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Teodoro Falcón. Profesor emérito de la universidad de sevilla

"El nuevo duque quiere abrir Dueñas al público, una asignatura pendiente"

  • Historiador del Arte que ha investigado sobre una gran variedad de monumentos de Sevilla, Cádiz y Huelva, sus estudios más conocidos son los relacionados a las casas-palacio.

-Durante su dilatada carrera como investigador, usted ha tocado múltiples temas. Sin embargo, al menos para mí, lo más destacado de su trayectoria son sus trabajos sobre la casa sevillana. Entre todos, destaco el libro El Palacio de las Dueñas y las casas-palacio sevillanas del siglo XVI. ¿Cómo surgió su interés?

-Quizás porque yo nací en una casa-palacio sevillana del siglo XVI, en la calle Mármoles, donde mi padre fundó y dirigió el colegio San Vicente Mártir. Pero, si eso es así, sería una decisión que pertenecería al subconsciente. La verdad es que no recuerdo bien por qué he dedicado parte de mi carrera a este asunto. Lo cierto es que cuando empecé apenas había monografías sobre estos edificios.

-Todos sabemos que este patrimonio histórico ha sufrido mucho con la especulación inmobiliaria, pero ¿se tiene una estimación de cuántas casas-palacio han desaparecido?

-No, no la hay, pero hacia 1535 Luis de Peraza escribió que en Sevilla había 32 casas-palacio que en algunas ciudades españolas las tendrían como alcázares. Esa década fue el boom de la casa sevillana del renacimiento, y pudo llegar a haber más de cien casas con columnas de mármol genovés, inmuebles de origen medieval que se trasformaron y revistieron con ropajes renacentistas. En los años sesenta y setenta del pasado siglo se derribaron muchos de estos inmuebles, pero insisto en que no hay ningún número exacto.

-Los sevillanos siempre tenemos ese prurito de llamar casa a lo que otros llaman palacio o palacete. Aquí, los únicos palacios son el Arzobispal y el de San Telmo.

-El concepto ha ido evolucionando. En la Edad Media y aún en el siglo XVI siempre se habla en plural, "las casas", porque eran el resultado de la yuxtaposición de diferentes inmuebles. Eran microciudades que se autoabastecían y en las que vivían muchísimas personas. Piense usted que Catalina de Ribera, propietaria de Pilatos, en su testamento hace constar que tiene 92 esclavos. Sin embargo, la palabra Palacio, en la documentación del siglo XVI, se usa para nombrar a las grandes galerías perimetrales de un patio. Como sabemos, hoy esta palabra se usa para las residencias de porte monumental.

-¿Cómo se distribuían estas casas?

-En núcleos que se organizaban en torno a sendos patios que tenían diferentes usos: industriales, panaderos, zona noble...

-¿Y esta organización en torno al patio era de herencia árabe o romana?

-El patio es un concepto mediterráneo. La casa se organiza desde dentro hacia fuera, de tal forma que en el exterior apenas hay ventanas ni portadas monumentales. Todo lujo u ostentación se hace en el interior. Fue en el siglo XVI, entre 1530 y 1540, cuando se inició el labrar hacia fuera, las fachadas monumentales con portadas y escudos de armas. Aparece el mármol de Carrara labrado en talleres genoveses, que se usaba como ropaje de las casas frente al ladrillo mudéjar tradicional. Portadas, columnas, fuentes, recubrimientos de las escaleras... todos esos elementos de mármol crean la nueva casa-palacio sevillana.

-Imagino que ese lujo estaría muy vinculado a la nueva riqueza americana.

-Exacto, todo esto vino gracias al monopolio americano. Al igual que hoy las grandes empresas o los bancos tienen sus rascacielos, los señores tenían sus casas palacio. Era una cuestión de ostentación.

-¿La del Renacimiento fue la única gran transformación de la casa sevillana?

-No, hubo varias más. En los siglos XVII y XVIII, ya en el barroco, aparecen las grandes fachadas que se asoman a la ciudad, como se ve en los palacios de los Bucarelli o el Arzobispal. La última transformación importante se hizo en la Sevilla isabelina. A partir de 1830 la casa pierde la intimidad. Con anterioridad, la puerta de la casa nunca estaba en eje con el patio y se entraba por lo que se llamaba perspectiva quebrada, un ángulo recto que impedía al transeúnte ver el interior del edificio, como podemos observar, por ejemplo, en la Casa de los Pinello. Esto desaparece durante la Sevilla romántica: el patio se convierte en una prolongación de la fachada y aparecen las rejas a través de las cuales se puede ver el interior de los patios, como se observa actualmente en muchas casas.

-Algunas grandes casas del siglo XVI vivieron luego una triste decadencia, como fue el caso de Dueñas.

-El problema de las casas-palacio es que, a partir del siglo XVII, se puso de moda en las grandes familias residir en la corte, por lo que muchísimas quedaron abandonadas. La época más dura fue el siglo XIX en el que bastantes llegaron a convertirse en casas de vecinos.

-Me imagino que estas grandes casas tuvieron algún tipo de influencia en la arquitectura posterior de la ciudad.

-Sí, especialmente las de mayor relevancia histórica: Pilatos y Dueñas. Con la aparición en los años veinte del pasado siglo de la arquitectura regionalista e historicista, los modelos de yeserías, rejas y otros elementos se inspiraron en los de estos dos palacios.

-Pilatos es muy familiar para la gran mayoría de los sevillanos, porque se puede visitar y en su interior se organizan muchos eventos. Sin embargo, Dueñas sigue siendo la gran desconocida debido a su inaccesibilidad.

-Sí, pero me consta que el nuevo duque de Alba tiene el proyecto de abrirlo al público. Es una asignatura pendiente.

