El Fiscal

¡A las sillas, sevillanos, a las sillas cuesten lo que cuesten!

La Campana repleta de público.

La Campana repleta de público. / M. G. (Sevilla)

Estaban ustedes concentrados en la tarea de orillar los polvorones de limón que se comerán en las tardes de febrero cuando el Consejo de Cofradías, con el aval necesario de la autoridad municipal, nos coló los precios de las sillas y palcos de la Semana Santa de 2024. ¿Saben ustedes cuánto han subido las tarifas desde 1999, el año en que se fundó este periódico? Deben saberlo ahora que están echando las cuentas de las pascuas y es probable que hayan recibido el puyazo del recibo de la caseta. ¡Un 125 por ciento! ¿Saben cuánto ha crecido el IPC? Sólo un 78 por ciento. ¿Y conocen la demanda de sillas y palcos que hay en esta ciudad? Para duplicar la carrera oficial. Hay muchas más solicitudes que sillas como cuando en esos canapés de las ocho y media de la tarde hay más gente que invitados. 

Aprieten los sucesivos equipos de gobierno del Consejo cuanto quieran porque el personal estará siempre dispuesto a apoquinar. Todo, absolutamente todo, menos perder la silla. Oirán quejas por el precio de los combustibles, del aceite de oliva y de las carnes. Se informarán de las negociaciones para la subida del Salario Mínimo Interprofesional y la necesidad de su actualización para evitar los efectos de la inflación, pero nadie dice ni mú de los precios de una carrera oficial que se organiza en suelo público y tras pagar unas tasas ridículas. Silencio, Sevilla. Todos callados. Curioso, cuando menos, ¿no?

Por supuesto que el dinero recaudado se destina a las cofradías, que así financian los gastos de la salida procesional y promueven una obra de caridad que suple muchas de las necesidades que no cubren las administraciones. Mejor el sistema de carrera oficial actual que aquellas subvenciones directas que los ayuntamientos del franquismo concedían a las cofradías. 

"Ya sabes..."

Pero no me negarán que el silencio unánime por las reiteradas e intensas subidas de precios es revelador. Somos así. Valoramos la silla y el palco como un timbre de gloria. Su pérdida se asocia a ruinas, decadencias, estrépitos y otras fatalidades sociales. "Fulanito ha venido a menos y no ha sacado el palco este año. Ya sabes, la empresa no iba bien". "A don Mengano no lo veremos este año ni en las sillas ni en la caseta. No está el ambiente para alegrías. Creo que las ha cedido. Ya sabes...". Y con ese "ya sabes" está dicho todo. No se libra uno ni con el maquillaje de la cesión que permite el reglamento para no perder la titularidad. Las sillas y palcos son motivo de disputas en separaciones matrimoniales y en divorcios. Nadie entendería esto fuera de nuestro mundillo, pero es así. Una silla en la carrera oficial es una joya más del patrimonio familiar. Su pérdida es una deshonra. Todo esto lo tienen claro los señores de San Gregorio, los mismos que cuando se tuvieron que devolver los dineros de la carrera oficial de 2020 acudieron a reclamar sus particulares euros, ¿verdad? Ay, ay, ay que me supo a Calisay

Una cosa es perder la joya y otra hacer el indio. Suban, suban las tarifas cuanto quieran. Sevilla en eso nunca les dejará, señores del Consejo. Como al rey Alfonso. A pagar y a seguir sentados. Ya saben... Somos así.