Betis-Valencia

La victoria de esta Liga (1-0)

  • El Betis, todo actitud, espanta sus fantasmas y su mala racha en un día crítico. El Valencia, un cadáver.

Cuando la Liga echa la persiana en mayo y se analiza la trayectoria de un equipo siempre se recuerdan al menos un par de partidos clave. Derrotas que hunden a los equipos y los sumen en crisis abismales, empates que dan vida más allá del escueto punto sumado o victorias que, amén de convertirse en punto de inflexión para una vida mejor, evitan los efectos nocivos de una derrota por producirse en un día crítico y, además, insuflan las necesarias dosis de moral en la psique de los futbolistas, que pasan de sentirse los peores del globo a pensar que, como otros, son capaces de ganar partidos.

El Betis era muy consciente de que el partido de ayer era uno de ésos, en absoluto uno más. Su entrenador lo tenía más claro aún. Eran ya nueve citas ligueras sin ganar y lo visitaba un Valencia con más pinta de cadáver aún -con su actitud lo confirmaría sobre el césped de Heliópolis- al que era obligado vencer y meter en un lío todavía más gordo.

Por eso, Merino emuló en las vísperas a un hombre que lo entrenó hace casi dos décadas y apeló al "ganar, ganar y ganar" que éste popularizara. Y esa filosofía que a Luis Aragonés le gustaba adobar de buen fútbol, el linense la condimentó con sus especias favoritas: intensidad y solidaridad. Y, por qué no, incluso orden, ya que el Betis apenas se descompuso, salvo en una jugaba incomprensible al poco de marcar Rubén Castro, en la que regaló una contra indecente, y en los estertores, cuando Digard no hizo sino demostrar por qué no juega en el Betis y sí lo hace en su lugar un futbolista tan alocado como Petros. Por fortuna, Adán le tapó el arco entero a Rodrigo.

Y ésa fue la diferencia básica entre el equipo que un día tomara su nombre de un río y el que duerme junto al cauce del Turia. El Betis disfruta de un técnico, ratificado además tras su ínterin, que sabe qué tiene entre manos. El Valencia no. Sus futbolistas no creen en Gary Neville y su actitud es tan indigna como, por ejemplo, la bética en su puesta en escena de Anoeta.

Hoy los partidos los deciden detalles y al Betis le bastó con esperar sus momentos. Siempre muy tranquilo, sin descomponerse y con cinco hombres por detrás de la pelota, única manera de minimizar la mejor calidad ché y la velocidad que podían ser capaces de exhibir en las bandas Feghouli y Cheryshev. Pero el primero anda en dos cilindros y al segundo se lo merendó Montoya, quien, del mismo modo que Musonda, demostró que en su caso fichaje es sinónimo de refuerzo. Nada que ver con Van der Vaart y la extensa compaña.

Con el partido amarrado y leyendo perfectamente el rostro amargado y cada vez más fatigado de su rival, atosigado en los duelos indivuduales y con los siete goles del Barça como la última rémora psíquica, el Betis dio un tímido paso adelante tras el descanso. Midiéndolo, sin osadía alguna, sabedor Merino de que la oportunidad igual llegaba entrados los minutos. Pero, encima, llegó antes de lo presupuestado, gracias al enésimo voleón que bajó Van Wolfswinkel, quien acto seguido, con más visión de juego aún, habilitó a Rubén Castro tras un excelso toque de Musonda en la jugada mejor elaborada del partido. Mas se equivocó el Betis, tras notar tocadísimo al Valencia y querer noquearlo en un periquete, tanto que concedió una contra peligrosísima que, por fortuna, no fue gol y, entonces sí, le permitió asentarse, combinar mejor y hacerse incluso acreedor a un segundo gol.

Aunque el equipo, pese a las caras nuevas, da la impresión de estar para lo justo y hasta sufrió los tres puntos logrados pese a jugar el final del partido con un hombre más. Los nervios, la entrada al campo de un Digard desafortunadísimo, la mala racha, las desgracias pretéritas que se vienen a la cabeza... Son muchas las penas que purga este Betis pero que, seguramente, el triunfo de ayer ayudará a minimizar.

Porque más allá de los tres puntos que alivian el horizonte y que meten al Valencia también en la pomada, el triunfo de ayer tiene pinta de ser un punto de inflexión. De momento, ha servido para cortar la hemorragia. Y sólo hay que repasar las singladuras de muchos equipos para ver que una victoria, aun con un juego rascón, suele ser el principio de una dinámica mejor. Por eso ésta puede ser la de esta Liga. Porque lo que sí está claro es que de haber perdido... Tragedia.

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