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'Sexo y lujuria en Sevilla', una mirada al interior de las alcobas

La Noche en Blanco se asomó ayer a las alcobas de la ciudad con Sexo y lujuria en Sevilla, una ruta que recorría diversos siglos y diferentes escenarios del casco antiguo para desvelar las debilidades y los vicios de una urbe tan devota de lo divino como propensa a caer en el pecado de la carne. El itinerario, organizado por la empresa Sevilla4Real, se iniciaba junto a la estatua de San Fernando para revivir las costumbres de una nobleza que concebía el matrimonio como un contrato beneficioso para la economía y la política, por lo que las parejas tenían que enfrentarse al encamamiento en el que un clérigo o un notario daba fe de que la mujer perdía la virginidad y esa unión se consumaba. El cálculo con el que se trazaban esos vínculos no impedía que las pasiones se desataran, como le ocurrió a Don Fadrique, hijo de Fernando III, que perdió el norte por su madrastra Juana de Danmartín, o a Pedro I, que pese a tener a una amante admirada como María de Padilla acosó hasta la desesperación a doña María Coronel.

Ante los excesos imponía el orden la Inquisición, que organizaba sus autos de fe en la Plaza de San Francisco: poco crédito merecían las brujas para este tribunal, más ocupado en combatir la bigamia. En la Audiencia, a unos metros, se juzgaban los casos de sodomía que abundaban en la capital, gracias a redes de prostitución como la que promovía Machuco, el negro, esclavo que se había ganado la libertad con el dinero que conseguía amañando encuentros. En esa ciudad en la que los enfermos de sífilis hacían frente a su mal en el Hospital de las Bubas, ni en la cárcel había una tregua: hasta un centenar de mujeres dormía cada noche con los rufianes presos, una medida que se permitía para evitar las violaciones.

En la medina, la carnalidad se vivía con menores remordimientos, en una sociedad más desinhibida. "Para ellos, la belleza y el placer, son una forma de honrar a Dios", recordaba ayer una de las guías de la ruta, que destacó que en Al-Ándalus se escribieron tratados sobre cómo lograr el orgasmo femenino o bellos poemas sobre el amor y el deseo: el propio Al-Mu'tamid firmaría algunos de ellos.

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