En una ciudad que vive todo el año en una montaña rusa de emociones en lo futbolístico, que pasa de la depresión a la euforia de una semana a otra, desde que atravesamos el umbral del cambio de siglo, una afición se malacostumbró a sentir cíclicamente mariposas en el estómago. La sensación con la que hoy se levantó el aficionado sevillista difícilmente podría describirla con palabras, pero el interesado sabe perfectamente cómo es. La puerta de otra final europea está entreabierta y hoy es uno de esos días en los que la historia espera al Sevilla.

El mes de mayo vuelve a prometer emociones fuertes, la hinchada aclara las gargantas y el Sánchez-Pizjuán se va a convertir, no en una olla a presión, sino en un horno a mil grados centígrados en favor de once futbolistas que van a salir a merendarse al Valencia como lo hicieron con el Oporto. La excitación es grande porque la cita no es para menos, con la final del 14 de mayo en Turín llamando tentadoramente a un club que nunca desperdició la oportunidad de disputar una semifinal en competición europea.

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El Sevilla es mejor que el Valencia. Lo supera en plantilla, lo supera uno por uno en el once inicial y en cuanto a estado de forma es supinamente superior. Un galgo contra una tortuga sería mucho exagerar, pero la verdad es que el momento deportivo en general (físico, técnico y táctico) de los hombres de Emery es envidiable, pues no hay ni en España ni en ninguna de las grandes ligas continentales equipo que haya sumado más puntos en los dos últimos meses de competición. Por eso debe aprovecharlo y adquirir una ventaja que permita dominar la situación en el partido de vuelta.

Se puede casi asegurar que para entonces, en Mestalla dentro de siete días, aún habrá eliminatoria porque este duelo dura 180 minutos como mínimo, pero ¿quién dice que al calor de un sevillismo enfervorizado que pida más y más estos hombres no pueden dejar el auto visto para sentencia esta misma noche?

Tradicionalmente el Valencia es un equipo que siempre ha sufrido mucho en este escenario. Nunca se le dio bien el Sánchez-Pizjuán y, aunque es un dato que nada tendría que condicionar un nuevo duelo, y más de la magnitud de lo que hay en juego, sí que puede tener una base de intimidación hacia los futbolistas que alinee hoy Juan Antonio Pizzi.

Los que ponga sobre el campo Emery también se sienten superiores. Tendrán si acaso que vigilar el riesgo de no pasarse de revoluciones y de controlar la sobreexcitación que van a sentir en cuanto empiecen a recibir estímulos exteriores, con el primer punto de ebullición cuando miles de sevillistas rodeen el autobús hasta prácticamente no dejarlo avanzar en el mínimo trayecto que hay desde el hotel al estadio.

Una vez allí, a vestirse de futbolista con el vello erizado ya y saltar al campo con el pecho por delante y el gol constantemente en la cabeza. Lo demás será dejarse llevar, aplicar lo que ya han demostrado que está más que mecanizado a base de entrenamientos y también a base de victorias y disfrutar, porque los profesionales también es importante que disfruten para que todo fluya de la mejor manera posible y tal y como el plan está diseñado.

Los protagonistas estarán todos. Salvo el sancionado Coke, el sevillismo verá pelear por entrar en la historia a los Bacca, Rakitic, Fazio, Reyes, Carriço... Gameiro y Marko Marin quizá desde el banquillo en el inicio... hasta Alberto Moreno se vendará bien fuerte su fastidiado tobillo para no faltar a un duelo de los que se recuerdan durante décadas como siguen presentes noches mágicas vividas en este estadio, como, por ejemplo, ante el Schalke 04 con aquel glorioso gol de Puerta.

La temporada se pone calentita de verdad para el Sevilla, llegan los partidos grandes, la opción de repetir en la gloria y este equipo y esta afición no están dispuestos a encogerse de hombros.