Jerome Jordan llegó a Sevilla mediada la pasada campaña para cubrir el corte de un Slokar cuyo rendimiento estaba siendo paupérrimo. Le costó adaptarse a los arbitrajes, más celosos con los pasos de salida y las personales que en la NBA o en la Liga china, de la que procedía, pero cuando lo hizo demostró que podía ser el pívot titular para esta campaña del conjunto hispalense en lugar de un Balvin que inevitablemente volaría.

Y ésa era la intención. El jamaicano fue la primera opción en verano, cuando se supo que el baloncesto de élite se mantendría en Sevilla, pero la oferta que se le hizo no le satisfizo. Además, como pasó el curso anterior antes de que recalara en la capital andaluza, quiso esperar hasta última hora por si se le volvía a abrir las puertas de la NBA y entre unas cosas y otras el Betis se decidió por Zoric.

Jordan también dejó pasar en verano el tren de un Joventut que inició la Liga con Miralles y el novato Garrett Stutz en la pintura, pero la Penya se reservaba un as bajo la manga confiando de que iniciado el campeonato el jugador rebajaría sus pretensiones.

El club sevillano se olvidó del interior y Zoric comenzó siendo un jugador importante. La faena del croata fue completa, ya que no sólo dejó al equipo en cuadro cuando decidió irse, sino que lo hizo poco después de que Jordan se ofreciera al Betis. Si el balcánico hubiese decidido irse apenas unos días antes Jordan hubiese sido el recambio inmediato en la plantilla verdiblanca, pero cuando Zoric comunicó su deseo de marcharse el caribeño ya se había comprometido con la entidad de Badalona.

Allí, además, coincide con otro jugador con pasado en Sevilla como Bogdanovic y el técnico Diego Ocampo, que estuvo seis años ejerciendo de asistente con Pedro Martínez, Joan Plaza y Aíto García Reneses, tres técnicos con pasado verdinegro también.