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Sábado de nardos en el Parque de María Luisa

  • La Virgen de la Paz preside una misa en la Plaza de América con motivo del 75 aniversario fundacional.

El nardo es una planta de flor blanca e intenso olor que florece en los meses de verano y, tradicionalmente, simboliza la pureza. Por eso, el sevillano asocia las varas de nardo a las cuatro esquinas del paso de la Virgen de los Reyes, que hizo su salida hace mañana un mes. Pero ayer, el aroma dulzón de esta flor volvió a hacer acto de presencia en las calles de la ciudad. Cuando el palio de María Santísima de la Paz, exornado exclusivamente con nardos, atravesó el dintel de la puerta de la parroquia de San Sebastián, en El Porvenir parecía 15 de agosto y, a la vez, Domingo de Ramos.

Dos minutos después de las cuatro de la tarde, la Dolorosa tallada por Antonio Illanes salió de su templo en dirección a la Plaza de América para el acto más destacado de los que se han programado para conmemorar el 75 aniversario de la fundación de la Hermandad de la Paz, una misa estacional oficiada por el arzobispo Juan José Asenjo. Una hora antes de la salida, la tranquilidad era la nota dominante en el barrio, pero el Escuadrón Montado de Cornetas y Timbales de La Paz acabó con esa calma de sobremesa y anunció que la hora de salida estaba próxima. Ya lo sabían las familias de las abarrotadas calles Río de la Plata y Brasil, que con los balcones adornados con colgaduras se tomaron el sábado casi como una jornada festiva. Igual que los residentes en el Centro de Mayores Santa Genma, que esperaban a la Virgen de su barrio en el patio del número cinco de la calle Brasil.

Aunque la espera fue corta, la salida se retrasó cuando, todavía en los jardines de la parroquia, el sevillano Álex Ortiz le cantó a la imagen mariana una plegaria por saeta, muy celebrada entre los asistentes. El cortejo, formado por unos 350 hermanos con cirio y las representaciones de las hermandades de La Paz de Andalucía y las del Domingo de Ramos, tardaba en pasar, aproximadamente media hora, por lo que las muchas familias que acudieron al Porvenir no tuvieron que aguantar demasiado tiempo el calor de la tarde de ayer. Todavía en el barrio, el capataz Antonio Santiago se puso la ropa de costalero y se metió debajo del palio que acababa de sacar, dejando a su hijo al mando para llevar a María Santísima de la Paz hacia el altar de la Plaza de América

Una vez cruzada la frontera que es la Avenida de la Borbolla, el palio blanco entro en el Parque para dejar una imagen propia de la pasada Semana Santa: el público se disponía, sobre todo, en la sombra, dejando a los más atrevidos la posibilidad de acercarse a la Virgen lo máximo posible. Después de dejar atrás la glorieta de Covadonga, la Dolorosa continuó su recorrido tradicional del Domingo de Ramos, del que se desvió al girar a la izquierda, buscando la avenida Hernán Cortés. Allí, bajo la torre Sur de la Plaza de España, un grupo de jubilados daneses observaban en respetuoso silencio, comandados por su guía, Anne Lise Paulsen, que hizo referencia a la sorpresa de estos turistas ante la procesión, por su condición de luteranos.

La Dolorosa, entre relevo y relevo, seguía su recorrido inédito para llegar al Monte Gurugú, una improvisada tribuna para los cofrades sevillanos y lugar privilegiado para esa legión de fotógrafos que pueblan las procesiones. Allí, José Luis Rodríguez, joven hermano de la Paz, disfrutó de la imagen titular que acompaña cada Domingo de Ramos. Y es que el día de ayer se convirtió en una jornada señalada para muchos de esos nazarenos blancos que inauguran cada Semana Santa y no pueden ver a su Virgen en la calle.

A los sones de la Banda de Música Santa Ana de Dos Hermanas, el paso neogótico alcanzó la trasera del Pabellón Mudejar, hoy Museo de Artes y Costumbres populares, para desembocar en la Plaza de América, abarrotada de público a las seis y media de la tarde. La cuadrilla de costaleros hizo un último esfuerzo para subir la rampa y llevar a La Paz al altar con la marcha Regina pacis. La Virgen quedó dispuesta, delante de la puerta de la fachada neomudéjar que Aníbal González diseñó para la Exposición Iberoamericana de 1929.

Con puntualidad británica, a las 19:30, los miembros del Grupo de Cámara Santa Cecilia abrieron la misa estacional con una pieza de Telemann y otra de Bach, para después dar paso a monseñor Asenjo. En su homilía, el arzobispo destacó la condición de la Virgen como primera discípula de Cristo, pero también inquirió a los asistentes a rezar por los diferentes conflictos mundiales, como los de Iraq, Siria, Ucrania, e, incluso, por la epidemia de ébola de África Occidental. Los músicos cerraron una eucaristía, que se desarrolló con la máxima puntualidad, con un allegro de Vivaldi ante una Plaza de América llena de público. En la hora y media de la celebración, el sol tuvo tiempo de ponerse y miles de sevillanos, empujados por la suave brisa, optaron por acercarse al Parque para ver cómo la Virgen de la Paz volvía a su barrio por calles por donde nunca había pasado. El broche de oro a un año de celebraciones en El Porvenir.

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