Cultura

Miki Leal amplía su cartografía

  • El CAAC inaugura hoy la primera exposición individual del sevillano en un museo Junto a sus pinturas, el artista muestra obras en formatos inéditos en su obra, como la cerámica y el vídeo

En su primera exposición individual en un museo y por tanto también en el Centro Andaluz de Arte Contemporáneo (CAAC), compuesta en su gran mayoría por obras realizadas en el último año, Miki Leal regresa a Sevilla, la ciudad donde nació hace 39 años, para mostrar una serie de pinturas lúdicas y llenas de viveza en su cualidad profundamente sensorial, desinhibida y evocadora. Pero en Plato combinado, ese es el título de la muestra que acoge el CAAC desde hoy hasta el próximo 2 de febrero, Leal, uno de los artistas más brillantes y personales de su generación no sólo en Andalucía, ha querido atreverse -más allá de la pintura, auténtico motor de su obra- con otros formatos más infrecuentes, como las instalaciones, o bien completamente inéditos como es el caso de los pequeños bodegones que ha realizado con barro cocido o la pieza de vídeo que dedica a su amigo y cómplice el poeta, crítico de arte y antiguo subdirector del Reina Sofía Kevin Power, fallecido el pasado mes de agosto.

Comisariada por Sema D'Acosta, la exposición no se conjuga en torno a un "concepto único", pero -lejos de la dispersión o de la arbitrariedad- todas las obras aparecen vinculadas no sólo por su reconocible y sugerente talento para la composición armónica, en sus últimas creaciones particular y fuertemente atraídas por los motivos geométricos, y por su cálida y sensual paleta cromática, sino también -incluso sobre todo- por los hondos impulsos autobiográficos a los que responde. Plato combinado puede leerse así como una cartografía personal descompuesta en pedazos, un itinerario atravesado por la memoria familiar y de la infancia y por devociones siempre presentes, como la música, en concreto el jazz.

Ahí están el retrato del padre, que falleció cuando él era muy joven, ni siquiera mayor de edad, una figura de impreciso estatuto sentimental -"para mí ha sido siempre tanto un desconocido como una referencia"- que en su ausencia nunca ha dejado de irradiar sobre él un poderoso magnetismo; o la serie Take five, en la que recrea cinco cubiertas de sendos discos para él fundamentales como Kind of Blue de Miles Davis, A Love Supreme de John Coltrane o Chet Baker Sings del delicadísimo, casi evanescente trompetista y cantante; o el singular bodegón compuesto por uno de sus polos favoritos -"un Fred Perry que me compré en Londres"-, un pañuelo de su padre, una pirámide y piezas de tangram, el juego chino al que dedicó horas y horas de pasión y diligencia en su niñez, y que está presente en algunas piezas más de la exposición, una de ellas la compuesta por tres monjes con esos fragmentos coloridos y angulosos, ubicados sobre las paredes de otros tantos pequeños patios interiores del CAAC; o el amor por el cine, como el cuadro inspirado en su recuerdo de un plano de Perro rabioso, el filme de Akira Kurosawa, uno en el que uno de los personajes se mantiene oculto entre la vegetación, casi imperceptible de no ser por sus gafas de sol que delatan su presencia; o los retratos que dedica a su hijo pequeño y a su mujer, este último como ejercicio de estilo, "en plan decimonónico, como si yo fuera profesor de Bellas Artes, esa cosa como de salón, chunga pero elegantona"; o la pista de tenis que de pequeño siempre deseó tener en su casa en el campo en Coria del Río...

En su paseo por la exposición, Miki Leal, espontáneo y divertido, con un tono que rehúye sistemáticamente la retórica y la pompa, repetirá muchas veces las expresiones "tiene gracia", "me parecía que tenía gracia esa idea". Tras esa aparente sencillez, como si su discurso fuera fruto simplemente de una serie de gestos espontáneos sin más, hay sin embargo un creador que conoce pormenorizadamente la Historia del Arte, y también un artista al que no le gusta dar demasiadas claves sobre lo que hace "porque algo tendrán que decir los cuadros".

Esa erudición disimulada, motivada por ese sonriente y hasta macarra "no creerse demasiado las cosas", dice, y por el convencimiento de que "para cuestionar el mundo primero tiene que cuestionarse uno mismo", la viene trabajando Leal desde los años 90, cuando irrumpió junto a sus coetáneos Juan del Junco, Fer Clemente y Luis Germán con el colectivo The Richard Channin Foundation. Esta exposición, dijo el director del CAAC, Juan Antonio Álvarez Reyes, es también "un reconocimiento a esa generación". De aquella etapa se exhibe uno de sus juguetones carteles inspirados en los que salían de una imprenta de-toda-la-vida en la Alameda para el antiguo cine X de la calle Trajano, y que inspiraron también el que ha realizado para la inminente décima edición del Festival de Cine Europeo de Sevilla.

Junto a Cristóbal Quintero (Sevilla, 1974), Leal, que acostumbra a involucrarse en creaciones compartidas, ha realizado dos instalaciones de gran formato. Una de ellas, que se quedará de forma permanente en el CAAC, consiste en un panel de pvc espumado que conecta, provocando un efecto "escenográfico, entre la pintura y los dibujos animados", la estatua de Cristóbal Colón que hay en el exterior del centro con el robusto ombú de cinco siglos de antigüedad que según la leyenda fue plantado por su hijo Hernando; la otra, Inventario aproximado, en la sala de la capilla de afuera, "entre el bricolaje y el arte", es una compleja propuesta, con múltiples lecturas y guiños, que contiene una reflexión sobre los mecanismos mismos de la representación artística a la vez que una divertida y socarrona mirada a la evolución de la Historia del Arte.

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