los invisibles · Gregor Marcelo Acuña Hormaechea

"Me fui de Sevilla porque esto era un nido de víboras que me envenenaba"

  • Cruce de culturas y de idiomas, actor, acróbata, saltimbanqui, ha trabajado con Joan Font, Maurizio Scaparro, José Luis Gómez y Tricicle.

PASARÁ toda la Semana Santa en Madrid haciendo El Gran Inquisidor. Jorge Malpeli, argentino de origen italiano, el perfil de moda, dirige a Gregor Acuña (Hamburgo, 1971) en el papel de arzobispo de Sevilla que creó Fedor Dostoievski.

-¿Por qué nace en Hamburgo?

-Mi madre, chilena, trabajaba allí de enfermera. En unas Navidades muy frías, hacía cola en Correos para mandar unas postales navideñas a Chile y vio entrar al hombre de su vida. Mi padre había terminado Medicina y estaba de viaje por Europa pagado por la Universidad. Vivieron cinco días de pasión y mi padre desapareció. Lo conocí con 10 años.

-¿Cómo surge su vocación?

-Por un tío mío homosexual por el que mi madre se fue a Hamburgo. Yo tenía dos padres, mi tío y su novio. Vivía con mi madre en una comuna hippy y mi tío, que trabajaba de travesti en un cabaret de Hamburgo, me llevó un día a ver un espectáculo de Andre Héller, el fundador del circo Roncalli. Me pasó a los camerinos y el olor a maquillaje me atrapó. Hamburgo tenía el ambiente de las ciudades portuarias que retrata Fassbinder en Querelle.

-¿Dónde se hace actor?

-Cuando mi padre sabe de mi existencia, nos venimos a vivir a Viladecans, Cataluña. Después a Ceuta, y de allí a un chalé en la playa de la Barrosa, en Chiclana. Con 17 años, me voy de casa.

-¿Y llega a Sevilla?

-En 1987. Estudio en el Instituto de Teatro en el Cortijo de Cuarto. Repetí primero, la profesora de Voz decía que no sabía hablar. Tenía una mezcla de catalán y castellano con acento alemán.

-¿Pensó en tirar la toalla?

-En segundo me contrata Salvador Távora para hacer con La Cuadra Crónica de una muerte anunciada. Con 18 años estaba en Broadway. Hicimos una gira por Colombia, Estados Unidos y México, donde Gabriel García Márquez, al final de la obra, subió llorando al escenario y nos abrazó uno por uno a todos. Yo era Pedro Vicario. Távora nos caracterizó de acróbatas. Lo fui después en la Cabalgata de la Expo con Joan Font. Hice de saltimbanqui ante 40.000 personas en la Plaza de España en la presentación de Curro.

-¿Qué le debe a la Expo?

-En el 96 me tocó la lotería. Fuimos a Roma a hacer La crónica y estuvimos en una fiesta en casa de Maurizio Scaparro. Fue director de espectáculos de la Expo y después me lo encontré en una calle de París. Me dijo que estaba buscando actores mediterráneos para la versión de Antonio Gala de Las mil y una noches. Yo fui el califa Harum al-Raschid.

-¿Y después de los fastos?

-En el 96 me digo que no quiero saber nada de Sevilla, esto es un nido de víboras, que se maten entre ellos. ¡Qué falta de compañerismo, de solidaridad!. Me estaba envenenando con el ambiente y pongo tierra de por medio. En el teatro de la Abadía de José Luis Gómez formo parte de la compañía que hace Fausto.

-¿El teatro es su familia?

-En el sentido literal. Isabel Vázquez, mi mujer, es bailarina de danza contemporánea. Hicimos juntos la gira con La crónica. Ella era el pájaro de mal agüero. Fue una luna de miel de dos años. Una experiencia maravillosa. Pasarán muchos años, decenios, para que vuelva a haber tanto apoyo a la cultura.

-¿Se quedó abad de la Abadía?

-Hice cosas de figuración en el Teatro Real y el 98 fue un año vertiginoso. Televisión, anuncios, soy el camarero del de la cerveza Carlsberg. Soy elegido con Isabel para el musical Grease del fallecido Luis Ramírez. Un año en la Gran Vía.

-¿Le tientan otros géneros?

-En el 99 hago una gira por las playas de Andalucía, desde Ayamonte a Almuñécar, para promocionar Isla Mágica con Paco León, Candela Fernández y Alex O'Dogherty. Me presento a las pruebas de la Compañía Nacional de Teatro Clásico y consigo un papel para los entremeses de Cervantes. Y pasa una cosa que todavía no sé si hice bien o mal. Luis San Narciso me ofrece un fijo en la serie Compañeros. Fama, dinero. Después de mi experiencia en Plaza Alta, llegué a aborrecer la televisión, el arte como industria de hacer churros. Había venido de Alemania sin saber hablar español y estaba en la Compañía de Teatro Clásico.

-¿Por Cervantes le dijo que no a la televisión?

-Más o menos. Luego, en el festival de Almagro me encontré a un chico que consiguió el papel de profesor de Física y Química que yo rechacé. Me dio un abrazo.

-¿Encontró compensación?

-La mejor. Tricicle estaba buscando actores para una segunda compañía. De 2.500 chicos de 25 a 35 años me eligen a mí. Hago Slastic, Exit y sustituyo a Joan Gracia porque se rompió una pierna esquiando. En 2004 tenemos a nuestro Lucas y pienso en volver. Por nada del mundo quería perderme lo que mi padre se había perdido.

-¿Cómo llega al Inquisidor?

-Con el Centro de Artes Escénicas hacemos homenajes a los payasos clásicos y al teatro del absurdo. Pero me preocupa el momento que estamos viviendo. No sé si existe Dios o no existe, pero si envidio a alguien algo es la fe, no sabemos a qué partido votar, a qué corriente pertenecer. Lo que le pasa a Dostoievski y cuenta Stefan Zweig en su biografía, que sufría porque buscaba a Dios y no lo encontraba.

-¿Quién es hoy el Inquisidor?

-Lo fácil sería decir el Papa o los ministros, pero los auténticos inquisidores son los creadores de opininón, dicen lo que está bien y lo que está mal. Desgraciadamente, los políticos son muy poco ideólogos. Se pelean la izquierda y la derecha cuando izquierda y derecha ya no existen.

-¿De la comedia al drama?

-Si privatizamos lo fundamental, se sanarán los ricos, tendrán futuro los ricos y la cultura será para ricos, elitista por un lado, chabacana por el otro. El mal que ha hecho la Junta de Andalucía en los últimos 25 años con el mal uso de Canal Sur es que ha creado una sociedad y un pueblo adormilados. A base de coplas, los niños de Juan y Medio, los abuelos y los Morancos, sin quitarles méritos a ninguno.

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