La aldaba

Carlos Navarro Antolín

cnavarro@diariodesevilla.es

El lujo de la nostalgia tras una Semana Santa de Sevilla plena

Hoy no podemos ni debemos recrearnos en los días de plenitud rematados con un colofón tan frío como excesivo Las sillitas y la mala educación lastran la principal fiesta de la ciudad

El Puente del Centenario.

El Puente del Centenario. / José Ángel García (Sevilla)

La ciudad era otra muy distinta a la de este 2023 cuando el francés Joseph Peyré (1892-1968) retornó de la recogida de la Soledad de San Lorenzo y nos legó probablemente la mejor descripción de la nostalgia del fin de la Semana Santa. No estaba Sevilla a escasos días de vivir unas elecciones municipales libres, ni por supuesto los problemas de la principal fiesta de la ciudad eran las sillitas plegables, una Madrugada en jaque o la mala educación de buena parte del público. La nostalgia de Peyré es un lujo que hoy quizás no nos podemos permitir en un mundo que exige alta velocidad, que usa y tira acontecimientos con enorme facilidad, que todo lo envuelve en el calificativo de histórico para al día siguiente mandarlo a la papelera de reciclaje y que fabrica supuestos hitos que al fin son de obsolescencia programada.

La nostalgia parece un licencia vintage, de otros tiempos más serenos, calmados y hasta parsimoniosos. La Semana Santa es hoy lunes un producto agotado para muchos intereses comerciales, cuando es precisamente ahora cuando se registra el mayor número de peticiones de ingreso en las hermandades, sobre todo cuando hemos disfrutado de una celebración plena. Hoy volvemos a los debates de una ciudad que no se ha parado, sino que sabe vivir sus fiestas. Una cosa es ser indolentes, que lo somos, y otra muy distinta es que no sepamos ver nuestras necesidades como sociedad. No luchamos con la intensidad debida por lo que nos corresponde como capital de provincia y comunidad autónoma, pero sabemos vivir, llevar los días, tirar para adelante y refugiarnos en debates más cómodos que la ampliación del Puente del Centenario, los vuelos internacionales del aeropuerto de San Pablo, el efecto de un turismo excesivo que irrumpe en los hábitos y usos cotidianos propios o la terminación de la SE-40. Todo lo cual sin olvidar la obra de ampliación del tranvía, la lucha contra el urbanismo duro, la más que evidente carencia de taxis en las principales horas de demanda y la necesidad de reducir las pintadas y el afeamiento general del centro histórico.

¿Nostalgia? No da lugar a ella en este 2023 marcado por un mundo globalizado. Parece un sentimiento reservado a la esfera de la intimidad, el efecto particular de quien se ha embriagado de la experiencia fría, comprimida y excesiva de un Santo Entierro Magno de justificación tan bienintencionada como forzada. Una Semana Santa plena y con un colofón como el vivido el sábado nos obliga como ciudad a ponernos las pilas cuanto antes. La nostalgia es un lujo como lo son hoy las sábanas de hilo, un producto gourmet, un sentimiento para escritores franceses de otros tiempos.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »