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Intrahistoria de un cese anunciado

  • El alcalde destituye a Emilio Carrillo como portavoz municipal tras alinearse con Viera en la pugna orgánica de los socialistas

"Que Dios me libre de mis amigos, que de mis enemigos ya me libro yo", reza el adagio clásico. Y no puede ser más cierto. La destitución de Emilio Carrillo como portavoz del gobierno municipal de Sevilla (PSOE-IU) es un ejemplo de libro de cómo en política, al igual que sucede en la vida, los episodios más dolorosos y agrios suelen proceder, con frecuencia, de aquellos a quienes un día tuvimos en estima. Hermanos tornados de pronto en desconocidos.

Se veía, en todo caso, venir. Lo llamativo no es que por fin haya ocurrido, sino esencialmente el momento y la forma de ponerlo en escena. Desde que Carrillo, dejado solo por el alcalde tras el conflicto político del caso Hytasa, decidió, tras esperar 22 días a que le dieran derecho de defensa, enviar al juzgado la versión de los técnicos de su departamento sobre este atropello mortal, parecía evidente que antes o después la tensión existente entre él y Monteseirín terminaría decantando. Y así ha sido: sólo que a medias y de manera apresurada. Brusca.

Por muchos esfuerzos que haga el portavoz municipal del PSOE, Alfonso Rodríguez Gómez de Celis, por desligar su relevo al frente de la portavocía municipal de la batalla orgánica que se libra en el interior de las filas socialistas en el Ayuntamiento, los hechos dejan a la vista un escenario en el que la lealtad mutua de antaño ha mutado en sólida desconfianza y la discrepancia (legítima, siempre que se formule en los términos adecuados) no se perdona.

Difícilmente puede entenderse de otra forma que se haga coincidir al mismo tiempo el cese de Carrillo del puesto de portavoz con la creación de una comisión técnica para remitir a la juez un nuevo informe (será ya el tercero) sobre las causas por las que el 28 de mayo en el célebre cruce de Hytasa los semáforos no funcionaban. Y que además ambas resoluciones se transmitan a la ciudadanía en una misma rueda de prensa y por idéntico vocero. Si lo que Monteseirín y su entorno querían evitar, en el contexto de pugna orgánica en el que se encuentra sumido el PSOE sevillano a apenas unos pocos días de su congreso provincial, era convertir a Carrillo en una especie de víctima política, el resultado va a ser justo el contrario. Tanto por la forma de hacerlo, como por las causas.

Curiosamente, según fuentes de Urbanismo, en la misma mañana de ayer se convocó a todos los actores de este drama (Fran Fernández, el edil de Movilidad; Carrillo, por la Gerencia y los asesores jurídicos municipales) a una reunión para intentar solucionar lo que hace tres semanas resultó, por la cerrazón de unos y otros, y probablemente también por la falta de decisión de la Alcaldía, imposible. En dicho encuentro, que fue todo lo breve y frío que permite el protocolo municipal, no se habló ni una palabra del relevo de Carrillo, que de nuevo, según su entorno, se enteró de dicha decisión por la misma emisora de radio que hace tres semanas emitió la versión de Movilidad (inculpatoria para la Gerencia) sobre el caso Hytasa. Acaso debió haber, -porque incluso los enemigos, en política, gustan a veces de hacerse confidencias- un comentario, probablemente informal, sobre la opción de que Maribel Montaño, delegada de Cultura, hasta ahora más ausente que presente en la política municipal, pudiera, más adelante y llegado el caso, ocupar el puesto de portavoz. Y poco más.

Es cierto que Carrillo ejercía estas funciones casi por exclusión. Fracasada la idea de Monteseirín de fichar a un periodista con perfil político (ambos conceptos, en determinados casos, casi vienen a ser lo mismo) para que fuera la cara pública de su gobierno, y teniendo en cuenta que Celis (que hizo esta función en el anterior mandato) no quería desgastarse más, dadas las perspectivas del congreso provincial, el nombre de Carrillo parecía ser perfecto. Su perfil y buena imagen garantizaban que los mensajes institucionales se acogerían por parte de la prensa sin demasiadas vueltas. De paso, servía al tiempo para compensar la pérdida de rango que, tras el pacto con IU, sufrió el edil de Urbanismo, que pasó de ser el vicealcalde al número cuatro en las listas a las municipales.

Todo esto funcionó bien hasta hace prácticamente sólo un mes. Cuando la posición de Carrillo a nivel orgánico (el ya ex portavoz no participaba de ninguna de las facciones en liza después de que, en su día, cuando compartía cargo con Monteseirín como vicepresidente de la Diputación, aspirase a la secretaría general del PSOE y fracasara en el intento; tal apuesta le costó la defenestración política durante años) se hizo expresa, todo se esfumó. Sólo por ir en contra de los supuestos vientos de renovación que dice representar el sector crítico del PSOE. Lo que resultaba adecuado (un portavoz con buena prensa y evidentes dotes comunicativas; creíble y verosímil) dejó de repente de serlo. Y el trampolín de la visibilidad semanal (la junta local de gobierno se reúne una vez cada siete días) empezó a verse como un regalo que no podía dejarse en manos del contrario. Con el congreso regional en vísperas y el provincial en puertas, ir más allá hubiera sido peor, al cerrar por completo la posibilidad, siquiera remota, de que en el último minuto pueda haber una integración de urgencia entre oficialistas y críticos que garantice la supervivencia a algunos de éstos últimos. De ahí que no se haya tocado la joya: Urbanismo, donde Monteseirín tiene sus particulares vías de información privilegiada. De momento. Pero había que hacer un gesto. Y se ha hecho. Otra cosa es que al final salga bien.

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