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La arquitectura en Sevilla tras la Torre Pelli

Sevilla según William J. R. Curtis

  • Es un evangelista reconocido, involuntario y, paradójicamente, sin dogmas. Autor de 'La arquitectura moderna', la 'biblia' de su disciplina, censura los excesos de las 'setas' y la Torre Pelli y reivindica los proyectos basados en la relectura de las raíces.

ES británico. Pero, al igual que hacen los viajeros auténticos, al tener que elegir su lugar en el mundo no se dejó llevar por el azar del nacimiento, sino que prefirió la elección consciente, subjetiva. William J. R. Curtis (Birchington, Kent. 1948) vive en un pueblo medieval -Cajarc- de 1.200 habitantes. Una comuna -en el sentido jacobino de la expresión, que es administrativo- del departamento de Lot, en el Mediodía francés. Algunos lo consideran un evangelista -"usted ha escrito la biblia de la arquitectura moderna", le dijo un estudiante en Texas- pero, entre risas, confiesa que su prestigio -indiscutible- es circunstancial. Fruto de un libro -La arquitectura moderna desde 1900 (Phaidon)-, de las conferencias que imparte en foros internacionales y universidades y de las colaboraciones en publicaciones de referencia, como El Croquis o The Architectural Review.

Hace cuatro años vino a Sevilla a un seminario sobre Utzon, el arquitecto danés. Paseamos por la ciudad. Quedó con los amigos y se encontró, en su tránsito por la Sevilla histórica, con los esqueletos del Parasol de la Encarnación y la biblioteca del Prado. El tranvía discurría todavía entre catenarias. Era la Sevilla de Monteseirín. Se fue entre inquieto y preocupado. Sorprendido de que la capital de Andalucía, una urbe de perfil histórico, hubiera caído en las redes de la arquitectura banal de la globalización. Ahora, en la Sevilla de Zoido, no demasiado distinta a la anterior, ha visto terminado "el horror" -como llama a las setas- y mira con una sonrisa irónica el perfil de la Torre Pelli, alejado de la polémica provocada por el juicio de la Unesco contra este edificio, que en realidad no es más que una nueva versión del eterno debate -universal, pero especialmente intenso en Sevilla- sobre tradición y modernidad. Un bucle perpetuo del que la ciudad nunca logra salir indemne. Probablemente porque no se ha hecho las preguntas pertinentes.

¿Cuáles son? "Hay que averiguar si la ciudad tiene una estrategia urbana a largo plazo. Y, sobre todo, saber si es capaz de aprender del pasado, pero sin entenderlo de forma fundamentalista". A su juicio, en las urbes marcadas por la presencia de una fuerte herencia patrimonial lo inteligente es adoptar una táctica mixta: "En unos casos, hacer una restauración correcta de los grandes monumentos; en otros, como ha sucedido por ejemplo con el Palacio de San Telmo, un edificio en ruinas, absolutamente abandonado, transformar su anatomía. San Telmo es un buen ejemplo de cómo reutilizar una herencia. En su interior conviven ahora una capilla antigua, excelentemente restaurada, y otras partes que son una reinvención de lo antiguo".

Curtis salta de escala. Y busca una metáfora que exprese su concepción de la ciudad: "Al igual que San Telmo, Sevilla es un palimpsesto, sólo que mucho más grandes. Por tanto, requiere operaciones de preservación y proyectos de reutilización. Sobre todo en los espacios públicos, que en Sevilla son tremendamente problemáticos".

Curtis vio en su anterior visita a Sevilla las reurbanizaciones de las plazas del casco antiguo. No se puso a discutir sobre las farolas y el pavimento. Echó en falta otros elementos: árboles, agua, sombra. A los coches, que antes las utilizaban como aparcamiento, no los extrañó nada. Más bien, todo lo contrario. Aunque quedó horrorizado por operaciones como el Parasol de la Encarnación. "Las setas son un desastre. Un horror. Las encuentro mucho peor que la primera vez que las vi, cuando me parecían que estaban absolutamente fuera de escala. Más que un horror estético, lo que resulta terrible es su vocación de fagocitar para uso privado un espacio que es sustancialmente público. Es un ejemplo de una época de arquitectura banal. La Encarnación requería una intervención menos drástica, más inteligente y normal: bancos, árboles y elementos para que la gente pudiera utilizar el espacio colectivo.

El anterior alcalde sostiene que es una Plaza Mayor, le digo. "No. Es privada. Hay que pagar. En realidad, no es más que puro marketing. Y, en mi opinión, el patrimonio urbano es cosa pública. En el caso de Sevilla necesita una jerarquía, valoración, criterio, orden. La pregunta que debemos hacernos es: ¿En qué ocasiones es necesario hacer una reproducción de lo anterior y en cuáles no? En San Telmo, por ejemplo, los criterios están muy claros y son inteligentes. He visitado el edificio durante cuatro horas y, globalmente, lo considero un éxito. Sobre todo porque he visto las imágenes previas del antiguo seminario. Algunas partes son un ejemplo de preservación: la gran galería de espejos, una reutilización de lo clásico. Otras partes son una reinvención, intervenciones acaso más drásticas, pero es que lo que existía también era drástico".

El historiador está fascinado con el trabajo de Guillermo Vázquez Consuegra, sobre todo con su proyecto del Ayuntamiento de Tomares. "La implantación de lo moderno en los espacios ajardinados es ejemplar. Me parece muy buena la idea de los pasajes, la trama que logra entre el edificio histórico previo, el pueblo y el jardín. Es muy fino. Sutil. Coincide con mi idea de que la tradición no debe ser un dogma y que lo inteligente, en todo caso, es hacer una relectura del pasado, del lugar". Curtis cita otras muestras de edificios sevillanos con verdadero valor intrínseco. "Los proyectos iniciales de Cruz y Ortiz, Santa Justa en particular, son muy buenos. Logran resultados de gran calidad con aspectos incluso poéticos, como el tratamiento de la luz, en la línea del estricto racionalismo español". La escuela de Moneo. "Su primera época. Su obra más reciente ya es otra cosa".

Curtis, que estudió en el Courtland Institute of Art de Londres y se doctoró en Harvard, docente en universidades europeas y norteamericanas, ha sido uno de los mayores críticos de la omnipresente arquitectura icónica, hija de la globalización y la especulación económica, basada en la franquicia de las firmas arquitectónicas, un star system de arquitectos que, en lugar de ser artesanos, funcionan como factorías globales. Sus obras forman parte de lo que llama "el urbanismo Viagra". Entonces llegamos a la Torre de César Pelli.

"La idea del rascacielos en sí misma no es mala ni buena. Depende del contexto y de otros muchos factores. En el caso concreto de la Torre Pelli yo creo que no era necesaria. El sitio era perfecto para optar por una tipología diferente, con espacios sociales y usos ciudadanos, con densidad urbana, filtros, patios. Está junto al río. Se ha elegido un rascacielos, que es una tipología que, con pequeñas modificaciones, procede de lo que se hacía en los 70 en Estados Unidos. Incluso construyendo una torre las opciones eran múltiples. Por ejemplo, el National Commerce Bank de Jeddah (Arabia Saudí), que es un edificio con patios en el aire, jardines interiores. Extraordinario. Tiene el aspecto de una torre antigua. Es como un faro. También me gusta la Torre Cube que está haciendo la arquitecta Carmen Pinós en Guadalajara (México). Una torre a cielo abierto con una estructura de hormigón, acero y madera que filtra la luz, de aspecto orgánico".

Y añade: "Para haber hecho un proyecto tan caro, Cajasol ha sido muy poco inteligente. Y, la verdad, la vista ahora es mucho peor. La Giralda está mejor sin el rascacielos. No era necesario. Sevilla ha perdido una excelente oportunidad para explorar otros tipos de edificios. El que han hecho al final se quedará vacío cuando termine el horario laboral. Veremos qué pasa cuando, en lugar de una torre, haya otras veinte más. De todas formas, para mí el gran problema de Sevilla es la Isla de la Cartuja. La Torre Pelli no le dará más vida porque tiene un programa de empresa. En la Cartuja hay excelentes edificios, como el monasterio de las Cuevas o el Pabellón de Finlandia, pero está muerta: es como un miembro del cuerpo sin riego sanguíneo, que no funciona. Sevilla debería plantearse incorporar muchos otros usos, no digo viviendas, sino escuelas, áreas culturales. Hacer un barrio.

Curtis no es partidario de comparar la Torre Pelli con la Giralda. Asimilar ambos edificios le parece nefasto. "La Giralda no es un icono. Decir eso es reducir un monumento a un flash, una forma de profanar un edificio con un pasado árabe, cristiano. La Giralda es mezcla. Eso es lo que la hace interesante. Es un edificio acorde con la arquitectura moderna de su tiempo. Igual que la mezquita de Córdoba, una increíble fusión: ideas omeyas con el recuerdo de lo romano, los arcos de los acueductos. Es la mezcla de lo nuevo con lo antiguo lo que permite lograr buenas ideas".

El historiador pone otros ejemplos. Sevillanos, además. "El poblado de Esquivel de Alejandro de la Sota. Incluso en el franquismo la tradición evoluciona. Los arquitectos de los 50, los de su generación, son un ejemplo de una fusión entre lo moderno y lo tradicional hecha con inteligencia. Sofisticada. Los arquitectos españoles modernos, generación tras generación, transmiten la idea de que el contexto debe estar presente en la arquitectura. Vázquez Consuegra es un ejemplo. Esta idea está en su sistema orgánico. Es un arquitecto que no tiene que pensar la ciudad: le sale directamente de dentro. La vive y la reproduce con el lenguaje de su época. Igual que el Museo Romano de Moneo: es una síntesis donde hay una lectura local de tipologías universales, romanas, a través de los modelos de Aldo Rossi, el neorracionalismo y la estructura inconsciente de la arquitectura española moderna, Sáenz de Oiza".

Salimos del hotel Alfonso XIII. Tropezamos con el tranvía. "No entiendo por qué en Sevilla tenéis este tranvía. Circula sobre un paseo. La calle [la Avenida] es ancha, pero el área peatonal al final se ha quedado corta, estrecha. Tranvía, bicicletas, veladores...El espacio público es mínimo". "¿Ha salido caro?" pregunta. Ochenta millones de euros, le digo. "No puedo creerlo. Menudo negocio para el constructor". Terminamos el paseo en el Muelle de la Sal. Frente a nosotros se alza Triana. El nuevo alcalde quiere poner un azulejo ahí para que los turistas sepan que están en Triana, le digo. Me mira asombrado. "Eso es banalizar la historia de Sevilla. Además, será feísimo. Horroroso". Y vuelve la mirada hacia el monumento a la Tolerancia de Chillida.

Vídeo: Antonio Pizarro

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