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Los vicios de la monotonía (1-0)

  • Un Betis sin fe cuando pareció controlar el juego acabó derrumbado por un gol de Javi Guerra para su quinta derrota consecutiva · Sin confianza ni capacidad de reacción, el equipo se hunde sin que se atisben soluciones.

No parece tener fondo la caída libre iniciada por el Betis en Villarreal hace cinco jornadas, en las que no ha sumado un solo punto. Ni los mensajes de unión, ni las conjuras de vestuario para salir de la crisis cambiaron la imagen gris de las últimas jornadas. El Betis ha convertido en monotonía el vicio de perder, con unas sensaciones que recuerdan a los peores momentos de la pasada temporada. No es que el Valladolid pasara por encima de los de Pepe Mel y ni tan siquiera el conjunto pucelano necesitó acumular más méritos que su rival para lograr el triunfo. Simplemente, este Betis se muestra ahora incapaz de superar a cualquier rival que se le ponga por delante. Con errores en el despeje impropios del fútbol profesional y con una indolencia extrema para finalizar las jugadas, el Betis ha abandonado las virtudes que otrora exhibiera.

Con todo, el inicio de partido bético hacía presagiar que el desarrollo sería distinto a lo realizado en Granada o Villarreal, las dos últimas salidas finalizadas con derrota. El Betis, como Mel pretendía, juntó las líneas para evitar las facilidades al rival e incluso se apoderó del balón, aunque la falta de precisión en el último pase hacía notar que la clarividencia de la zona ofensiva no acababa de recuperarse. La primera gran ocasión del encuentro, como dominador de esta primera fase de tanteo, correspondió al Betis. Un saque en largo de Casto hacia Salva Sevilla, caído en el ala izquierda, finaliza con una asistencia de éste sobre Jorge Molina, quien solo ante Jacobo, aunque algo escorado, acaba estrellando el balón en el meta. Pero ese dominio era puro espejismo. Que el Betis sólo haya marcado un gol en los cinco últimos partidos, y de penalti, no es fruto de la casualidad. El tridente, aunque ayer Rubén Castro partiera más como un extremo diestro, se muestra indolente en las cercanías del área. Lo que antes era pura mordiente y goles sin apenas ocasiones se ha convertido ahora en un equipo que no culmina lo poco que se genera desde el mediocampo.

El Valladolid de Abel comenzó a desesperezarse por su banda derecha y entre Nauzet y Barragán empezaron a generar sensación de peligro ante un Nacho que ha bajado enteros y que no recibió ayudas ni por delante con Salva ni por detrás con el disminuido Dorado. Un pase atrás del propio Nauzet acabó mal rematado por Javi Guerra en lo que sería el aviso de lo que ocurriría dos minutos después. Otra acción fallida entre Dorado y Nacho, donde podría existir falta sobre éste, acaba en los pies del canario, que encuentra a Javi Guerra en boca de gol para superar a Casto. Sin apenas fútbol, el Valladolid se encontraba el marcador a favor justo un minuto antes de alcanzar el intermedio. Quizá el resultado no hacía justicia a lo expuesto por ambos equipos en esos primeros 45 minutos, pero este Betis está metido de lleno en una dinámica negativa a la que parece no rebelarse.

Precisamente, se esperaba una reacción verdiblanca tras la salida de vestuarios pero o el discurso del entrenador ha perdido la fuerza que antes sí facilitaba las remontadas o el equipo ha perdido ese espíritu rebelde que tan buenos réditos le otorgó en otros tiempos. Un inocente centro de Isidoro que fue sacado bajo palos por Barragán o un remate sin fe de Arzu tras un saque de esquina fueron los tímidos acercamientos béticos para intentar al menos la igualada. Del rival, sin noticias. Y es que al Valladolid le bastó con dejar pasar el tiempo para llevarse tres puntos que alivian la andadura de Abel y Sabas y que de nuevos los coloca en la pelea por un puesto en la liguilla.

Como no podía ser menos, la acción arbitral de cada partido también haría acto de presencia en el José Zorrilla. Un pase de Ezequiel, el único cambio que intentó aportar soluciones pero que acabó desesperado ante la imposibilidad de asociarse con algún compañero, dejaba solo a Rubén Castro delante de Jacobo, pero Del Cerro Grande anuló la jugada a instancias de su asistente colocando un lunar en su buena actuación.

De Emana, nada de nada. El camerunés pasó por Valladolid tan inadvertido como en esta crónica. Si su regreso era esperado como la solución a los problemas del colectivo, él mismo se ha encargado de demostrar que los males de este Betis no pasan por actuaciones individuales. Lo mismo se podría apuntar sobre el cambio en la portería. Casto cumplió su cometido, aun con algún error en el juego con el pie, pero los problemas del equipo no comenzaban por el portero, sino que parecen mucho más profundos.

El Betis cayó por la mínima ante un feble Valladolid que no está para mucho más. El problema no sólo radica en las cinco derrotas consecutivas, lo que por sí solo ya lo representaría, sino que el equipo transmite una perdida de confianza alarmante en todo lo que realiza sobre el césped. Un desangelado José Zorrilla, con apenas 10.000 espectadores, contempló el enésimo paso del Betis hacia el precipicio. Las altas esferas mantienen su discurso de confianza hacia el entrenador, aunque sin la contundencia que quizá demande la situación, y el propio técnico tampoco argumenta un mensaje que eleve la autoestima. El Betis ha caído en una monotonía donde los vicios afloran sin que nadie sea capaz de poner remedios.

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