Provincia

Lo que la pólvora arrebató

  • Las heridas de un menor tras la explosión de un petardo en las fiestas del pueblo cambian la vida de una familia por las presiones recibidas al exigir responsabilidades

Alejandro es reticente a enseñar la mano. Le cuesta mucho trabajo hacerse una foto. A este joven de 14 años y al resto de su familia le cambió la vida el 15 de septiembre de 2007. Aquel día un petardo le estalló a pocos centímetros del cuerpo. Desde ese instante sus padres y hermano han vivido "un particular calvario" en el que se han tenido que enfrentarse a la falta de respuesta del Ayuntamiento de Albaida del Aljarafe por lo ocurrido y a la presión de varios vecinos que no entendieron que la familia exigiera responsabilidades por lo ocurrido. Casi dos años y medio después se han trasladado a San Fernando y han gastado 30.000 euros en la rehabilitación de su hijo.

Manuel Mainé y Aurora Benítez son un matrimonio gaditano de San Fernando que se mudaron en 2003 a Albaida del Aljarafe por motivos laborales. En esta localidad compraron una casa en la que vivían con sus dos hijos. La integración y la relación con los vecinos del pueblo era perfecta hasta que el 15 de septiembre de 2007 ocurrió un desgraciado incidente. Ese día la Hermandad de la Vera-Cruz del municipio organizaba un pasacalles en el que es tradicional el empleo de la pólvora. Alejandro, el hijo mayor de Manuel y Aurora que por aquel entonces tenía 12 años, se acercó para ver el desfile. Iba acompañado por un grupo de compañeros del colegio cuando se agachó al suelo para recoger un petardo que un amigo había arrancado creyendo que ya había explotado. Según comentan los padres, el menor "nunca llegó a coger el material pirotécnico", que le explotó al instante en el suelo, a escasos centímetros del cuerpo. El estallido le provocó serias heridas en las manos y otras zonas del cuerpo, lo que le obligó a estar hospitalizado varios días. Manuel incide en que la traca de petardos carecía de barreras de protección (como muestra la imagen) y que era muy fácil que cualquier menor se acercara.

La verdadera pesadilla de la familia comenzó después del alta médica. Tras la amputación de varios dedos de una mano vendrían continuas visitas a cirujanos especializados en la reconstitución de la zona afectada. Las operaciones y la rehabilitación del menor supusieron un coste de 30.000 euros, lo que obligó a la familia a hipotecar la vivienda de Albaida. El carácter de Alejandro cambió por completo. Se convirtió en un niño introvertido que a duras penas superaba el incidente. La pérdida casi completa de su mano supuso un antes y después en su vida y la del resto de la familia. Pero lo peor, según comenta Aurora, no fueron las heridas físicas ni psicológicas, sino las presiones sufridas en el pueblo cuando denunció al Ayuntamiento, a la hermandad organizadora y a la empresa pirotécnica por lo ocurrido.

"Permanecimos callados hasta que el 22 de diciembre de 2007 decidimos comentar lo ocurrido en un programa de radio", señala la madre de Alejandro. A partir de entonces varios vecinos los amenazaron. "Una noche se presentó en mi casa una señora y me advirtió que si hacían responsable de lo ocurrido a su hermano, concejal de Fiestas Mayores, nos tendríamos que atener a las consecuencias. A mi hijo lo cogieron dos señoras de la hermandad organizadora y le amenazaron con insultos. Alejandro sentía el desprecio de compañeros de clase...Todo fue un infierno", recuerda Aurora, quien, sin embargo, tiene palabras de elogio para otros vecinos, como los dueños del spa del pueblo o el entrenador del equipo de fútbol de la localidad, que dedicó un partido a su hijo.

La presión llegó a tal punto que la familia regresó a San Fernando. De lunes a viernes Aurora y sus dos hijos están separados de Manuel, que sigue viviendo en Albaida. En la localidad gaditana la madre de Aurora tuvo que convertir un garaje en una casa para dar cobijo a su hija y nietos. Los gastos en la recuperación de Alejandro han dejado prácticamente vacías las arcas familiares. Hace dos semanas la aseguradora de la empresa pirotécnica llegaba a un acuerdo con el abogado de los padres, Joaquín Moeckel, por el cual se evitaba la celebración de un juicio y se indemnizaba a la familia con 87.174 euros, un dinero que, aunque "justo", no cicatriza ciertas heridas. Sólo hay que escuchar las palabras de la madre: "Alejandro ha intentado varias veces suicidarse, no hay dinero que nos devuelva la felicidad".

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios