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Para tablas, los maestros

  • Hasta 16 'primeros espadas' de diez nacionalidades distintas se baten en Fibes por el galardón en el prestigioso certamen sevillano

El maestro internacional sevillano Ismael Terán reflexiona su jugada frente al gran maestro croata Ante Saric.

El maestro internacional sevillano Ismael Terán reflexiona su jugada frente al gran maestro croata Ante Saric. / fotos: víctor rodríguez

Ajedrecistas los hay de toda condición. Y más si se trata de un torneo como el de Sevilla, que recibe a 258 participantes llegados de todos los rincones del planeta. Está quien se ve como un jugador de mesa camilla adicto a la adrenalina de ganar por ganar, los que se sienten estrategas con ecuaciones de lógica y matemáticas en la cabeza y el que siente deportista y refiere el desgaste físico y mental de partidas de más de cuatro horas día sí y día también. "Cuanto más viejo, más rápidamente se cansa uno", explica Ismael Terán, maestro internacional sevillano que estuvo a muy poco de ganar el año pasado y que el lunes resolvió su choque con tablas frente al gran maestro argentino Damián Lemos.

A una hora del inicio de la cuarta jornada, los ajedrecistas menudean movimientos y partidas del día anterior en los alrededores del Palacio de Congresos (Fibes), sede de la 42ª edición del Abierto de Sevilla. Francisco Cruces acaba de llegar de Cádiz junto a otros tres compañeros, a quienes les ha pedido una tila mientras apura un purito. Hacen diariamente el viaje de ida y vuelta. "Son los nervios", dice este gaditano de 53 años novato en la causa. Se inició en el ajedrez hace tres. "Cuando se juega con un gran maestro, la impresión es tal que cometes fallos tontos y tienes la partida casi perdida sin haber empezado".

En el torneo sevillano se baten al principio todos contra todos. Es el denominado sistema suizo, que hace honor a su marchamo de neutralidad y democracia. Lo mismo puede tocarte un indocumentado que enfrentarte a Mircea Parligras, gran maestro rumano y cabeza de serie que se quedó en tablas ante su homólogo ruso Mikhail Ulybin. El rumano, cabeza de serie en Sevilla, cuenta con un coeficiente de 2.605 puntos, 235 menos que el campeón del mundo, Magnus Carlssen (2.840), pero 350 más que su hermano mayor, Cosmin, también presente en el torneo. El número uno se levanta del tablero de cuando en cuando no para fumarse un pitillo, sino para observar fraternalmente los avances de su prójimo, que acabó ganando sin haber alcanzado la categoría de gran maestro.

Gran maestro es Daniel Cámpora, argentino afincado en Sevilla con cientos de historias para contar tras una dilatada carrera. La jornada anterior hizo tablas con Manuel Palacios, un invidente parcial de la ONCE de Barcelona que llegaba con un pleno de victorias. Cámpora jugó contra Kasparov en la Olimpiada de Ajedrez de Tesalónica en 1988. El argentino hizo una huelga para reclamar las dietas de sus compañeras de equipo a la que el mito soviético no se opuso. La partida luego fue otra cosa: perdió. "Miguel Najdorf, nuestro entrenador, quien desconocía mi protesta y, al verme sin aparecer por el tablero, me insistía nervioso, ya movió, ya movió, me decía".

En la biografía de Najdorf, polaco nacionalizado argentino, se encuentra una de las explicaciones del porqué de la afición de aquel país al ajedrez. La invasión nazi a Polonia se produjo en el transcurso de las Olimpiadas de 1939 en Buenos Aires. El polaco sufrió la matanza de toda su familia y se hizo porteño, como otros tantos judíos europeos afectos al tablero. "En Argentina se dice ganarse el puchero, mientras que la expresión en Europa es ganarse el pan. Él prefería el puchero al pan", cuenta Cámpora sobre Najdorf.

Los ajedrecistas son lo contrario de los futbolistas. En Fibes no huele a perfume caro ni luce un solo tatuaje. Y el dinero no sobra ni entre los grandes maestros. Por aquí anda el croata Davorin Kmoljenovic, veterano de 73 años y habitual en el certamen sevillano. De él se cuentan historias del género fantástico: que si organizaba torneos paralelos relámpagos, de 15 minutos la partida, para conseguir un dinero extra; que si tocaba la guitarra en la calle Sierpes, que si promovió una campaña contra los sudokus en los periódicos por haber sustituido a las partidas de ajedrez.

Gratis vio Ante Saric, gran maestro croata de 32 años, los dos goles de la victoria liguera del Sevilla contra el Madrid. "Acabé la partida y me fui corriendo a Nervión. Eran los últimos minutos y me dejaron entrar. ¡Y qué últimos minutos!", dice un Saric que vio dos veces en cuatro días el Sevilla-Real Madrid. Su hija nació un 14 de octubre, día que se atribuye al alumbramiento del Sevilla, y otra coincidencia lo ha dejado marcado a Sevilla por ambos bandos, en una suerte de casi empate: "Mi padre y el padre de Tabak eran compañeros en una fábrica de cemento de Split". Contra el gran maestro armenio Gevorg Harutjuyan, Saric firmó el lunes tablas en poco más de media hora. Y no había fútbol.

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