Afirmaban esta semana Janet Eilber, directora artística de la Martha Graham Contemporary Dance Company, y LaRue Allen, la directora técnica del proyecto, que la legendaria bailarina cuyo legado custodian en la formación mantenía que un intérprete no podría hacer arte si perdía la pasión. Para Graham la danza no era sólo un ejercicio de imaginación y destreza, sino una búsqueda interior en la que los protagonistas ahondaban en las emociones más primigenias.

Esa entrega y esa belleza que perseguía la coreógrafa se percibió ayer en la actuación de la compañía en el Festival de Itálica. Con un programa que tenía la mitología como punto de partida, los bailarines de la Graham repasaron las piezas maestras de un repertorio que iniciaron con Diversion of Angels, una coreografía estrenada inicialmente en 1948 y que desde la compañía se define como "un gozoso ensayo abstracto sobre el amor".

El espectáculo también recuperaba otros momentos memorables de una carrera que pertenece a la leyenda: Lamentations Variations, un fragmento en el que los intérpretes reinventan uno de los solos emblemáticos de su predecesora, de 1930; o Moon, un dúo extraído del espectáculo Canticle for Innocent Comedians en el que los protagonistas bailan entre sí como si se tratara de un diálogo. El espectáculo también incluyó From the Grammar of Dreams, una creación de Luca Veggetti que éste realizó para apoyar a la compañía después de que ésta perdiera gran parte de su patrimonio por culpa del huracán Sandy, que destrozó los vestuarios y las escenografías que almacenaba la Martha Graham Contemporary Dance Company.

Los bailarines regresan hoy al Teatro Romano para seguir demostrando al público que el entusiasmo y las energías con las que Graham se subía al escenario siguen vivas en sus herederos. Dicen que la artista creó escuela como Picasso en las artes plásticas, Stravinsky en la música o Frank Lloyd Wright en la arquitectura. Pero, para fortuna de los amantes de la danza, la herencia de Graham sigue cobrando vida sobre las tablas y cautivando a los espectadores, como ocurrió ayer en el Festival de Danza de Itálica, donde el baile se reencontró, de nuevo, con los dioses.