María José Ruiz. Jugadora de voleibol

De la pista a la arena sin perder nunca la ilusión

De la pista a la arena sin perder nunca la ilusión

De la pista a la arena sin perder nunca la ilusión

Con los primeros calores de mayo, esos que según los expertos cada vez empezamos a sufrir antes, María José Ruiz dirige la mirada a la cubierta del pabellón de Dos Hermanas con impaciencia. "Después de toda la temporada de pista estoy deseando poder ir a la playa", reconoce. Pero a diferencia del común de los mortales, que no tiene más prioridad que la de tumbarse en la arena para broncearse, ella cambia la esterilla por la pelota. "Y así seguiré mientras el cuerpo aguante", avisa.

María José tiene 39 años. Quién lo diría al escuchar la ilusión que desprende al hablar de su deporte, el voleibol. O más bien, de sus deportes. "El voley playa se parece al voley pista, como es lógico. Comparten golpes y movimientos, pero cuando practicas los dos descubres que se diferencian mucho más de lo que creías", explica.

Esta veterana jugadora, capitana del CAV Esquimo Dos Hermanas y a la que en el mundillo conocen por el nombre de Chiqui, cogió por primera vez un balón de voleibol relativamente tarde: "Tenía 15 años y una amiga, que ya estaba en el equipo de Dos Hermanas, me convenció para que probara. Yo había sido siempre una persona muy activa, pero hasta entonces no sabía que se podía ser tan feliz practicando un deporte".

Algo debió tener el voleibol que la enganchó por completo. "Sin duda. En mi caso fue sentirme parte de un grupo. Podrá parecer exagerado, pero en mi deporte se forman unos equipos que van más allá de la pista. Forjas amistades que duran toda la vida", asegura.

No le falta razón, pues a Chiqui la conocen a lo largo y ancho de la geografía española. Tras debutar con el primer equipo nazareno, la sevillana jugó varias temporadas en el Compañía de María, que pese a lograr el ascenso a Superliga -la máxima categoría de voleibol femenino en nuestro país-, tuvo que renunciar a su plaza por falta de presupuesto. Pese a lo amargo de aquella noticia, a María José la llamaron de Ávila y pudo cumplir su sueño.

"Durante cuatro años jugué como profesional y pude vivir del voleibol. Fue un cambio muy duro, echaba de menos mi casa, sentía mucha presión por hacerlo bien. Al principio no tenía nada claro el irme, me resultaba extraño convertir mi hobby en mi trabajo. Pero mi familia me convenció para dar el paso. Todos me dijeron que era una oportunidad única, y tenían razón. Fue una experiencia muy bonita. Y en Ávila la gente vive mucho el voleibol. Fíjate que iba al supermercado y la gente me pedía autógrafos... Y claro, yo estaba que no me lo creía", cuenta.

Tras aquella aventura, Ruiz volvió a su tierra, más concretamente al CAV Esquimo, el club que la vio crecer y gracias al cual aún hoy sigue aprendiendo. "Soy la pureta del equipo, lo sé, y a veces hasta parezco la madre, porque cuando a mis compañeras les entra el pavo tengo que intervenir, si no, no hay manera de seguir con el entrenamiento", revela entre risas.

Ella, pese a la edad y "los achaques" -"hay noches que llego a casa y no sé si cenar o tomarme un ibuprofeno", se sincera-, hace gala de la energía que hace más de 20 años ya derrochaba sobre la pista, la misma que ahora trasladará a la playa, donde junto a su hermana espera plantar batalla a "más de una jovencita".

No muy lejos la estarán apoyando su marido, también jugador de voleibol, y su hijo, de cuatro años. "Me gustaría que él siguiera mis pasos, pero nunca lo presionaré. Quizá elija el voleibol, quizá el fútbol... O lo mismo se hace youtuber. Nunca se sabe con los tiempos que corren", reflexiona en voz alta.

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