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Una afición licenciada en Derecho

  • Heliopólis celebra el juego de su equipo y culmina una semana en la que sólo se habló de justicia deportiva

Se dice que la afición es sabia, que la grada es soberana. Pero parece que la soberanía debe ser guiada. En medio todavía de la trapisonda propiciada por la justicia deportiva, con sentencias y recursos, y una cautelar mediante, en Heliópolis debía reinar la paz. Nada del rancio rencor o de inquinas vociferantes. De ello, de guiar al graderío en el comedimiento, se ocuparon los mandatarios verdiblancos durante los prolegómenos del encuentro, que habían requerido que únicamente hubiera palmas y ánimos.

Después de una semana en la que la actualidad bética estuvo contada con terminología jurídica, a nadie extrañaba que entre el beticismo, pertinentemente aleccionado por los sucesos, se hablara de sentencias, medidas cautelares y comités disciplinarios. No había opción pues a ese insulto que temía la directiva del Betis: no sería exagerado afirmar que el aficionado acudía al estadio con todo el Aranzadi en la mente. Y por su fuera poco, por si hubiese hecho falta de algún doctor de quien tomar ejemplo, el palco estaba presidido por todo un catedrático de Derecho del Trabajo, Manuel Chaves, presidente en funciones del Gobierno andaluz. A su vera, Joan Laporta, algo más que el presidente de un club, "entre España y Francia", claro está.

Pero la afición es soberana. Y se pronunció sin recato: "Villar, sólo una cosa: olvida al Betis", "Afición de Primera, Federación de Segunda", "Villar corrupto", "Federación=mafia", "Villar, sin vergüenza, se te ve el plumero". El Ruiz de Lopera era todo color, color de reivindicación y expresión libre. La afición tenía claro a su culpable y lo señalaba como a un reo. Nada de supuestos culpables. Para el Betis, la evidencia había fallado su propia y soberana sentencia firme. Esta vez, imperó el derecho consuetudinario.

Y entre tanto despliegue de bienes jurídicos, fiscales y abogados espontáneos, no podía faltar la figura del juez. Turienzo Álvarez ofició ayer de dirimidor de contiendas. El colegiado vasco, la voz y el silbato de la justicia deportiva en el encuentro de ayer, también se pronunció. El minuto uno de partido debió retrasarse unos minutos más a causa de su juicio. El árbitro comunicaba al delegado de campo acerca de la incoveniencia de la cartelería y tipografía efímera de Heliópolis. "Sí a la libertad de expresión", debió decir el trencilla en su repentino fallo, "pero no a los insultos". De esta manera, la seguridad del estadio bético se precipitó diligente a retirar las pancartas. Por su parte, los aficionados jugaban al ratón y al gato con los operarios de la seguridad. Fue digno de reseña, sin embargo, la inexistencia de conflicto alguno.

Y es que la afición verdiblanca, con el honoris causa en materia jurídica tras el curso acelerado impartido por los estamentos deportivos, se aburría con lo que ocurría en el césped durante la primera parte. Y no le quedaba otra que divertirse correteando y huyendo de los guardas jurado del Ruiz de Lopera. Entretanto, el Betis hacía de testigo presencial al tiempo que los futbolistas del Barcelona ejecutaban el derecho de pernada en feudo rival, en el mismo Ruiz de Lopera.

Así se resumen los primeros cuarenta y cinco minutos. La prolongación deparó no obstante la situación opuesta. A Paco Chaparro se le ocurrió introducir nitroglicerina en el campo, Sobis y Odonkor, y en Heliópolis se comenzó a presagiar una de esas noches. Llegaron los goles, obras de Edu, Juanito, Edu, y el campo vibraba por fin al unísono. La sentencia resultó favorable y al Barcelona sólo le quedó el derecho al pataleo.

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