VUELVEN las veladas europeas a Nervión y lo hacen en tiempo de vino y de rosas para el equipo. Con un agradable siete de nueve en la cuenta de resultados, el Sevilla se reencuentra con su competición favorita compaginando dos muy buenos argumentos, el de estar donde está en la competición doméstica y el de afrontar la defensa del título que conquistó hace cuatro meses en Turín. Dos argumentos idóneos para impulsar la autoestima.

Ayer mismo piropeábamos aquí al hombre que patronea la nave. Resaltábamos su capacidad para reconducirse en función de lo que ponen a su disposición. Fue capaz de darle la vuelta a la situación como si fuese un calcetín para meter al equipo en un nirvana que empezó cierta noche de la primavera heliopolitana. Y ahora llega el Feyenoord, un equipo que fue grande de Europa y que antes de que la Phillips impulsase al PSV compartía con el Ajax la hegemonía holandesa.

Hogaño no soplan buenos vientos para el equipo de Rotterdam, pero el cartel tiene lustre, más de lo habitual en el segundo torneo continental. El Feyenoord goza de una masa seguidora considerable y una buena representación de ella coloreará esta noche el coliseo de Dato. Pero en esta velada de reencuentro del sevillismo con los fastos europeos, el Sevilla, este Sevilla que tan bien sabe a qué juega, no debe tener inconveniente alguno para empezar dando.

Y como ya se sabe que quien da primero, tendría la ocasión a modo para dar más veces y la carrera hacia la defensa del título se presumiría diáfana. La Eredivisie ve hoy cómo el Feyenoord no está a tono con su importancia, pero estamos hablando de otra cosa, por lo que el Sevilla hará bien en comportarse como en él es habitual, léase con los dientes apretados y el corazón bullendo. Es favorito, pero ha de demostrar en el campo que su aspiración es la de reeditar lo del pasado mayo.