-¿Su cabeza tiene precio?
-Lo tiene, desde que hace años entrevisté a una muchachita víctima de una red de trata sexual de mujeres y niñas que operaba en Cancún [México]. La primera amenaza llegó cuando llevé el asunto a la televisión.
-¿Quién la amenazó?
-El líder de la red mafiosa, en connivencia con el gobernador de La Puebla. Cuando publiqué Los demonios del Edén me mandó detener y fui torturada. Querían que me retractara.
-¿Qué le descubrió aquella niña?
-Me hizo comprender que aquél líder mafioso captaba niñas fuera de las escuelas, las convencía de que quería ser su padrino, se acercaba a las madres… Y las vendía a los turistas.
-¿Las vendía?
-Cobraba dos mil dólares por la relación sexual, a veces con niñas de hasta cuatro años. Y producía pornografía infantil con ellas.
-Supongo que se protegió de él.
-Durante varios años me acompañaron cuatro hombres armados de la Policía federal. Pero hubo un atentado contra nuestro vehículo y pensamos que la propia Policía estaba implicada. Renuncié.
-¿No se fía de las autoridades?
-No puedo. En mi libro exhibí a algunos de los políticos más poderosos de mi país. Expliqué claramente que la red mafiosa les blanquea dinero.
-¿Sabía que se enfrentaba a una red de trata de blancas?
-Al principio no la llamábamos así. Hablábamos de explotación de niñas, prostitución… Pero encontré a una jovencita comprada en Venezuela y vendida en México y entendí que había mucha gente involucrada en el negocio.
-Con una cadena organizada.
-Así es. Desde la mujer que la enganchó en Venezuela hasta los agentes de inmigración, los de los aeropuertos, los de las líneas aéreas y, por supuesto, los tratantes y los clientes.
-¿Ahí empezó su investigación a gran escala?
-Decidí que quería entender cómo funcionan estas redes alrededor del mundo.
-¿Qué países visitó?
-He analizado una decena de países latinoamericanos, Canadá, ocho países europeos, siete países africanos y del Magreb, todo el sudeste asiático y Asia central.
-¿Y qué descubrió?
-Que en ciertos países las mafias se han apoderado de la industria del sexo comercial, lo que denota la gravedad del problema.
-¿Se refiere las mafias de la droga?
-Me refiero a las mafias del narcotráfico y del tráfico de armas, en colusión con los servidores públicos. Hay soldados, algunos de la OTAN, que consumen la prostitución cuando llegan a países en guerra.
-¿Cómo logró penetrar en ese submundo?
-En algunos casos me disfracé. Necesitaba entrar para entender lo que ocurría. Me vestí de monja para acompañar a un grupo de rescate de niñas. Y de prostituta. Esto fue lo más difícil.
-¿Corrió algún riesgo?
-En el viaje a Kirguizistán, sin hablar el idioma, dependiendo para todo de los traductores, llegó un momento en que no sabía si me iban a vender mis ayudantes.
-¿Cuál fue el hilo conductor de su trabajo?
-Las voces de las víctimas. Entrevisté a una joven norteamericana que fue engañada y vendida a los yakuzas japoneses. En teoría iba a Japón para cantar. ¡Sus papás firmaron un contrato!
-¿Qué le ocurrió?
-La pusieron a trabajar en un local elegante y descubrió que los clientes eran mafiosos yakuzas. Uno de ellos la compró y la sometió, junto con otros hombres, a una terrorífica ceremonia de violencia sexual.
-¿Qué otro caso la impactó?
-El de una niñita de diez años, atrapada por una red en Brasil. Le pregunté qué opina de quienes defienden la legalización de la prostitución. Y me dijo: "Cuando no tienes opciones no puedes elegir".
-¿Cuánto dinero mueve la trata sexual?
-Tres mil millones de dólares al año. Los expertos coinciden en que si la sociedad no se moviliza muy pronto moverá mucho más dinero que el narcotráfico.
-¡Pero eso es anacrónico, en el siglo XXI!
-Y lo fomentan los países desarrollados. En Tailandia el 70% de los clientes de la prostitución son locales, pero el dinero lo aportan los turistas sexuales, dispuestos a pagar por una niña virgen o un niño pequeño.
-¿Hay misoginia en estos comportamientos?
-Creo que sigue habiendo misoginia en todo el mundo. Los españoles también consumen sexo comercial en varios países, como Cuba y República Dominicana. Buscan lo que en su país les está vedado.
-¿Estamos ante una nueva forma de esclavitud?
-Es una forma de esclavitud contemporánea a la que no hemos atendido. Nos distrajimos con un falso debate sobre la prostitución y la libertad, meramente filosófico, sin tener en cuenta a las esclavas.
-¿Cuántas son en el mundo?
-Hay un millón trescientas mil mujeres, niñas y, en menor medida, niños que son sometidos cada año a esclavitud sexual.
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