inmaculada lopera karateca

La constancia ganó el combate al desánimo

En la historia de Inmaculada Lopera se mezclan la constancia y el esfuerzo con las dudas y los avisos de abandono; la alegría que ha sentido en los más alto de un podio regional y las miradas de anhelo hacia otros podios, los nacionales, de los que muchas veces se vio privada en el último combate. La historia de esta sevillana de 25 años es la de una amante del kárate que ha disfrutado y ha sufrido casi a partes iguales por vivir una pasión que no todos entienden.

Inmaculada tenía 9 años cuando se empeñó en apuntarse a un curso gratuito de kárate que se ofrecía en el polideportivo de su pueblo, Lora del Río. De poco sirvió que ya ocupara muchas de sus horas libres en la piscina. "Hasta los 17 años practiqué kárate en invierno y natación en verano. La piscina fue mi primer contacto con el deporte, pero es en el tatami donde lo he aprendido todo", cuenta la joven.

Lopera tenía claro que quería un cambio de aires, aunque no todos advirtieron que su petición iba en serio. "En general mi familia se lo tomó bastante bien. Mi padre un poco menos, pero no porque no quisiera que practicase kárate, que a él además le gusta mucho, sino porque pensaba que era un capricho que se me pasaría en dos días, así que me dijo: "No quiero que te aburras y te quites, quiero que llegues a cinturón negro". Él se acuerda de esa charla y muchas veces me dice que no debería haberme dicho nada", cuenta la joven entre risas.

Inmaculada no sólo aprobó el examen de cinturón negro como le pidió su progenitor, sino que se convirtió en una habitual en los podios de los Campeonatos de Andalucía. "A los 15 años fui a mi primer torneo andaluz y, aunque no gané ningún combate, supe que aquello era para mí. Al año siguiente gané mi primer combate en esa misma cita y al otro mi primer oro. Desde entonces he sido campeona de Andalucía en todas las categorías de todos los torneos a los que he ido", resume para demostrar su progresión.

Y eso que en sus inicios "era mala, pero mala de verdad", insiste. "En serio, cuando me veo en los vídeos que grabó mi padre me digo que cómo he podido ganar combates con lo malísima que era. Hay niños que desde los seis o siete años ya apuntan maneras. Yo por entonces no tenía ninguna", insiste soltando un carcajada. "Pero está claro que poco a poco fui mejorando", apostilla.

Así lo atestiguan sus éxitos a nivel nacional. En 2009, se colgó su primera medalla de España, un bronce en la categoría sub 21 y en el cuadro de +60 kilos. "Me dio un extra de moral, porque los dos años anteriores me quedé cuarta y llegué a plantearme si nunca conseguiría una medalla nacional", explica. Esas veces que se quedó a las puertas de disputar una final de España minaron en ocasiones la moral de la joven. Algo de lo que también aprendió.

"Después del Campeonato de España de 2009 me metieron en el programa de Mujer y Deporte de la Federación Española de Kárate. Fui a varias concentraciones y mejoré mucho, pero paradójicamente no conseguí ninguna medalla nacional. Al año siguiente me mudé a Sevilla para empezar la carrera -Ciencias de la Actividad Física y el Deporte- y el cambio no me sentó muy bien. Bajé la intensidad de los entrenamientos y hasta me planteé dejarlo. Pero en 2011 volví a ilusionarme tras ganar el bronce individual y por equipos del Campeonato de España", cuenta la loreña.

Ese torneo marcó su resurgir. En 2012 repitió bronce nacional por equipos y en 2014, al fin, se proclamó subcampeona de España. "Llegué a pensar que no estaba hecha para ganar platas, así que me quité una gran espina", rememora.

Aunque le queda la espinita de proclamarse campeona de España, Inmaculada pudo olvidar la desazón de no haber tocado nunca un oro nacional en enero, cuando lo conquistó junto al resto de integrantes de la selección andaluza. "En semifinales eliminamos a Madrid, el equipo más fuerte, y yo disputé el combate del desempate. Los entrenadores siempre me eligen para esos duelos porque dicen que mantengo la cabeza fría. Deben tener razón, porque gané a la madrileña y nos metimos en la final, en la que ni siquiera tuve que salir, ya que mis compañeras consiguieron el 2-0 con facilidad", recuerda.

Ese oro por equipos volvió a insuflar un extra de ánimos a Inmaculada Lopera, que tras varios sinsabores logró cumplir el sueño de subir al escalón más alto de un podio de España. Poco le importó entonces el tener que compartir tan buenas vistas, pues augura que algún día las disfrutará en solitario. Lejos, muy lejos, quedan ya los días en los que se planteó colgar el cinturón. En esta historia, la constancia le ganó el combate al desánimo.

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