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Día de San Clemente

Un 23-N sin abrigo

  • El Cabildo Catedral y la corporación municipal conmemoraron un año más con la procesión de la espada y el pendón la jornada en la que San Fernando reconquistó Sevilla.

Hasta las tradiciones más inamovibles cambian. El día de San Clemente es -para las selectas minorías que saben apreciarlo- una jornada de abrigos oscuros y hasta bufandas, pero el denominado veroño (nombre cursi donde los haya) mantiene el pulso al termómetro, cuyo mercurio cuesta que baje de los 20 grados. Con temperaturas así sobra toda ropa de invierno, de ahí que se viera este domingo hasta un visitante en pantalón corto en la Capilla Real mientras permanecía abierta la urna de San Fernando, el mismo que hace 766 años reconquistó Sevilla para la cristiandad, aunque seguro que con menos bochorno que el que hizo ayer.

En una época de procesiones que duran 24 horas, es de agradecer que la que se celebra cada 23 de noviembre bajo las bóvedas de la Catedral apenas se prolongue más de cinco minutos. Tiempo suficiente para recorrer el perímetro interior que separa la Capilla Real del Altar Mayor, un itinerario no exento de dificultades. Pilares, sillas y cintas que sortear a lo que se suma el personal encargado de interrogar a los visitantes sobre sus intenciones cuando quieren acceder al Altar Mayor, en el que se celebra la eucaristía por el día de San Clemente. Está claro que para tener el paso expedito en el principal templo de la archidiócesis hay que pasar por taquilla y lucir estética turista. Cuanto más estridente mejor, es decir, mochila, calzado que deje entrever los pinreles (aunque llueva) y pantalón con la pantorrilla al aire. El uso extralitúrgico -otra denominación puesta de moda estos días gracias a los obispos del Sur- cotiza a lo alto en la Catedral.

El rito comienza tras el juramento del alcalde de devolver la espada y el pendón al término de la procesión (se ve que en la Edad Media, como ahora, abundaban los amigos de lo ajeno). En la Capilla Real apenas hay medio centenar de personas en una mañana donde el cielo se ha puesto ceniciento. Los últimos jóvenes regresan a casa en unas calles que huelen a orín, y no precisamente equino. La urna del Rey Santo permanece abierta. La cola para contemplar al monarca que puso fin a la Sevilla islámica es reducida, incluso en algunos momentos inexistente. En los bancos no faltan los incondicionales de cada año. Con cámara de foto y buscando el mejor sitio está el historiador Álvaro Pastor, quien recuerda aquellos años en los que los partidarios de una Andalucía "liberada" se manifestaban delante de la Puerta de los Palos con "banderitas" autonómicas y contra este acto. Una tradición que también se ha ido al traste, como la del frío. "Esto ya no es lo mismo", dice Pastor. Pocos segundos después sus palabras se confirman en imágenes. Aparece en escena un ciudadano con estética de 15 de agosto: pantalón corto con piernas al aire. Definitivamente el 23-N se ha despojado del abrigo.

Los que no se despojan de su capa son los integrantes de la orden de San Clemente. Tampoco lo hacen de sus mantillas las señoras que los preceden. Pasan tan rápidas que apenas da tiempo a los asistentes de lengua afilada a comprobar la calidad de las mismas.

Después llegan los canónigos del Cabildo Catedral con sus ricas capas pluviales, algunas de ellas con la huella deshilachada de los años. La curia canta mientras Zoido toma la espada Lobera -no confundir con el ex presidente bético- por la punta, pues sólo por la empuñadura lo pueden hacer los reyes y sus familiares. Para que las manos del regidor hispalense no se dañen usa un paño rojo que este año se dispuso a modo de clámide. Detrás, el pendón portado por el concejal más joven, José Luis García, delegado del Distrito Sur. En esta ocasión prescindió de su abrigo cámel que tantas críticas suscitó años anteriores y optó por uno azul tan ceñido que dibujaba una silueta capaz de convertir en famélicas a las Tres Gracias de Rubens.

De la corporación municipal asistieron este año 15 concejales (incluido el alcalde). De los populares, además de Zoido, acudieron 12 ediles (faltaron siete), mientras que del PSOE lo hicieron tres: Juan Espadas (el color del traje siempre es mejorable), Miguel Bazaga y Juan Carlos Cabrera.

Acabada la eucaristía se devolvía la espada y el pendón a la Capilla Real. Fuera, una tímida lluvia le puso el charol a las calles. La ciudad ya había despertado. Sensación de bochorno en el ambiente. Un día de San Clemente sin abrigo. Un 23-N light.

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