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Cultura

Ignacio Tovar regresa al CAAC

  • El artista dona un par de obras de gran tamaño al espacio de la Cartuja, en el que trabajó durante años · El pintor sevillano acaba de clausurar en la Galería Fúcares de Almagro la exposición 'Cera que arde, se gasta'

Tras la generosa donación de la galerista Juana de Aizpuru, que ha destinado una selección de piezas significativas de sus fondos, el Centro Andaluz de Arte Contemporáneo cuenta ahora con un nuevo benefactor: el sevillano Ignacio Tovar ha entregado dos obras suyas, de grandes dimensiones, para que formen parte de los fondos de la institución.

Tovar (Castilleja de la Cuesta, 1947), que acaba de clausurar en la Galería Fúcares de Almagro la muestra Cera que arde, se gasta, juzgaba que había que actuar frente al escenario de recortes que impone la crisis, que ha frenado el ritmo con el que los museos realizaban nuevas adquisiciones. Era el momento, se dijo, para devolver el apoyo que en otras circunstancias, cuando las limitaciones económicas no apretaban, el Centro Andaluz de Arte Contemporáneo le había dado. "Ya el CAAC me ha comprado obra suficiente, y me han hecho una exposición. Pensé que era la ocasión de tener un detalle con el centro", declara el pintor, que con su gesto quiere destacar igualmente el acierto en la gestión del director, Juan Antonio Álvarez Reyes, "que con el presupuesto que tiene en estos tiempos está haciendo un trabajo muy interesante".

Entre las creaciones que dona está una pintura del año 79. "El CAAC no tenía obra mía de esa fecha", explica sobre un cuadro que arrastra una larga historia. "Lo tuve durante muchos años en el Museo Arqueológico, lo llevé allí cuando trabajaba. Luego, La Caixa me compró dos piezas de esa serie y me acordé de aquel lienzo. Fui a verlo al museo y me gustó tanto que decidí recuperarlo, algo que podía hacer porque era prestado. Me traje ese cuadro, pero les llevé otro más reciente a cambio", recuerda.

La otra obra que cede ya había estado colgada en las paredes del monasterio: se trata de un dibujo -de dos metros de ancho y dos de largo- incluido en el catálogo de Madre Agua, una exposición que se programó en el CAAC y en el MEIAC de Badajoz. "Era complicado que alguien lo comprara, porque su tamaño es enorme, pero en realidad me gustaba que estuviera con su compañero, dentro de una colección en la que, creo, estoy bien representado", asegura. El autor ya ha buscado otras veces el destino idóneo para propuestas suyas. "Hice unos dibujos para la exposición El artista y la ciudad que estaban basados en los atributos de la Pasión de la Cruz de Guía del Gran Poder. Creía que podrían interesar al Ayuntamiento, pero el Ayuntamiento, no importa el partido que esté, no ha tenido nunca una política de compra, sino una política de exposiciones muy errática, muy poco clara. Tanteé si al Gran Poder podría interesarle, consulté con Carlos Colón si estarían interesados en una donación, y ahora están en un sitio que me parece lógico. No soy de los que prefiere guardarlo todo, porque cuando mi familia herede, ¿dónde van a guardar tantas cosas?", se cuestiona.

La ciudad le debe a Tovar, como a otros compañeros de generación, el proponer una mirada renovadora en un tiempo en el que sólo parecía haber espacio para la tradición. No sólo como pintor, también como responsable de la organización de exposiciones en el Museo de Arte Contemporáneo, un destino que sería el preámbulo a su entrada en el CAAC. "Cuando pasaron los años, el museo se fusionó con el centro, y yo fui para allá a coordinar los talleres. Me pareció una etapa muy satisfactoria, la gente respondía a los talleres y yo veía que el trabajo cundía. Me acabé dando de baja por enfermedad, pero fue un tiempo muy feliz: mejor que cuando montaba exposiciones, que yo ya estaba harto de artistas. Hay algunos muy pesados, aunque otros fueran muy agradables...", bromea.

Por el momento, Tovar no tiene previsto celebrar ninguna muestra en Sevilla. "En Rafael Ortiz enseñé mi obra en 2011 y no conviene repetirse tanto, que uno puede cansar a la gente. Los galeristas son los expertos y saben cuando deben plantearte otra exposición", opina con modestia.

En Almagro ha exhibido una estética transformada, fruto de la inquietud de un autor que desde sus comienzos ha intentado reiventarse. "Me parecía que empezaba a tener tan sabidos los cuadros que no les encontraba la emoción, la incertidumbre de decir: a ver esto por dónde sale", cuenta. Así decidió, "como los cuadros son míos y no tengo que darle explicaciones a nadie sobre ellos", tomar un camino "que igual era drástico", y que se abrió gracias a su interés por la fotografía. "Desde hace varios años hago fotos de mis cuadros con cosas delante, como los cacharros de pintura, o fruta si voy a la compra; quedaban como una especie de bodegones con un trozo de cuadro al fondo", expone. Esta práctica le inspiró la idea de introducir "un elemento distorsionador que rompiera esa armonía que ya me conocía". Tovar considera que, pese a las "dudas" que surgen en el proceso creativo, hay que evitar instalarse en lo seguro. "No hay errores, porque incluso de lo que no te funciona sacas algo", dice. "Puedes coger lo que te interesa y seguir adelante: como los meandros de los ríos, que, cuando encuentran un obstáculo, se van hacia un lado, pero continúan en la dirección en la que iban. Llega un momento en que el camino recto te cansa porque lo sabes, y yo estoy ahora en la fase de probar y rectificar".

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