La crónica

Sí, adiós al Mini Estadi (0-3)

  • Un Betis imponente supera al filial azulgrana y el ascenso a Primera ya sólo parece una cuestión de tiempo.

Se había conjurado el vestuario bético para eliminar la palabra ascenso de su vocabulario hasta que las matemáticas, o el paso de las jornadas, convirtieran en realidad el objetivo de la temporada. Pero la exhibición de ayer en el Mini Estadi, como otras tantas que ha protagonizado durante el campeonato, provocará que sea prácticamente imposible mantener ese veto imaginario. Un 0-3 ante el equipo más en forma de la categoría en la segunda vuelta, unido al tropiezo del Celta en Balaídos, colocan una distancia casi definitiva cuando quedan siete jornadas para la finalización del campeonato. La euforia entre los 4.000 aficionados béticos que llenaron el Gol Norte del Mini Estadi estaba más que justificada, al igual que la alegría que vivió el banquillo verdiblanco con cada gol anotado.

La contundente victoria no fue sencilla, por más que el marcador pueda llevar a engaño. El filial de Luis Enrique, sin Thiago y Montoya, es una copia del primer equipo a menor escala, pero con proyectos de jugones como Jonathan Dos Santos o Sergi Roberto, que apuntan tanto a Primera como el propio Betis. El arranque del encuentro tuvo color azulgrana, con Nolito buscando y encontrando las cosquillas por el costado derecho de la zaga verdiblanca, donde Miguel Lopes y Roversio pasaban dificultades para contener las filigranas del sanluqueño. Pero este Betis ha alcanzado un grado de madurez que le permite reponerse con prontitud, ya sea con el Celta o el Barcelona B como rival que le disputa la pelota. Si Jonathan Pereira o Beñat ya habían avisado de las intenciones béticas, sería Juanma quien desequilibrase la balanza. El extremeño, apuesta final de Mel para manejar las bandas, realiza una lectura perfecta de los espacios y ante el filial éstos se generan y mucho. Dos internadas suyas acabaron en sendas asistencias para que Rubén Castro y Jorge Molina, una dupla de oro para la Segunda, llevaran el 0-2 al marcador antes del descanso.

A diferencia de lo ocurrido en la primera vuelta, cuando el Betis tiró por la borda una ventaja idéntica, el equipo verdiblanco sí supo juntar las líneas y aguardar a que el propio desarrollo del partido le pusiera la ocasión de darle la estocada. Varios contragolpes lanzados por Rubén Castro ya pudieron haber dejado finiquitado el encuentro, pero sería Iriney el merecido protagonista del gol que cerraría el partido. El brasileño ha sido el baluarte del equipo durante casi todo el campeonato, por esa garra y carácter que ha otorgado a un colectivo que se destaca por otras virtudes. Ayer, una arrancada de genio acabó con un tremendo disparo que llevó el 0-3 al marcador y la locura al beticismo. Su corajuda celebración, con cruce de palabras con Mel que luego desvelaría la apuesta que había cruzado con el brasileño, ya parecía de ascenso. Incluso poco después pudo anotar un cuarto tanto, pero el larguero repelió otro disparo suyo desde la frontal.

Del filial azulgrana prácticamente no existieron noticias en el segundo tiempo, como si no quisiera estropear la fiesta que se respiró en el Mini Estadi. Un lanzamiento al poste de Víctor Vázquez en una falta directa fue el acercamiento más peligroso del hasta ayer equipo más goleador de la categoría, algo que perdió precisamente por ese Betis que ayer lo goleó en su estadio. La asfixiante presión realizada por el equipo de Mel, junto a la sapiencia para administrar la renta obtenida, provocaron que el Betis apenas pasara apuros en la recta final del encuentro. Incluso la grada se lanzó a festejar con olés cada jugada elaborada del equipo bético, para acabar con una ola que fue seguida hasta por parte de los aficionados locales.

El enésimo golpe de autoridad dado por el Betis va mucho más allá de los nueve puntos de distancia que la clasificación refleja con el Celta. Las mismas sensaciones positivas que desaparecieron durante cinco jornadas se han recuperado e incluso aumentado, por aquello de que se saborean más las cosas cuando se conoce la dificultad de lo conseguido, algo que este Betis puede certificar en una temporada con mil historias paralelas a la deportiva. La visita al Mini Estadi se antoja ya como la última para un Betis que ha puesto la velocidad de crucero camino de Primera. Sin Emana ni Salva Sevilla, algo que en otros tiempos hubiera sido motivo para excusar un mal partido, el equipo de Pepe Mel demostró que el ascenso ya sólo es cuestión de tiempo. Nadie quiere lanzar las campanas al vuelo, nadie se atreverá a nombrar en público esa palabra ascenso vetada en el diccionario del vestuario, pero las caras y los abrazos de los jugadores al acabar el encuentro señalan que el final del túnel ya está cerca. Y el Camp Nou, y otros tantos campos, aparecen como la meta soñada.

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