la tribuna

Rafael Rodríguez Prieto

¿Abandonar la UE?

NO coaligamos estados, unimos a los hombres". Esta frase de Jean Monnet, uno de los padres fundadores del proceso de construcción europea, refleja un sueño que hoy parece más distante que nunca. En estos tiempos las personas -actualicemos la frase- parecen más olvidadas que presentes en el reto europeo. Mucho se ha hablado de la "identidad europea", lo que pudiera diferenciar a Europa de otros procesos y otras áreas de integración regional. Si algo identifica a Europa y la enorgullece es su sistema de protección social y sus servicios públicos y universales. Este esfuerzo común para generar igualdad y condiciones de vida razonablemente buenas para el conjunto de la población es lo que nos distingue de otros grandes centros de poder e influencia como EEUU o China y es también a lo que estamos renunciando.

El endurecimiento de las condiciones de vida, la insolidaridad, la privatización de los servicios públicos conduce al auge nacionalista en Europa. El trecho entre nacionalismo y guerra en Europa es corto. Los estados europeos están sustituyendo la soberanía popular, por una bien distinta: la del Banco Central Europeo y los financieros que lo controlan y nutren. La historia de Europa nos muestra que siempre se busca un culpable, cuando los recursos se hacen escasos y desaparecen las redes que preservan la igualdad social. Ya asistimos a ello. Los gobernantes germanos culpan a los vagos del sur de todas las reformas injustas que han impuesto a sus ciudadanos. Los italianos y españoles culpan a los griegos. Los griegos a su vez a los inmigrantes y ya tenemos un partido neonazi; vuelta a empezar. Por cierto, el trato que la UE está dispensando a Grecia debería avergonzarnos. Todo parece haber sido inútil, después de haber conducido al país a la miseria. La inane retórica de las cumbres europeas se ha tornado en desprecio. Ahora ya no importa que abandonen el euro. Cuando las barbas de tu vecino…

¿Deferíamos abandonar la UE? Para toda una generación de españoles el solo planteamiento de esta pregunta suena herética. Muchos de los que hoy tienen entre 45 y 65 años han vivido con la obsesión de integrarnos como fuera en las estructuras europeas; como si ello nos imprimiera un marchamo europeo al que de otra forma no tendríamos derecho. Habría que responder a ese complejo que siempre hemos sido europeos, incluso a pesar de los propios estados europeos, cuyo comportamiento durante la Guerra Civil y, posteriormente, permitiendo la dictadura franquista, dejó tanto que desear. Muchos republicanos españoles terminaron en campos de concentración en Francia, el presunto país de la libertad, igualdad y fraternidad. Nos hemos beneficiado de la pertenencia a la UE, antes CEE, pero también hemos tenido que realizar sacrificios en nuestra industria o agricultura. Aún los hacemos como por ejemplo con el ultimo acuerdo UE-Marruecos. Nada ha sido gratis.

Plantear esta pregunta requiere no ceder ante el voluntarismo. A la mayoría nos gustaría una Europa de los ciudadanos, capaz de elevar su autogobierno y de mejorar el Estado de bienestar. En cambio, con lo que convivimos en la realidad es con instituciones europeas cada vez más refractarias a la ciudadanía que debiera servir; individuos con un poder desmedido que jamás se presentaron a una elección y que diseñan la política de la UE. Lo que tenemos son políticos irresponsables que recurren a los peores tópicos envueltos en el peligroso celofán del nacionalismo. Lo que conocemos es el poder en auge de grandes grupos de presión (lobbies) que moldean las políticas europeas en su beneficio. ¿Nos interesa seguir en un lugar así? ¿Qué más estamos dispuestos a sacrificar?

Los españoles deberíamos asumir que nadie nos va a ayudar ni a salvar. La UE no es el mundo de Oz. Lo que seamos y construyamos depende de nosotros, por lo tanto, quizá sea el momento para salir de la UE antes de las condiciones sean mucho peores. La especulación sobre la deuda pública no puede convertirse en la puerta trasera desde la que se imponga un programa de privatizaciones de servicios públicos que nadie ha votado. ¿De verdad tenemos que desmantelar nuestra investigación y educación en el altar del déficit? ¿Es que tenemos que privatizar aquello que generaciones de españoles han pagado -trenes u hospitales- y que hoy son la envidia del mundo? ¿Es que debemos empobrecernos nosotros y nuestros hijos para convertirnos en los camareros de los países del norte? Creo que no y el ejemplo de Grecia debería ser suficiente para reflexionar. Entre democracia y UE la decisión es clara. Un portazo a tiempo puede ser una victoria. Seremos europeos cuya primera opción habrá sido la democracia y el respeto a la frase de Monnet.

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