Andalucía

Un refugio andaluz en Croacia

  • Las hermanas Lola e Inma son dos jiennenses que han acogido en su casa en la frontera croata con Eslovenia a los refugiados sirios

Lola del Jesús también ha sido una "refugiada" prácticamente toda su vida. Nació en Jaén hace 39 años, fue víctima de abusos por parte de su padre, alcohólico, que también maltrataba a su madre. Con 14 años, se fue a Vitoria embarazada con quien pensó que iba a salvarla de todo el horror que había padecido desde que tenía cinco, pero nada más lejos de la realidad, porque pronto ese hombre, con quien tuvo un segundo bebé, también empezó a darle palizas.

"Yo necesitaba salir, busqué ayuda en brujería, curanderas, estaba desesperada, quería acabar con todo", relata. Hasta que conoció la ONG española Remar, presente en países de medio mundo ayudando a la rehabilitación de personas marginadas y con problemas de adicciones ofreciéndoles alojamiento y cuidados hasta su completa integración en la sociedad. "Ellos me devolvieron mi identidad, con afecto y amor, y hace 15 años vivo con mi marido José en Harmica", un pequeño pueblecito croata en la frontera con Eslovenia donde compate hogar con sus 7 hijos y una decena de chicas en proceso de rehabilitación.

La principal filosofía de vida de Remar, independientemente de su inspiración evangélica, es vivir compartiendo todo con las personas que lo necesitan; los hijos de Lola estudian y colaboran en casa, y también ayudan a las chicas drogodependientes y a sus hijos. Se financian con los proyectos que van saliendo: hacen cáterin, rehabilitan muebles, cualquier ocuapación que sean capaces de hacer, la realizan y van autofinanciándose.

"Yo he buscado refugio y me lo han dado, así es que cuando desde el pasado jueves comenzaron a llegar miles de refugiados, no pude hacer menos que abrirles mi casa, pedir apoyo a las autoridades locales y a otras instituciones humanitarias y hacer lo posible porque su paso por aquí sea lo más cómodo posible" comenta.

El jardín de su casa es una cocina improvisada por un grupo de voluntarios suizos, cocineros, que llamaron a su puerta para pedirles que les dejaran cocinar para los refugiados. Además, todo el pueblo pasa por la casa de Remar para dejar alimentos, ropa, agua y ofrecerse a lo que haga falta; mientras, las chicas que se están rehabilitando se organizan para cuidar de sus hijos, recoger, clasificar ropa y alimentos.

"Así seguiremos hasta que se haya ido el último refugiado", dice Lola, quien se trajo a su hermana Inma a vivir con ellos también y con la que junto a sus siete hijos y a su marido forman un equipo perfecto. "Mi marido se encarga de coordinarlo todo, yo de que las cosas marchen bien, mi hijo mediano ayuda en la cocina porque es cocinero profesional. El mayor, Luis, de 23 años, es el responsable de la casa de chicos drogadictos, mi hija, de 22, lleva a las chicas y los más pequeños ayudan en lo que pueden".

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