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Ganar equivale a otra cita con la historia

  • Privilegio El Sevilla está obligado a remontar el 3-2 de la ida frente al Fenerbahçe para meterse en los cuartos de final de la Champions Noche grande El Sánchez-Pizjuán ha de lucir sus mejores galas para una ocasión tan especial

Noche grande de fútbol en el estadio Ramón Sánchez-Pizjuán. El Sevilla se enfrenta a la posibilidad, más que real, de engrandecer aún más si cabe su centenaria historia en la vuelta de los octavos de final de la Liga de Campeones. El Fenerbahçe estará enfrente y todo lo que sea un triunfo, de no producirse un resultado inesperado por tratarse de una victoria mínima con tres goles o más del equipo turco, trae consigo para los sevillistas el premio añadido de meter su bolita en los cuartos de final del torneo más prestigioso del fútbol mundial.

Nada más y nada menos que eso es lo que está en juego para una plantilla que se ha acostumbrado en los últimos años a vivir emociones muy fuertes. Porque al doble campeón de la Copa de la UEFA y mejor equipo del mundo hasta hace sólo dos días se le ha situado el listón cada vez más alto, como si tuviera una necesidad continua de demostrar su extraordinaria calidad para que algunos llegaran a darle el valor que realmente se merecía por sus logros. Pues bien, ahora es la Liga de Campeones lo que está en juego y el Sevilla quiere ser uno de los ocho privilegiados que sigan con opciones de conquistarla cuando el suizo Massimo Bussaca dé por finalizado el encuentro frente al Fenerbahçe.

La distancia para conseguirlo no es insuperable, ni muchísimo menos, aunque los blancos deberán mantener la concentración desde el primer minuto hasta el último para superarla. Los turcos acabaron con un tres a dos a su favor y ése es el reto a superar. Se trata, básicamente, de que el Sevilla se mueva por el nivel al que tiene acostumbrado a los suyos, ya que bastaría con esa premisa para que el vuelco en la eliminatoria fuera un hecho. Por mucho que los silbidos de los aficionados turcos llegaran a provocar dolores auditivos a los allí presentes, por mucho que se hablara del infierno y de otras cuestiones exógenas, lo cierto es que el fútbol de Kanoute, Daniel y compañía estuvo a la altura, y hasta por encima, del rival en el partido de ida disputado en el Sukru Saraçoglu. Ésa fue la razón, sin duda, para que los malos humores fueran la tónica predominante cuando acabó el encuentro entre los sevillistas desplazados hasta Estambul para animar a los suyos.

Particularmente llamativo fue el cabreo de la principal cabeza visible, de un José María del Nido que no podía ocultar su enfado por haber perdido ese partido a pesar de que existía la posibilidad de restañar las heridas sólo dos semanas después. Tal vez por ello el presidente sevillista no haya querido dejar ningún cabo suelto y el domingo se apresuraba a hacer pública una de esas arengas hacia los suyos que son habituales en él. El máximo responsable del consejo de administración nervionense incluso se permitió una pequeña licencia histórica y hasta solicitó que el Sánchez-Pizjuán supere en el número de decibelios a lo que se vivió en el estadio de la parte asiática de Estambul.

Esto último, sin embargo, será particularmente complicado, ya que si los partidos se litigaran por el baremo del sonido de los aficionados sería muy difícil que este Fenerbahçe pudiera ser superado por nadie. Pero, afortunadamente, esto no es así y todo tiene más que ver con el balón y con lo que sean capaces de hacer con él unos futbolistas que, en el caso del Sevilla, están especialmente motivados para la ocasión. Los Daniel, Kanoute, Luis Fabiano, Poulsen y compañía quieren demostrarle al mundo que no tienen nada que envidiarle a ningún equipo cuando se lo toman en serio.

¿Quiere esto decir que alguna vez no se lo toman en serio? En absoluto, ni siquiera el pasado sábado en La Coruña dejó el equipo de Jiménez de correr y de luchar en pos de sumar algún punto, pero la motivación, lógicamente, no es la misma en un caso y en otro. Allí, en Riazor, existía el colchón de futuras rectificaciones; hoy, en el Sánchez-Pizjuán, se trata de un todo o nada y no existe ningún margen para darle la vuelta a las cosas. Por ello, el Sevilla está obligado a ofrecer su mejor versión y si así fuera su bola, salvo hecatombe, debe estar en los cuartos de final de la Liga de Campeones, un privilegio al alcance de muy pocos.

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