Cultura

El dibujo en plenitud y libertad

  • La Fundación Mapfre propone en la pinacoteca sevillana un fascinante viaje por la génesis de la modernidad a través de obras sobre papel de artistas como Rodin, Matisse, Schiele, Picasso o Dalí

Un dibujo del Picasso cubista, comprado en 2012 por un millón de euros a la nieta del artista malagueño, Marina Picasso, es una de las piezas estrella de la exposición La mano con lápiz que acoge hasta el 17 de enero el Bellas Artes de Sevilla. Los Reyes de España, que el miércoles realizarán su primera visita oficial a la pinacoteca que dirige Valme Muñoz, donde entregarán las Medallas al Mérito en las Bellas Artes, sin duda recalarán en las salas de temporales donde se ubica, en un montaje que rezuma intimidad y cercanía, esta selección de obras maestras de la colección de dibujo de la Fundación Mapfre.

Pablo Jiménez Burillo, director del área de Cultura de Mapfre, comisario de la muestra y el mayor conocedor de estos fondos, recuerda a este medio que las dos grandes colecciones públicas de dibujo en España son las de la Biblioteca Nacional y la Academia de San Fernando en Madrid. La de Mapfre sería, continúa, la más importante de España en manos privadas. Cuenta con más de 2.000 piezas y abarca el período comprendido entre mediados del XIX y el final de la Segunda Guerra Mundial. "Cuando empezamos a reunir estos fondos, en este país no había colecciones privadas importantes de dibujo. Esta acotación cronológica nos permitía trazar una historia del dibujo con sentido en sí misma: ese momento en que el dibujo vive todavía una doble condición, con obras de carácter preparatorio que son el medio para la ejecución final de otras piezas, frente a obras autónomas donde el dibujo es ya el fin".

La Fundación Mapfre comenzó en 1997 a recuperar la obra sobre papel de artistas y movimientos que permitieran apreciar esa evolución y usos del dibujo en Europa. "Artistas como Klimt y como Rodin, representados aquí respectivamente con piezas como Mujer sentada con sombrero (1910) y Mujer de espaldas con mantón verde (1900), ya consideraron el dibujo como una obra independiente y hasta los exponían, a diferencia de los que hasta entonces sólo lo habían considerado un elemento mediador. A partir de ahí nunca ha dejado de ser un arte pleno y suficiente aunque, tras la Segunda Guerra Mundial, la frontera entre disciplinas desaparece y ya hablamos de obra sobre papel pero no exactamente de dibujo", reflexiona Jiménez Burillo.

La selección que la Fundación Mapfre presenta en Sevilla, de la mano de la Consejería de Cultura, arranca con Darío de Regoyos, "el primer artista español del período realmente internacional porque es uno de los miembros fundadores, como James Ensor y Fernand Khnopff, del influyente grupo Les XX de Bruselas". Junto al dibujo de Regoyos hay un retrato femenino de Khnopff que marca el tono de esta primera sección, donde las obras expresan el cambio profundo que se produce en las artes visuales a finales del XIX y crean un discurso sobre la representación de la mujer. Ensimismada, ausente o misteriosa, como las que dibujan Degas, Schiele o Burne-Jones -"un artista ínfimamente representado en las colecciones españolas"-, racial y con peineta en la aguada Española de Francis Picabia (1922), o moderna y emancipada, como la mujer con agenda que Matisse realizó en tinta china sobre papel... son algunos de los estereotipos femeninos que articulan esta primera selección.

Otro artista muy presente en la colección de la Fundación Mapfre es Rodin porque, según el director de Cultura, "sus dibujos son muy diferentes a su obra escultórica. Rodin no logró que le aceptaran en la Academia de Bellas Artes y eso le llevó a desarrollar una escultura tan rompedora para compensar, con su imaginación, su falta de oficio clásico. Rodin trabajaba mucho con las manos, hacía arcillas porque le costaba hacer las obras grandes, que encargaba a su taller. Estos dibujos son parte de su proceso mental. En ellos reflexiona sobre anatomía, sobre posturas... y muestra la influencia de las artes japonesas, características de este período, en la importancia que otorga a la acuarela y el recorte del color, al cuerpo blanquecino... Los dibujos le servían a Rodin para indicarle al taller cómo tenía que ser la escultura definitiva".

No menos relevancia tiene en el conjunto la figura de Pablo Picasso, de quien hay varias obras en esta exposición, la primera de ellas una Maternidad muy temprana, datada entre 1902 ó 1903, que transmite muy bien con su forma ovalada la ternura que asociamos a la relación madre-hijo y refleja ese mundo sentimentalmente intenso del Picasso más azul. También Dalí permite al comisario de la muestra plantear un recorrido por la relación del arte español con las vanguardias europeas, desde un primer dibujo un tanto tosco y jocoso del pintor, que lo realizó sobre la factura de un taller de coches, hasta concienzudos trabajos sobre papel de su época surrealista para concluir con su Guerra estética de 1943, un compendio o amalgama de todos los motivos que le interesaban: los relojes derretidos, el ciprés, la perspectiva alta... "Todo Dalí metido en un trocito de papel", bromea Pablo Jiménez ante esta obra "tan barroca" que el ampurdanés pintó en Estados Unidos tras romper con el grupo surrealista.

La primera sala concluye con otra obra maestra de la colección de Mapfre: Una tarde en Berlín (1929), de George Grosz. Valiéndose de acuarela, grafito y tinta, el pintor recrea un salón donde el arte abstracto y las máscaras negras se han introducido como distintivo de la burguesía pudiente alemana aunque los protagonistas de la escena están mucho más interesados en beber, fumar y practicar el eterno juego de la seducción.

El segundo ámbito de la muestra ilustra la transformación radical del lenguaje pictórico por las vanguardias, especialmente el cubismo. Cuenta entre sus hitos con trabajos de Juan Gris, André Lhote y de Pablo Picasso, entre los cuales el más importante es Mademoiselle Léonie (1910), un estudio preparatorio para una serie de grabados que ilustraban el poema en prosa Saint Martorel de Max Jacob y que le encargó Henri Kahnweiler, el célebre marchante de la vanguardia, que acababa de empezar a representar al malagueño en su galería de París. "Es una obra importantísima y nuestra adquisición más cara. En los dos años que Picasso se dedicó intensamente al cubismo apenas hay dibujos, y mucho menos del formato y complejidad de éste, que marca justo el inicio del cubismo analítico", explica Pablo Jiménez de esta obra donde el artista usó tinta china y un lápiz más graso y otro más duro para descomponer el rostro y del cuerpo de la protagonista, introduciendo un trazo nervioso que enriquece el resultado.

Esta segunda sección incluye también obras que no olvidan la tendencia cubista pero la citan ya de manera menos ortodoxa, a cargo de Rafael Barradas, creador del vibracionismo, Francisco Bores, Joaquín Torres García o Sonia Delaunay, con su colorista Disco Portugal.

La última sala ilustra la riqueza del dibujo en el surrealismo con obras de Joan Miró -donde convierte a la mujer en estrella y símbolo metafísico de trascendencia-, Salvador Dalí y Óscar Domínguez, entre otros, así como la convivencia de distintas poéticas durante la primera mitad del siglo XX que escapan a la rigidez de las clasificaciones, caso de los dibujos de Daniel Vázquez Díaz. Se reúnen aquí también trabajos de dos artistas españolas: Remedios Varo, con un collage titulado Catálogo de las sombras (1935), y Maruja Mallo, cuya Estampa (1928) acerca el universo onírico de la gallega mediante ojos, estrellas y ángeles pintados con lápices de colores que parecen querer traspasar el papel para habitar otros mundos más fantásticos. También son muy interesantes los dibujos de escultores como Julio González y Alberto Sánchez, que juegan en estos trabajos con las ideas de lleno y vaciado que asociamos a las tres dimensiones. Obras de nuestros días de Eduardo Chillida y Antonio Tàpies cierran este viaje, tan fascinante como coherente, por más de cien años de una de las artes más delicadas y frágiles. "Siempre digo que el dibujo es el enfermo crónico del arte porque el dibujo no debe viajar y, por cada día expuesto, tiene que estar otros tres en absoluta oscuridad. Así que normalmente ni el comisario ve estas obras maestras ya que están durmiendo en la sombra", aprecia Pablo Jiménez Burillo ante este admirable conjunto que sella el apoyo y reconocimiento de la Fundación Mapfre al Bellas Artes sevillano.

"Los italianos del Renacimiento aseguraban que el dibujo es lo que había antes del arte, antes de la pintura y de la escultura. Algo que tenía que ver con el mundo de las ideas y de la reflexión. Pero en este conjunto vemos que ya no es así, que estas obras tienen su propia singularidad", concluye.

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