Deportes

De colista a la gloria entre racha y racha

  • El Sevilla hizo historia alcanzando otro título europeo apenas dos meses después de que la palabra fracaso revolotease sobre Emery. El club no acusó la transición.

Resulta difícil hacer un análisis empírico y con base científica de lo ocurrido este año con el rendimiento de un equipo joven, jovencísimo, y con catorce caras nuevas. Una regeneración tan profunda difícilmente puede traducirse en éxitos inmediatos como los que ha conquistado el Sevilla de Emery en la temporada que acaba de terminar, sobre todo después de protagonizar una montaña rusa de sensaciones que llevó al aficionado a perder el norte de la dirección que tomaba un ejercicio bien o mal llamado de transición en el que se había dicho adiós a símbolos y activos en este club como Jesús Navas o Negredo.

El Sevilla llegó a ser colista tras un arranque más que dubitativo, el entrenador vasco recibió críticas hasta el punto de verse fuera del club a partir del próximo mes de junio mientras nombres de entrenadores casi se pegaban en carteles en los muros del vestuario, pero el fútbol es así de grande. Rachas malas y rachas buenas, todo adobado con un traumático cambio de presidente envuelto en una situación desagradable que no ocurre todos los años. Así puede catalogarse el rendimiento del Sevilla en el primero de los tres años en los que se cifró el proyecto, pero las rachas buenas pesaron al final más que las malas y la afición acabó entregada a un grupo que hizo historia apenas dos meses después de que nadie diera un duro por él. El tercer título de UEFA Europa League alcanzado en Turín hace apenas una semana fue el colofón a una sensacional temporada a la que sólo se le negó la guinda de haber luchado hasta el final con el Athletic por la cuarta plaza en la competición liguera, pero quizá la plantilla formada en la vuelta a la mejor versión de Monchi no estaba preparada para eso con la oportunidad que iba a tener ante el Valencia apenas cuatro días después de esa cita en San Mamés en la que un sobreesfuerzo podía haber tenido el premio de la Champions, aunque fuera en su fase previa.

Pero esa cascada final de emociones no tuvo nada que ver con lo vivido a lo largo y ancho de una temporada con muchas vicisitudes, una campaña liderada por un futbolista descomunal cuyo futuro aún hoy es una incógnita -Rakitic- y en la que se generó un debate con el pulso, entre comillas, que el entrenador mantuvo con la opinión pública en general sobre la mejor manera de jugar, un modelo de fútbol alegre que quizá parecía demasiado alegre y que propició no pocos disgustos. Al Sevilla, que salió colista del mismo escenario del que meses después lo hizo como finalista europeo, le costó Dios y horrores engancharse a sus verdaderos objetivos en la Liga. De camino, también le regaló al sevillismo una catástrofe en la Copa sin precedentes desde la eliminación a manos del Isla Cristina. Un equipo de Segunda B, cuyos jugadores se retiraron en cuartos de final por no cobrar sus sueldos, dejó fuera del torneo al equipo de Emery en la primera ronda.

En cambio, el camino en Europa, un largo periplo que empezó con dos rondas previas a comienzos de agosto, la marcha fue con paso firme y acabó en éxtasis casi de forma paralela a la mejor racha en la Liga, nueve victorias de diez posibles. La enorme alegría con la remontada ante el Betis, pasar por encima del Oporto y el gol de M'Bia en el momento más bajo en Mestalla dieron una fuerza increíble a un grupo de trabajo que redobló esfuerzos y que parecía imposible que hubiera dejado pasar más de un año natural sin ganar fuera de casa.

Pero era el destino de este equipo. Los ciclos negativos, esos que parecían no tener fin y que se repitieron por dos veces a lo largo de la campaña, no pudieron con los segmentos de triunfos, localizados en los meses de noviembre y diciembre y en marzo y abril. Los profesionales mantuvieron la calma, el club también respiró antes de cometer un error pese a que Emery flotaba casi en una tabla antes de visitar Cornellà y todo salió perfecto. Cosas del fútbol. Beto, que había pasado por momentos de dudas, se hizo fuerte; Fazio agrandó tanto su figura que llegaron a desaparecer sus despistes y la grada acabó confiando en él, y fichajes hasta entonces que parecían no dar el do de pecho agarraban la cuerda por un extremo para tirar con fuerza. Carriço, M'Bia, Nico Pareja acababan asumiendo un papel primordial y la atmósfera se tornaba ideal para triunfar.

A la estela de los goles de Bacca, Gameiro y -cómo no- Rakitic, más de 50 entre los tres, el Sevilla fue doblando como un calcetín el devenir de una temporada que parecía repetir el fracaso de la anterior, en la que, terminando con el mismo entrenador, no pasó del noveno puesto. Pero esa clasificación mediocre dio lugar a una plaza europea ante la que no cabía rendirse. Y eso dicen que este equipo nunca lo hace...

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios