Cofradias

Captadores de lo efímero

  • Fotógrafos cofradieros ajenos a la prensa proliferan en Semana Santa en busca de los mejores instantes

CARGAR las baterías, localizar las tarjetas de memoria, reajustar el trípode y desempolvar la escalera. El ritual marca la cuenta atrás para los amantes de la fotografía cofrade antes de volver al ruedo del fervor y captar lo que pasa inadvertido. La era digital ha quitado protagonismo al quién y al cómo a la hora de apretar el obturador. Pero el espíritu sigue siendo el mismo: detener el tiempo de lo efímero. La siguiente selección recoge seis miradas gráficas de la Semana Santa que se desligan del orbe mediático. Son todos los que están, aunque no están todos los que son.

Javier Navarro

Casi cuatro décadas captando instantes. Hizo sus primeras fotos a los 11 años con una Kodak Pocket A-1. Médico de profesión, llega a la fotografía para conservar lo que no quiere olvidar. Huye de la crítica social y del fotoperiodismo y se decanta por la luz y alegría. Con su cámara inmortaliza la Sevilla más costumbrista donde incluye la Semana Santa.

Sigue lo que en inglés se llama street photography o fotografía de calle. "Trato de buscar el lado humano. Más que a las imágenes, me gusta lo que ocurre alrededor de los pasos: una mantilla por una calle adoquinada o alguien que da un bocadillo a un nazareno". Camina con la cámara sin funda, siempre encendida y con disparo rápido. No concibe el trípode y la escalera en su obra. Indignado ante la masificación de móviles, avecina un futuro desolador: "No sólo impiden una buena toma, es que se está perdiendo el sentido de lo que está pasando. Veremos nubes de drones alrededor de los palios".

Se queda con un perfil de la Macarena en Ómnium Sanctórum por los 50 años de la coronación: "Tuve suerte al coger sobre la iglesia la imagen oscura de la Virgen con las mariquillas y las bambalinas con algo de movimiento". El Martes Santo es su jornada por excelencia. El Postigo o la calle Harinas son enclaves que elige para encuadrar al Cristo de la Buena Muerte. Disfruta con los barrios y con la intimidad de los cortejos en los templos. La Mortaja es su hermandad fotogénica. No falta a su cita diaria con la red, su mejor escaparate. En el blog El ojo que lo ve lleva publicadas más de 4.000 fotos desde 2013. La cuaresma le ha dejado un segundo premio en la CEU San Pablo.

Antonio Sánchez

De pedagogo a fotógrafo. Sánchez Carrasco ha hecho de su hobby un estilo de vida. Soltó el trombón de la banda de la Redención cuando entró en la mili y lo cambió por la cámara. Cuando no la lleva consigo, el móvil es la herramienta que le consuela. "Malvive" de la fotografía y saca punta a lo que llama democratización del oficio. "Ahora, con una tarjeta de 16 gigas ,tienes las fotos que antes hacías con varios carretes". Que todo el mundo se crea fotógrafo es el problema que resalta de la revolución digital.

Define su estilo como naturalista gamberro: "Capto lo que veo, pero intento darle una vuelta de tuerca, yendo más allá de la clásica foto de un palio de frente". Alrededor del paso busca historias y juega con los dobles sentidos. Un par de objetivos y algo de mobiliario urbano -maceteros, contenedores o paradas de autobús- conforman su equipo. Prefiere el día como el mejor momento para usar la cámara. "La capacidad de encontrar matices y detalles se reduce mucho de noche". La Madrugada es su jornada preferida y señala un momento: "Cuando se hace de día uno se da cuenta de que esto se acaba, te invade la melancolía y haces fotos más tristes".

Ahondando en sus gustos, se queda con el Señor de Pasión como talla más fotogénica. "Es el más anatómicamente perfecto". En cuanto a los espacios por explorar, señala barrios como San Pablo y el Cerro, y el regreso de las cofradías de negro de la Madrugada. Sánchez ha estampado su firma en multitud de boletines, libros y carteles. Ha publicado fotografías en varios periódicos y es uno de los usuarios más activos en la red social El Palquillo de este periódico.

Salazar-Bajuelo

La afición y la profesión van de la mano en el indisoluble tándem que forman Fernando Salazar y Ángel Bajuelo. Del barrio de la Puerta Real, no aciertan a decir con exactitud si son 30 o más los años dedicados a la fotografía cofrade. Tienen como referente a la familia Arenas: "Lo que nos gusta es que se vea el paso en su conjunto, con el ambiente, más que el primer plano o el detalle".

Fotógrafos antes que cofrades, lamentan el desmadre actual: "La evolución de la fotografía cofrade era normal hasta que llegó la ola digital. Ahora todo el mundo tiene derecho a hacer fotos pero cuesta mucho trabajo. Antes había respeto y ahora cualquiera se pone delante". Salazar y Bajuelo prescinden del trípode y se reparten el trabajo cada jornada: "Por el día vamos por donde queremos para no hacer lo mismo; por la noche nos reencontramos". Indagando en el archivo, se quedan con su foto más compleja: "La que le hicimos al Gran Poder en Almirantazgo desde el interior de una casa. Salió bien a pesar de los flashes".

Se inclinan por la fotografía de noche y el Lunes Santo es su día predilecto. No les falta nunca la entrada del Museo. Como tallas fotogénicas eligen a los crucificados, en especial los de San Bernardo o el Calvario. "Salen muy bien por el horario y el recorrido". Para Salazar-Bajuelo la planificación es marca de la casa. "Proyectamos la foto que queremos y vamos viendo los itinerarios. Nos fijamos en las calles y en los balcones". Junto a Juan Salas forman el trío que cada año edita la revista Cuaresma. El trabajo de una semana les sirve a ambos para llenar una de las publicaciones cofradieras más consolidadas.

Rafael Alcázar

Desde 1981 sacando la cámara en Semana Santa y más de tres lustros como fotógrafo oficial del Boletín del Consejo. Rafael Alcázar empezó muy joven. "En la comunión me regalaron una Super-8 para vídeos y luego una Polaroid", recuerda. Amateur pero con larga trayectoria. Aunque su vida profesional gira en torno a la abogacía, dedica las horas libres a su pasión fotográfica.

El archivo Serrano es la fuente de inspiración de la que bebe para un estilo que llama histórico. Alcázar busca elementos que contextualicen para ver cómo cambian las cofradías, los edificios o el público. Reticente a la eclosión digital, por el precio y baja calidad, hoy no podría vivir sin los avances tecnológicos. "La foto analógica estaba muy limitada por el carrete".

Para este ex costalero de las Tres Caídas de Triana son dos los contratiempos actuales: "Antes éramos pocos y nos respetábamos, ahora tengo complejo de hombre invisible. Cualquiera saca el móvil y se pone delante sin mirar si molesta. Otro problema es que se pone el modo automático y de ahí no se sale".

Alcázar forma parte de la minoría que utiliza escalera. Puesto a elegir, se queda con la foto que hizo desde la terraza del Banco de España. "Es un nazareno del Silencio pidiendo la venía y las filas de la cofradía acercándose. Fue difícil porque estaban en movimiento". La Madrugada es su día predilecto y se decanta por el Cristo de la Buena Muerte de los Estudiantes como talla más fotogénica. Prefiere la fotografía de noche frente a la descompensación de luz de los palios durante el día y huye de las calles estrechas: "Hay avenidas que parecen poco fotografiables que dan buenas fotos". Ha llegado a hacer 20.000 tomas en la fiesta y le hubiera gustado ver el encuentro de las Esperanzas de 1995. Guarda la rabia de no haber captado los altercados de 2000: "Me llevé de costalero una cámara pequeña en el bolsillo. Del impacto, olvidé que la tenía" .

Álvaro Pastor

Historiador, profesor y escritor. Álvaro Pastor paso de las crónicas taurinas a la fotografía, una afición que cultivó desde joven. "La primera cámara fue una analógica que heredé de mi padre", indica. Se desliga de los antiguos fotógrafos. "Se les nota porque son de disparo único. El resto abusamos del automático y el disparo en ráfaga".

Pastor evita los grandes planos. "Voy buscando detalles más humanos que artísticos, y ahí tengo el magisterio de Jesús Martín Cartaya". La accesibilidad y la inmediatez son las ventajas que más aprecia de las nuevas tecnologías: "El carrete limitaba mucho y a veces desesperaba. La fotografía era antes una afición carísima".

Desde su atalaya privilegiada de la Alfalfa, este hermano de la Soledad de San Lorenzo aprovecha para captar lo que pasa por su balcón. "Desde arriba hay una visión muy buena". Pero también se traslada a barrios lejanos como el Tiro de Línea o cercanos como El Arenal para ver La Carretería. Exigente y cómodo. Reniega del trípode y de la escalera. Confiesa que saca poco la cámara durante la Semana Santa por el "engorro" que supone ver cofradías con peso. No deja escapar la luz del Jueves Santo y el fervor del barrio de San Bernardo con el Cristo de la Salud. "Es una hermandad muy fotogénica por el conjunto que forman el Crucificado, el paso, esos candelabros altos, la calle Ancha…". Si tiene que elegir entre sus fotos, se queda con dos: los pies del Cristo de la Fundación de los Negritos sobre un monte de lirios; y la cara cansada de un armao de la Macarena. Con una amplia trayectoria a sus espaldas, Pastor ha colaborado con textos y fotografías en varios medios impresos locales y en revistas de arte. Es autor de diversos libros de temática hispalense y de naturaleza fotográfica. Y en los últimos años destaca su colaboración con la Fundación Cajasol con las imágenes que engalanan los palcos.

Arturo Candau

Toda la vida como fotógrafo y casi una década de manera profesional. Cada encuadre de Candau invita a la reflexión y en la Semana Santa encuentra el refugio idóneo para sus creaciones. De estilo emocional: "En la fotografía cofrade se trata de traer recuerdos y sentimientos. El culmen es que alguien rece al ver la foto". Y lo ha conseguido: "Una monja rezó ante una de mis fotos expuestas".

Decidido. Archiva el instante que se propone aun sabiendo que no disfruta. "Estás pendiente de todo lo que hay que hacer que al final te pierdes el momento". Acostumbrado al paisaje de teléfonos, su postura es firme: "Me da pena ver tantos móviles, no porque me estorben, sino porque todos se pierden el instante a cambio de llevárselo enlatado". Entre sus fotos tiene detalles, contraluces y miradas. Se inclina por la que sale un señor mayor mirando desde la ventana a la Borriquita. El Domingo de Ramos pone la cámara en off para auxiliar al martillo en el Amor. La Madrugada es su otra jornada desde que colgó el costal.

Para Candau cada cofradía tiene su momento. "La luz más bonita es la de Jueves Santo, la más triste la del Viernes Santo y la más alegre la del Domingo de Ramos". Reivindicador nato de los derechos de autor, procura no ver fotos para evitar "contaminarse" del trabajo de los demás. Según Candau, las tallas fotogénicas son las de mayor calidad. Menciona al Gran Poder, a la Macarena y al crucificado del Amor. "Son las más perfectas a la hora de trasmitir".

De Bustos Tavera y parroquiano de El Rinconcillo, su primer reconocimiento cofradiero tuvo aroma a pavía y espinacas con garbanzos. La espalda del Cristo del Amor y la cúpula del Salvador ilustraron un cartel con sitio reservado entre Gerona y Alhóndiga. La exposición Esperanza en la Fundación Cajasol fue hace dos años su mayor logro. 28.000 miradas anónimas vieron en una semana el rosario de versiones de la Macarena.

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