El bosque | Crítica de danza

Los cuerpos en vida de la madre naturaleza

Mario Bermúdez, Catherine Coury y Marilisa Gallicchio en 'El bosque'.

Mario Bermúdez, Catherine Coury y Marilisa Gallicchio en 'El bosque'. / Bianca de Vilar

Una hermosa obra de madurez fue la que nos regaló anoche en el Teatro Central Marcat Danza, una de las compañías de danza contemporánea más sólidas no solo de Andalucía sino de todo el país.

En un escenario vacío, el binomio danza y música, o si lo prefieren movimiento y sonido, logró expresar sabiamente, en una hora escasa, las mil sensaciones que provoca la naturaleza, los bosques en concreto, en los seres que lo habitan.

El bosque posee, antes que nada, una rara unidad. Es una corriente que fluye de principio a fin, sin interrupciones. Con mil matices diferentes, pero con un lenguaje único y una energía que hace que los cuerpos, llenos de calidez, estén en vida durante toda la función,

Envueltos o espoleados por la magnífica banda sonora que interpreta en directo José Pablo Polo, los tres intérpretes –magníficos en verdad- nos introducen en un mundo salvaje donde conviven animales –cuadrúpedos que se desplazan con las manos, simios…,- y algunas tribus que aún se resisten a ser colonizados.

Cuerpos dúctiles y sabios que saltan, se repliegan o avanzan en todas las direcciones, tanto en solitario como en compañía, con momentos de cortejo, de alerta, de complicidad o de celebración tribal.

Y lo curioso es que Marcat logra expresar esa vida impresionante de la naturaleza a través de su cultura dancística, es decir, de las experiencias acumuladas por los bailarines, llámense atletismo, técnica Müller, lenguaje Gaga o la incesante investigación sobre el cuerpo que lleva a cabo diariamente en su sede jiennense de Vilches.

Un sencillo pero impresionante trabajo que ya ha logrado cinco candidaturas a los premios Max.

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