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Ojos que no ven, corazón que siente

  • Juan Antonio cumplirá el sueño de jugar en Nervión, donde su padre defendió la camiseta del Sevilla

  • Curro no ve los partidos de su hijo menor ni los del mayor, que jugó en el Barça

Curro y Juan Antonio, padre e hijo, posan en la orilla del Guadalquivir con las camisetas del Sevilla y del Formentera.

Curro y Juan Antonio, padre e hijo, posan en la orilla del Guadalquivir con las camisetas del Sevilla y del Formentera. / juan carlos vázquez

Curro tiene dos hijos futbolistas y nunca ha querido ir a verlos jugar, ni cuando el mayor, también Curro, ahora en el Villanovense, fichó por la cantera del Barcelona. Ya se le erizaron los vellos cuando éste se midió en la Copa de 2015 a quien había sido su compañero de litera en La Masía, Iniesta. Pero esto lo supera. Los nervios le pueden y ha visto de todo a lo largo de veinte años en el bar del Coria, club donde han jugado el abuelo, el padre y los dos hijos. Tampoco estará hoy en el Ramón Sánchez-Pizjuán, el estadio en el que defendió la camiseta del Sevilla y ni siquiera sabe si verá el partido por televisión. "A lo mejor me vengo al bar, pero no sé, la ida no la vi. Sólo los resúmenes", asegura este lateral izquierdo que alternó con Sanjosé y Juan José entre finales de los años 70 y principios de los 80. Lo que no podía imaginar entonces es que su hijo pequeño, Juan Antonio, pisaría el mismo césped pero con la camiseta de otro equipo, el Formentera.

El delantero y máximo goleador del cuadro balear (14 goles en la Liga y 2 en la Copa) jugará el partido de su vida. "Para mí, sin duda, es el partido más bonito que voy a jugar nunca. Yo no vi a mi padre jugar, pero he crecido viendo los álbumes de fotos y siempre vibrando con el Sevilla. Es mi sueño, jugar en el Sánchez-Pizjuán. A ver si me hacen muchas fotos porque no se me olvidará en la vida". Juan Antonio no apuntó tanto como su hermano, pero siempre fue una referencia en el grupo X de Tercera División. Coria, Alcalá, San Juan, otra etapa en el Coria, Gerena y el salto de la península el verano pasado. "Viendo el sorteo casi me da un vuelco el corazón. Los chavales querían el Madrid o el Barça por la taquilla, pero cuando salió el Sevilla para mí fue una tremenda alegría. Que mi hijo chico vaya a jugar en el campo que yo he pisado...", apostilla Curro.

El protagonista, que intentó (y rozó) en la ida el gol de la noche desde su propio campo cuando vio a Sirigu adelantado -"si me sale, aburro a los de los telediarios"-, corrobora lo que dice su padre. Ni a él ni a su hermano va a verlos jugar. "Siempre nos ha dicho que disfrutemos, a mí por ejemplo ahora que juegue como siempre, que toque el balón y que me divierta jugando. Se pone muy nervioso y ni siquiera lo hizo aquí en Coria, no nos ha visto jugar", relata el futbolista de 26 años, un delantero potente, con poderosa zancada, buen rematador, pero que, sobre todo, destaca porque es capaz de hacer cosas con el balón que por su apariencia no es muy habitual.

"Yo nunca he querido decirles a mis hijos cómo tienen que jugar o lo que tienen que hacer, como otros padres. En el bar del club he visto pasar a todo tipo de padres y muchas veces te entran ganas de echarlos del campo. Hombre, sé cómo juegan, porque veo algunas grabaciones, pero por eso a mis hijos ni he ido a verlos y los únicos consejos que les he dado es que se cuiden, que se alimenten bien y que disfruten jugando". Esa filosofía no cambia ni siquiera cuando entra en juego el equipo de su alma, el Sevilla. A dos pasos del estadio del Coria, en el bar que lleva su nombre y donde la madre de Juan Antonio, Gertrudis, hace obras de arte con la fritura de pescado, no cuelgan fotos de aquel potente lateral que nunca dejó de tener los pies en el suelo. Eran otros tiempos, sí, pero siempre ha habido futbolistas. Esta forma de entender la vida la mamaron sus hijos, que siempre saben dónde están. "Hay una gran diferencia, nosotros somos un equipo humilde que va a competir porque siempre sale a ganar, pero con la cabeza sobre los hombros. En la ida las diferencias se veían en que muy pocas veces escogían la opción mala, tocaban muy rápido, a uno o dos toques, y no se les iba ningun control. Nosotros iremos a disfrutar el antes, el durante y lo que venga después del partido. No hay más", promete Juan Antonio, que, junto a su hermano, personifica la constatación de que el fútbol se hereda, que va en los genes... pues fluye sin necesidad de consejos y sin que sea necesaria la típica evaluación paterna desde la banda.

El hijo, por edad, no vio jugar al padre, y el padre, por principios, no va ver jugar al hijo. Pero esto también es fútbol. Y tanto.

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