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La forja de los sueños

  • Filmax edita 'Gaudí' (1988), influyente y escasamente visto documental experimental del cineasta Manuel Huerga

Gaudí fue uno de aquellos ensayos desafiantes a los etiquetados convencionales que, entre finales de los ochenta y principios de los noventa, revivieron una veta de hibridación, metacine y vanguardia de la que ha salido buena parte del mejor cine español contemporáneo. Poco después del filme de Manuel Huerga llegarían Innisfree de José Luis Guerin -quien aún más tarde rodaría otro de películas falsas y fascinación verdadera: Tren de sombras- , El encargo del cazador de Joaquín Jordá y El sol del membrillo de Víctor Erice, variaciones singulares de una parecida preocupación común; ésa que generaba hondas reflexiones, nada alérgicas a lo lúdico, sobre la naturaleza impura del cinematógrafo, sobre su irrenunciable base documental y su no menos indeclinable necesidad de soñarse otra cosa además de rastro, trazo y huella de la realidad: ficción, ensoñación, fantasma, mito.

Cine para televisión -aunque sea difícil de creer en la actualidad, la película de Huerga inauguró las emisiones regulares del Canal 33 catalán-, Gaudí comienza informando al espectador sobre su condición de fake, de falsificación. Se trata de un acercamiento a la vida y obra del famoso arquitecto modernista a partir de vestigios fílmicos que no existieron, de huellas de modelos de representación que, plausiblemente, hubieran podido ocuparse del devenir de un Antoni Gaudí cuya vida transcurrió paralela a la del nacimiento del cine y su azarosa consolidación en tanto surtidor de relatos mudos (el tranvía, como recoge el frenético arranque, segaría la vida del artista cerca de la irrupción sonora). Así, Huerga y su equipo -ahí debemos consignar, nos parece, los nombres del productor Paco Poch y del director de fotografía Tomàs Pladevall- ejecutan el perfil biográfico acudiendo a la espalda del cine, imaginando su limbo de imágenes nunca filmadas, las que formarían parte de los tres sistemas reclamados: 1) tomas rodadas durante los últimos días de vida de Gaudí. 2) secuencias de una supuesta película biográfica de ficción rodada en 1927. 3) Entrevistas realizadas poco después del fallecimiento de Gaudí a colaboradores y otras personas que conocieron de primera mano al arquitecto. Como todo falso documental que se precie, Gaudí soporta el requisito, para quien así lo quiera leer, de ser denuncia de la supuesta objetividad de unas fórmulas, las del documental tradicional como género, que han pasado por ser transmisoras de verdad para el incauto. De esta manera, de Gaudí se infiere que las fotografías, fijas o en movimiento, casi nunca valen más que mil palabras, que son, como Godard advirtiera, "nada", pero también "todo", cuando las inflaman las ideas que recortan los excesos materiales y las dirigen hacia algún lugar. Pero Gaudí ofrece mucho más que el soplo metacinematográfico de que casi todo es mentira, pues al no pretender despistar o engañar al televidente, nos anima a mejor perdernos en la verdad de sus reconstrucciones fílmicas, en la evidencia de que, siempre en el cinema fotográfico, hay un presente que ha estado ahí indefectiblemente, superficie primera que ofrece su presencia a lo ausente (el sueño de lo que pudo ser). Al final, Gaudí da más que un reportaje biográfico convencional y verdadero, pues es el delicado amor al cine, ese que destila por ejemplo la primorosa películita de ficción a la manera muda, el que dona luz y mitifica el día a día del genio controvertido.

Director Manuel Huerga. Con Carles Sabater, Luis Padrós, Elisabeth Escayola, Jesús Orús, Chisco Amado, José Luis Amposta. Filmax.

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