Sevilla-Eibar · El otro partido

Como alumnos aplicados

  • El equipo de Sampaoli aprueba con nota ante el Eibar

  • Sarabia y Vitolo intercambian sus roles habituales para amarrar una victoria fundamental

Jovetic se abraza con Yoel, a quien arrolló sin consecuencias tras un mano a mano en el que no consiguió marcar.

Jovetic se abraza con Yoel, a quien arrolló sin consecuencias tras un mano a mano en el que no consiguió marcar.

El Sevilla no sólo amarró en el Sánchez-Pizjuán tres puntos vitales para sus intereses ligueros, sino que también demostró ser capaz de aparcar distracciones futuras para aprobar con nota el examen que le tenía preparado Mendilibar.

La fórmula del entrenador del Eibar incluía dos problemas a resolver: cómo sobreponerse a una presión adelantada y qué hacer para neutralizar su gusto por adelantar la línea del fuera de juego. Y aunque algún sevillista cayó en la segunda pregunta trampa -en apenas media hora de partido Ben Yedder ya había visto levantarse el banderín en cuatro ocasiones-, el resto de la tropa advirtió las intenciones del preparador rival.

Porque nada tiene que envidiar el librillo de Sampaoli al del vasco. Y el maestro de Casilda, empeñado en enseñar y transmitir a sus pupilos su particular forma de ver el fútbol, tiró de retoques sobre la marcha y de instrucciones a viva voz, confiando en que los suyos hiciesen lo más difícil: colar el balón en la portería contraria.

El primero en hacerlo fue Sarabia. El madrileño, avezado alumno del amateurismo, aprovecha cada ocasión en que pisa el césped para sobresalir, igual que el niño que se sienta al fondo de la clase y espera diligentemente a que el profesor le dé el turno de palabra para, cuando lo hace suyo, dejar al resto mudos.

El silencio de los eibarreses cuando su disparo, de trayectoria perfecta, superó a Yoel, fue la contraimagen del júbilo que prendió en Nervión. El sexto gol de Sarabia en lo que va de Liga, el segundo que marca como titular, mostraba el camino del aprobado general.

Porque el 1-0 generaba emoción contenida. Si bien es cierto que el Eibar fue de menos a más, que como presionó en la primera mitad no lo hizo en la segunda y que su picaresca con el fuera de juego ya había perdido el factor sorpresa, la exigua ventaja infundía algún que otro temor.

Faltaba el lucimiento, la acción que significase el notable alto. Y fue Vitolo, acostumbrado titular que esta vez entró en acción en el segundo acto, quien se encargó de conseguirlo.

El canario se había apoderado de la banda derecha. Y su entrega encontró premio en el minuto 90, cuando apareció casi de la nada para adentrarse por el centro del área visitante y anotar el 2-0.

Un punto positivo para Vitolo, a quien le gusta hacerse notar desde el inicio, como al alumno que se desenvuelve con soltura en cualquier materia y escenario. Y aunque la suplencia no le era familiar, desempeñó el papel que había dejado vacante Sarabia, el de suplente goleador, para anotar su cuarto gol en Liga, el segundo actuando como refresco.

De paso, esquivó una alerta de color amarillo que acuciaba al Sevilla, pues de ver la quinta tarjeta se perdería el derbi. Igual que Sarabia, Rami, Nzonzi y Nasri. Pero ninguno emborronó con tan desafortunado tachón su hoja de calificaciones.

En todas lucen anotaciones positivas. La búsqueda del sobresaliente ante el Leicester es la próxima tarea a cumplimentar por este Sevilla, inmerso en una evaluación continua tan exigente como motivante.

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios