Cultura

Pérez Azaústre disecciona los miedos contemporáneos en 'Los nadadores'

  • La editorial Anagrama publica la nueva novela del escritor cordobés, un relato de tono existencialista sobre la soledad y la disolución de la identidad en un mundo crecientemente hostil · A la venta el jueves.

En una piscina, un hombre nada. Y es capaz de ver su futuro y de sentir una extraña fortaleza, de apresar algún tipo de certeza que se revelará efímera y falsa. Porque fuera del agua está el mundo, están los demás, la ciudad con su vibración alienante, la espiral blanca del miedo, la memoria y sus trampas, el ronco latido de los días. Este hombre, Jonás, fotógrafo de prensa de vida solitaria, es el protagonista de la nueva novela de Joaquín Pérez Azaústre, Los nadadores, una indagación de perfil existencialista en los caudales de vacío de la vida contemporánea. Lo urbano y lo simbólico, la fragmentación de la identidad y la tiranía del recuerdo confluyen en un relato de inquietantes texturas con el que el cordobés debuta en la editorial Anagrama y que llegará a las librerías el próximo jueves.

La piscina

Metáfora de un mundo líquido y peligroso que impone la supervivencia como combate de cada día, la piscina se revela como ámbito de conocimiento, como reto físico y anímico para un personaje que encadena brazadas como quien despoja a una verdad de sus capas. La piscina (espacio para la amistad, la rivalidad, la plenitud, la memoria) activa el sistema interno de coherencias que vertebra una novela en la que una densa ambigüedad se incrusta en las escalas de lo cotidiano. No resulta casual que en una de las secuencias culminantes del relato (con sabrosa parodia de célebre periodista incluida), el personaje acabe involuntariamente... en una piscina.

La fotografía

Jonás sólo es capaz de relacionarse con el mundo a través de objetos y ámbitos muy concretos. Uno de ellos es la cámara fotográfica. A través de ella, el encuentro con la realidad adquiere diversos matices y una inevitable cualidad de distorsión. La doble vertiente fotografía periodística/fotografía artística actúa como válvula para la proyección de las confusiones y las ambivalencias de Jonás, personaje escindido, fragmentado, en búsqueda acuciante de algo que se perdió o que nunca tuvo. En búsqueda de sí, perseguidor y perseguido, Jonás postula para una exposición una serie fotográfica de espacios abandonados. Es su manera de reflejarse en el ejercicio de una disciplina con la que mantiene una relación inconstante en la que alguna vez intuyó una posibilidad de reforma anímica.

Las personas

Jonás se está quedando solo (más aún) porque las personas de su entorno desaparecen. Es el eje argumental de un relato que expande su onda de misterio a partir del despliegue de unas sinuosas estrategias de opresión y extrañamiento, un poco entre Kafka y David Lynch. Si la vinculación a los espacios y los objetos define la clave más íntima del personaje, en su contacto con los demás se constata la condensación cotidiana de una inestabilidad. Su patrimonio de compañía, su estímulo de complicidad no residen en la relación de pareja ni en la paternofilial sino en la amistad. Y cada amistad crucial está asociada a uno de los núcleos simbólicos de la historia: Sergio, a la piscina; Ingrid y Sebastian, a la fotografía. Pero Los nadadores es una novela sobre la incomunicación, sobre las derivas oscuras de un mundo hipertecnologizado y la frustración como patología rotunda y colectiva. En su propuesta de avance hacia un nuevo existencialismo que se replantea la situación del hombre en las sociedades avanzadas, Pérez Azaústre disecciona los miedos contemporáneos a partir de una historia que combina con placidez los registros concretos y los abstractos. Al final triunfa, como única razón, como lógica implacable, la pauta de lo inexplicado, en concordancia con la cita introductoria de Dostoievski: "... a enseñar a los hombres que lo que importa no es la libertad ni el amor, sino el enigma, el secreto, el misterio al que tienen que someterse...".

Un nuevo camino

La autonomía del relato es plena en una obra que marca el arranque de un nuevo tramo en la trayectoria novelística de Pérez Azaústre, si bien no se prescinde de algún anclaje en propuestas anteriores como el tema de la identidad o la relevancia concedida a la ciudad como escenario para el hallazgo, para el encuentro o la demolición. Con una sutil minuciosidad en la descripción de lo doméstico y lo habitual que remite a Muñoz Molina y una clave de poesía oscura que conecta con el mejor Paul Auster, Los nadadores emerge como radiografía severa y paradójica de un tiempo que impone las más feroces formas de soledad que el hombre ha conocido.

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