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El tridente del 'profeta' Emana

  • El camerunés guió de nuevo el triunfo del Betis, Rubén Castro volvió a marcar y Jorge Molina fue decisivo en el penalti

Exactamente siete días tuvo que prolongar la espera la afición bética antes de ver por primera vez actuar al tridente atacante formado por Emana, Rubén Castro y Jorge Molina. Pepe Mel tenía previsto su alineación frente el Barcelona B antes de que el encuentro se viese aplazado por la lluvia, por lo que ayer no dejó pasar por alto la oportunidad.

La esperanza en un trío de semejante calidad, y que hasta la visita a Los Pajaritos sumaba 20 goles, a lo mejor no es la mejor de las alternativas. Se vio claramente ayer con el equipo partido en dos, con los delanteros muy lejos de los tres mediocampistas. Un 4-3-3- que funciona a las mil maravillas en el Barcelona de Guardiola, pero que, salvando las distancias, deja al descubierto muchas deficiencias en el Betis.

Tal circunstancia no está reñida, claro está, con la calidad de la tripleta. Es más, sin su papel difícil hubiese sido que el conjunto de Mel sacase algo positivo en la gélida tarde soriana. Allí Emana volvió a ejercer de jugador referencia. Un profeta a los que todos se aferran porque saben que en él radica gran porcentaje de las opciones de victoria.

Al camerunés, pegado a la línea de cal del costado izquierdo durante los primeros compases, le bastó con desobedecer a su entrenador una vez para dar el primer susto a la parroquia local al trazar una pared con Jorge Molina y estrellar en el poste su disparo con el exterior del pie derecho.

En su segunda aparición con peligro, no obstante, saldría ganador. Una internada a base de fuerza por la izquierda acababa en un magnífico centro con el exterior que Jorge Molina amortiguaba con calidad excelsa dándose la vuelta. Un control digno de delantero de una categoría superior que ponía de cara el choque al Betis: penalti y expulsión de Pavón. Al capitán verdiblanco no le afectó el frío, no le temblaron las piernas tampoco por el miedo y batió con tranquilidad a Eduardo. Esférico a un lado, portero al otro.

Tanto el del Alcoy como el profeta cumplían con el papel esperado de desequilibrar. Por entonces, noticias nulas sobre Rubén Castro. Pero ya se sabe la particularidad del caso del canario: aparecer es sinónimo de gol. Se volvió a confirmar la regla a los 28 minutos en una galopada de Isidoro, irregular su encuentro, que con suerte remataba el incansable delantero después de que Eduardo rechazase un remate en propia puerta de Nano. En su sitio -a lo Raúl dirían en Madrid-, el canario sumaba su décimo gol de la campaña.

Tendría el máximo artillero verdiblanco la ocasión de sumar su segundo gol en el compromiso. Es más, el balón acabó en las redes del conjunto castellano-leonés, pero Bernabé García, incomprensiblemente, anulaba el tanto por una supuesta mano y amonestaba al jugador. A esas alturas los béticos dominaban en el marcador, pero era el Numancia el que rondaba con peligro las inmediaciones del área contraria.

La actuación de los delanteros inclinaba la balanza del lado del Betis, pero ni con un jugador más eran los sevillanos superiores sobre el césped. La evidente muestra se observó tras el descanso, cuando solo Emana mantuvo la compostura en ataque. De sus botas salieron los contragolpes con más peligro y las asistencias más acertadas. Lástima que su compañero, y único tras el cambio de Jorge Molina por Cañas al cuarto de hora, Rubén Castro, no estuviera tan certero como en los primeros 45 minutos.

Al final, Mel sacó del campo a Emana para que fuese aplaudido por los béticos congregados en Los Pajaritos. Un reconocimiento al profeta, esté o no el famoso tridente sobre la hierba.

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