntaba un doctor en Comunicación al finalizar el acto y el técnico le explicaba incluso algunas de las técnicas que sigue para llegar hasta las mentes de los futbolistas.

Hay que tener en cuenta que él estuvo en el otro lado, es decir, fue antes futbolista y sabe muy bien lo que piensan éstos. Y también estuvo en el otro lado como alumno, tal y como se encargó de recordarles a los presentes en la charla de este lunes para que siguieran siempre con un afán de aprendizaje y mejora en la introducción de su conferencia.

Emery, muy pronto, iba a demostrar que maneja a la perfección el arte de la declamación en su oratoria. No le costó elevar el tono de su voz con prontitud en una manera cercana a la que utilizan los predicadores para atraer la atención de los seguidores de las diferentes religiones. Lo hacía con criterio y con sapiencia, sabiendo el momento justo para enfatizar lo que quería transmitir en su recorrido desde que se hizo con las riendas del Lorca de manera precipitada -"aquel en el que el director deportivo, más joven que yo, me dijo que me hiciera cargo del equipo y después, pensándolo, me dije que por qué no"- hasta llegar al Sevilla, "donde el presidente de entonces, José María del Nido, me recibió diciéndome que no sabía lo que era ganar un título. Era verdad, porque las clasificaciones para la Champions se disfrutan durante la temporada, pero no en un día concreto. Ya lo sé".

En un discurso bastante lineal, sin esos saltos habituales del técnico en sus ruedas de prensa, Emery fue desgranando su paso por el Lorca y el Almería, "donde ya había exigencias de ganar". "Comenzamos perdiendo hasta que instauramos las cenas de equipo. Fueron siete semanas seguidas cenando juntos y ganando", recordó. Y después esa formación posgrado que supuso para él la estancia en un club tan complicado como el Valencia. "¿Presión? Hubo un día en el que tuve claro que ésta no puede existir para un profesional de alto nivel, es el martillo de la autoexigencia y ésa es la presión principal, así que no me afecta la externa". Esa autoexigencia, transmitida a todos los que lo rodean en base al trabajo constante, fue la esencia del discurso de ese predicador llamado Unai Emery.

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