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Qué crueldad de Betis

  • Peligro Los verdiblancos encadenan frente al Atlético su tercera derrota consecutiva y se acercan a la zona tenebrosa Sin pegada Los hombres de Nogués tuvieron ocasiones, pero su fútbol fue muy pobre

No es bueno acostumbrarse a perder. El Betis inició este tortuoso camino frente al Valencia, cuando parecía que lo tenía todo hecho, y ayer culminó una trilogía de derrotas verdaderamente preocupante ante un Atlético de Madrid al que le bastó muy poco para vencer y para demostrar, de paso, que este Betis es una verdadera crueldad de equipo. Una auténtica calamidad, en definitiva, que no se merecen padecer los fieles aficionados verdiblancos.

Pero éste, y no otro, es el Betis de la contemporaneidad, un equipo tremendamente indolente, incapaz de rebelarse casi nunca contra las circunstancias y que asiste al devenir de los acontecimientos como si no le fuera absolutamente nada en juego. Da igual, parece, quedar octavo, noveno o decimoséptimo, la única cuestión prohibida, para los futbolistas y para muchos más, es no meterse entre los tres conjuntos que sacan el penoso billete hacia la Segunda División, ahora Liga Adelante. Y, claro, con semejante espíritu, carente de la más mínima autocrítica, todo lo que se pueden vivir son espectáculos tan penosos como el que ayer volvieron a padecer los béticos.

Ya no existe un Paco Chaparro al que echarle la culpa de todo, al frente de la nave está un José María Nogués al que hace sólo dos semanas le adjudicaban las pócimas mágicas de este deporte conocido por fútbol por haberle ¡pedido! una fotografía a Emana para motivar al camerunés. Pero tampoco Nogués, por supuesto, tiene la responsabilidad única, ni siquiera máxima, sobre el verdadero desastre que es este equipo que debería defender con mayor ahínco los colores verdiblancos del Real Betis Balompié. La mayor cuota de responsabilidad, como todo en la entidad heliopolitana, tanto para lo positivo como para lo negativo para que no haya malos entendidos, tiene su sede en el barrio de El Fontanal. El resto, poco más o menos, es un conjunto de palmeros, o aduladores, que también deberían analizarse a sí mismos con cierta autocrítica.

A riesgo de desviarse un poco del análisis de este Betis-Atlético de Madrid, es la reflexión lógica después de percibir la explosión de ira que ayer se vivió en el estadio Manuel Ruiz de Lopera. Es evidente que ninguna actitud violenta puede ser justificable, ni siquiera esas pancartas amenazadoras que aparecieron en la zona del Gol Sur, pero el beticismo estalló por la sencilla razón de que está verdaderamente harto de padecer tantos dislates, desde la confección misma del equipo hasta el funcionamiento de éste.

Y el Betis fue ayer un compendio de todas esas atrocidades que se han venido cometiendo. Desde el principio evidenció que no se había metido en el juego con la intensidad que éste requiere y, claro, el Atlético tuvo bastante con muy poco para dejarlo en evidencia. Abel sí lo vio claro y acumuló hombres precisamente en la zona en la que más padece el equipo verdiblanco tanto con Nogués como con Chaparro. Banega y Raúl García por delante de Assunçao en el centro para buscar asociaciones con los dos hombres de banda, en este caso Maxi Rodríguez y De las Cuevas, y con un delantero que se retrasara unos metros a recibir y apoyar.

Con eso, sólo con eso, fue suficiente para que el Betis se diluyera como un azucarillo en el líquido. Quedó claro, pues, que no es un problema exclusivamente de Arzu, Mehmet Aurelio o de cualquier otro medio centro, sino que la raíz de este mal es más global. Ayer estaban Cañas y Capi, pero ambos también se vieron desbordados ante la escasa ayuda que recibieron tanto desde arriba como, también, desde abajo. Los defensas dan un paso para atrás por el miedo a ser pillados en pañales; los encargados de atacar sencillamente piensan que ese trabajo le pertenece a otros y huyen de cualquier responsabilidad menos proclive a su lucimiento.

Si encima Emana se convierte en una verdadera máquina de entregarle balones al adversario, el resultado fue un Betis superado por un rival que también estaba muy cogido con alfileres. Tanto fue así que al intermedio se pudo llegar con unas tablas de haber acertado Capi en una irrupción desde atrás, pero su intento de meter la cuchara se fue muy alto.

Así había acabado el primer periodo y ya se podía ver que el ambiente iba a estar calentito no más reanudarse el juego. Entonces aparecieron las pancartas amenazadoras, aunque el Betis tampoco arrancó por eso. Sí lo hizo cuando su propio rival le abrió los caminos para atacar a Leo Franco. Entonces sí se produjo un claro penalti de Ujfalusi por una mano y un remate contra su propio larguero de Perea antes de un par de cabezazos de Oliveira con todo a favor para haber empatado. Pero el brasileño ni siquiera se parece al de otrora en la suerte del remate y el Betis, como ante el Valencia o contra el Espanyol, volvió a perder frente a este Atlético tan mediocre. La luz de alarma, si no estaba ya encendida, vuelve a activarse en un Betis que es cruel con los suyos.

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