-¿Alguna asignatura pendiente más?

-El Palacio Arzobispal, que se puede visitar muy poco pese a que es la tercera pinacoteca de Sevilla después del Museo y la Catedral.

-Me imagino que las grandes casas sevillanas tendrían un espejo en el que mirarse.

-Sí, el punto de partida de muchas casas-palacio del Renacimiento fue el Alcázar de Pedro I. Por esa razón el casquete semiesférico que cubre la escalera de Pilatos emula el del Salón de Embajadores, que es muy anterior. El Palacio de Altamira, también tenía su salón del trono... Los aristócratas emulaban a la Casa Real.

-Como usted ha señalado antes, Dueñas estuvo muchos años abandonada. Sería el abuelo del actual duque el que recuperase el palacio sevillano de los Alba.

-Efectivamente, don Jacobo Fitz-James Stuart fue una persona muy culta, presidente de la Academia de la Historia, y restauró Dueñas a finales del XIX y principios del XX. Entre otras cosas, proyectó un jardín arqueológico como el que hizo en Pilatos Per Afán de Ribera en el siglo XVI con restos arqueológicos italianos. Don Jacobo, entre 1910 y 1920, reunió en su casa sevillana las piezas que habían aparecido en muchas de sus propiedades. Allí hay bustos romanos, un león ibérico, la lápida fundacional de la Torre del Carpio, vasijas árabes, etcétera.

-Usted ha trabajado también sobre la Torre del Oro. Nunca me ha quedado claro si, como dicen algunos, este nombre se debe a los azulejos que supuestamente la cubrieron en el pasado o a que era el lugar donde se guardaba el oro de América. ¿Cuál es la verdad?

-Ninguna de las dos cosas es cierta. La torre nunca estuvo alicatada, sino enlucida, pintada sobre mortero, con un color dorado, lo mismo que la torre de la Plata estaba encalada. Pero ni la una guardó nunca oro ni la otra plata. ¿Por qué surgió esta leyenda? Pues porque los escritores viajeros veían desembarcar al pie de la Torre del Oro los metales preciosos que venían de América, pero esto se debía a que allí se encontraba el muelle principal de Sevilla. Una vez desembarcados, tanto el oro como la plata se trasladaban a la Casa de la Moneda, que estaba justo a la espalda de la torre. Los únicos azulejos que ha tenido en su historia el monumento son los del recubrimiento de la linterna, que se le añadieron en 1760, tras el terremoto de 1755, en el que el monumento quedó tan dañado que algunos arquitectos aconsejaron su demolición. Lo que hizo finalmente el arquitecto que dirigió el proyecto, el Maestro Mayor del Alcázar Ignacio Moreno, fue macizar el segundo cuerpo, con lo que las ventanas quedaron cegadas. Para dar luz a las escaleras fabricó la linterna a la que, recogiendo la vieja leyenda, le puso esos azulejos dorados que aún hoy se conservan.

-Me llama mucho la atención los trabajos que le ha dedicado a los faros de Andalucía.

-Es un tema fascinante. Hay faros preciosos, como el de Chipiona, que sin duda es el más importante de nuestro entorno. Su gran altura se debe a que está en un litoral muy bajo. Es un faro del romanticismo-neoclásico, que quiere emular a las grandes columnas conmemorativas romanas.

-También ha investigado sobre las torres de Almenara.

-Torre de Almenara, etimológicamente, significa "torre de luz". Todavía quedan muchas en nuestras costas. Desde la Edad Media y hasta el siglo XVIII había mucha piratería que venía a rapiñar cortijos, haciendas y pequeñas poblaciones del litoral. Como estos piratas tenían que abastecerse de agua dulce en los arroyos, muchas de las torres se situaban en las desembocaduras de éstos. Cuando se divisaba uno de estos barcos o una flota enemiga, se notificaba su presencia mediante un sistema de señales de humo. Las más antiguas son las del Reino de Granada de época nazarí y las más modernas las mandó a construir Carlos III.

-Recuerdo una de éstas en la Antilla, la Torre del Catalán, pero no estaba en la costa.

-Sí, porque el litoral se ha alterado con el tiempo. Por ejemplo, cerca de Mazagón hay una que se llama Torre del Oro -los locales la denominan "del Loro"- de la que sólo queda el basamento, porque el mar ha crecido y se ha arruinado.

-¿Como la Torre de la Higuera en Matalascañas?

-A esa torre la levantó de cuajo el terremoto-maremoto de 1755 -lo que hoy llaman un tsunami- y la volcó, por lo que está invertida. Sin embargo, otra que hay en Punta Umbría ha perdido la vista del mar, porque éste se ha retirado y han proliferado las urbanizaciones a su alrededor.

-La Catedral, San Nicolás, el Palacio de San Telmo, San Isidoro del Campo... Sus estudios sobre el patrimonio sevillano son inabarcables en esta entrevista. Sin embargo, me gustaría preguntarle por una iglesia muy especial que actualmente está siendo restaurada y sobre la que ha escrito un nuevo libro: Santa María la Blanca.

-El libro se llama La iglesia de Santa María la Blanca y su entorno, porque además del patrimonio monumental y artístico estudio el barrio y sus habitantes.

-Es una de las iglesias mártires de la invasión napoleónica. ¿Cree usted que algún día volverá el patrimonio expoliado?

-No, lo doy por perdido. Hace poco cuatro de esos murillos regresaron con la exposición sobre Justino Neve. Dos estaban en el Museo del Louvre y el Estado español hizo una permuta, pero desgraciadamente se quedaron en El Prado y no volvieron a Sevilla. La Inmaculada sigue en el Louvre y el cuarto está en una colección británica.

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