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Cultura

Brecht y Weill contra Pabst: una comedia épica y lírica

En su 25º aniversario Divisa ha encontrado hueco para editar ejemplarmente (en dos DVD que contienen la versión alemana y francesa del filme, así como un buen puñado de extras provenientes de la reciente edición de este título en la prestigiosa Criterion Collection) La comedia de la vida (1931), título castellano bajo el que se esconde La ópera de tres peniques. Un filme que casi siempre se cita por lo movido de su contexto de producción (fue uno de los muchos que los nazis prohibieron), mientras que pocas veces se hace por su conflictivo interior, en tanto subterráneo campo de batalla creativo en el que enfrentadas maneras de entender el teatro y el cine (y la relación del espectador con lo representado por ambos medios) se vieron las caras. La ópera de tres peniques, en la que Bertolt Brecht y Kurt Weill aunaron esfuerzos, antecede por poco al importante giro que llevara al dramaturgo a estudiar con denuedo la teoría marxista. Así, cuando surgió con posterioridad la posibilidad de adaptarla al cine, Brecht preparó un guión en el que el nihilismo cínico que rezumaba el original se transformaba en puñetazo político (en la disoluta Weimar el empuje fascista era ya una realidad). La empresa productora, sin embargo, terminaría desoyendo al dramaturgo, quien vio esencialmente traicionada su reescritura de La ópera del mendigo de Gay. A Weill no le fue mejor, pues en el trasvase se perdía muchísima música y otra era reciclada sin excesivo tacto.

Vista en la actualidad, siendo conscientes de las tensiones que circularon en la Alemania que se preparaba para el Tercer Reich, La comedia de la vida de Pabst resulta, no obstante, un filme contundente en su mensaje anticapitalista. Y si hubiera que hablar de quebranto del legado brechtiano, habría que hacerlo, sobre todo, desde el punto de vista de la forma. Pues ahí es donde al dramaturgo -que buscara con ahínco ahuyentar la hipnosis y narcosis afectiva del espectador para encaminarlo a la distancia reflexiva- se le ningunea. La operación, de todas maneras, la dirigió un grandísimo cineasta como Pabst (con fotografía de Fritz A. Wagner), y si es cierto que los complejos efectos de extrañamiento caros a las producciones de Brecht aquí se reducen a un decorado evidente y a la presencia, que puntea la acción, del cantante callejero que introduce a Mackie Messer, no menos verdad es que el cineasta y su equipo suspenden la narrativa aristotélica mediante una plástica densa y onírica.

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