Andalucía

El síndrome del Osasuna

A finales de los años 80 los clubes de fútbol estaban endeudados hasta las cejas, entre otras cosas por haberse gastado un dineral que no tenían en los estadios para el Mundial del 82, con créditos del Banco Hipotecario que no pensaron nunca pagar. El Gobierno tuvo que hacer un plan de saneamiento para salvar a los morosos de la desaparición, cosa que en algún caso como el Club Deportivo Málaga no se evitó. Morosos eran prácticamente todos, salvo el Osasuna, que había llevado una austera política financiera. Y que a la larga resultó perjudicado, porque no se pudo beneficiar de la quita que se hizo con el dinero de las quinielas a las cuantiosas deudas de los demás. El mismo efecto tiene sobre el contribuyente alemán tener que contribuir a salvar de enorme deuda que Grecia no puede devolver.

La consejera Aguayo tiene el síndrome del Osasuna. No quiere ser la primera de la clase en austeridad y ha decidido, se entiende que cumpliendo instrucciones de su amigo el presidente de la Junta, que en términos de déficit y endeudamiento con estar mejor que la media ya es una buena alumna. Ayer aludió al déficit de manera elíptica. Dijo que va a ser difícil que las comunidades autónomas, en plural, cumplan con el objetivo de este año, que es el 1,3% del PIB. Andalucía lo tiene imposible, porque en el primer semestre ya consumió todo el margen del año y más, con un -1,49%, la sexta del pelotón de los incumplidores, detrás de tres comunidades autónomas gobernadas hasta este año por los socialistas, en Castilla-La Mancha, Extremadura y Baleares, y dos que llevan muchos años gestionadas por los populares, Valencia y Murcia.

Griñán y Aguayo presumen, con razón, cuando tienen oportunidad, de que Andalucía entre 2003 y 2007 fue la campeona del superávit entre las regiones españolas, con +3.539 millones por un déficit conjunto del resto de comunidades autónomas de -8.700 millones. El Osasuna. Entonces. Porque en los últimos ejercicios, y en el presupuesto que se presentó ayer, se practica la regla de ir al máximo déficit permitido, el 1,3% del PIB. También al máximo endeudamiento posible. La deuda nueva prevista, de casi 5.000 millones. Aun así el endeudamiento público regional está un par de puntos por debajo de la media española y, si se calcula respecto al PIB, en la mitad de autonomías ricas como Cataluña y Valencia.

Este ir al máximo de lo que se permita o lo que se pueda, llega después de haber fracasado Aguayo en su intento de convencer a la vicepresidenta Salgado de que se estableciera un déficit individualizado para cada comunidad autónoma, en función de la situación general de sus cuentas públicas. Elementos como el punto de partida, el endeudamiento diferencial o el grado de aplicación de la Ley de Dependencia, deberían tomarse en cuenta, según el criterio de la consejera. Pero Salgado no le ha hecho ningún caso; no se reúne con ella, ni se le pone al teléfono. No se entienden. Aguayo se refirió a su compañera de partido con como la señora ministra. Con el mismo cariño podría haber dicho la señorita Rottenmeier. Salgado pretende tratar igual a todas las comunidades autónomas. Tengan mucha o poca deuda acumulada, tengan o no déficit excesivos que tripliquen el objetivo nacional. Y a Aguayo se le activa el síndrome del Osasuna.

A esta idea, de no ser el mejor de la clase, porque no se obtienen compensaciones, se une que hay unas elecciones en cuatro semanas y otras en poco más de cuatro meses. Las vísperas electorales son gastosas por definición, y el próximo ejercicio no va a ser una excepción. Las estrellas del presupuesto de 2012 son las tres grandes políticas sociales: educación, que sube un 2,5%; salud, que se mantiene, y dependencia, servicios y prestaciones sociales, que sube un 3,6%. La frase de Aguayo de que estas cuentas contrastan con la tendencia de apelar a los recortes sociales como única solución es una bofetada sin manos al PP. No todas han sido para la compañera Salgado.

La pregunta es si podemos seguir endeudándonos al frenético ritmo de los últimos años, pagando más de un 7% de interés, con gastos de amortización que ya rondan los 1.500 millones al año. La respuesta es que hasta marzo, sí. Pero tanto si el PP logra la mayoría absoluta, como si el PSOE conserva la Presidencia con un pacto con IU, habrá que cambiar de estrategia presupuestaria en los próximos ejercicios. De aquí a las elecciones hay otro síndrome, que afecta por igual a populares y socialistas. Como en el lema olímpico, citius, altius, fortius, ambos pretenden reaccionar más rápido, llegar más alto y ser más fuertes que su adversario a la hora de resolver los problemas. Pero con crecimientos anuales del PIB menores del 1%, una vez que las urnas hablen, quien quiera que gane tendrá el año que viene un escenario mucho peor para los siguientes presupuestos de la comunidad autónoma.

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