Puntadas con hilo

Un gramo de hacer...

  • El alcalde sabe que su gestión no se mide en kilos, dice que "nadie nace sabido" y que ahora halló el buen camino.

LA Navidad no tiene un significado único. Por eso unos la adoran y otros la detestan. Y tampoco no todos entienden lo mismo por espíritu navideño. Para algunos aparece el día que se encienden las bombillas o el mapping que hace magia cada tarde en la Plaza de San Francisco y otros lo ven venir por la noche al son de campanilleros por las calles a oscuras; hay quienes lo vinculan a las operaciones kilo y la recogida de alimentos y para algunos simplemente tiene sabor a turrón y copa de anís. Una reunión familiar, o de compañeros de trabajo, puede ser de lo más entrañable a lo más hipócrita. La Navidad es una época solidaria y consumista, con tantos dobleces como la propia ciudad de Sevilla. Y también es un tiempo que se presta a la reflexión, sin entrar en si es más o menos verdadera.

Por ello, en medio de todo este artificio, las palabras y los hechos de los políticos nunca resultan vanos. En estas fechas del calendario, el alcalde de Sevilla, Juan Ignacio Zoido, estuvo el pasado martes en la inauguración del II Programa Sociocultural de Mayores. Un proyecto exitoso que permite valorar la sabiduría de quienes ya cumplieron los 60. Precisamente fue a un sabio a quien le escuchó hace poco Zoido una frase que se anotó bien en su cuaderno de alcalde: "Más vale un gramo de hacer que un kilo de decir". Y como quien no quiere la cosa, ahora que curiosamente ha empezado a racionar las preguntas de los periodistas, se explayó después de la visita en Twitter. Lo hizo con una reflexión que, pretendiendo o no ser una loa a la tercera edad en este tiempo de emociones y buenos deseos, se convirtió en un claro mensaje político y electoral.

Dice Zoido que empezar desde la experiencia es una gran ventaja y que él lo sabe bien, porque "nadie nace sabido". El alcalde asegura que hay que tomar decisiones, elegir, arriesgar, acertar pero también fallar. Y defiende que sólo la equivocación permite aprender y que ello se consigue con práctica: desde montar en bici a convertirse en juez, ser abuelo y ser alcalde.

No es la primera vez que Zoido lo admite, que no podía imaginarse lo que le esperaba: deudas ocultas, problemas sin resolver, noches sin dormir y derroches de amor para una nueva etapa que soñó sin saber muy bien cuánto implicaba. Incluso ha llegado a pedir perdón a los sevillanos por no haber podido hacer más en estos años de mandato. Ahora, sin embargo, su actitud es otra. El victimismo ante los ciudadanos y otras instituciones poco amigas no es una buena estrategia a estas alturas de la película. Casi cuatro años después ya sabe lo que es ser alcalde, no hace falta que se lo explique nadie. Y él mismo lo asume, ya ha adquirido la madurez y la experiencia suficiente para afrontar nuevos retos y seguro que lo hará con el corazón. Es su forma de hacer política, otra cosa es el resultado. En las distancias cortas el alcalde sabe hacer que se tambaleen los sentimientos. Es una virtud que lo convierte en líder y lo acerca a los sevillanos.

La táctica de Zoido pasa ahora por convencer a todos de que halló el buen camino. Él juega con la ventaja de que ahora puede hacer y no sólo decir, como le pasa a la oposición. La duda es qué pesará más, si lo hecho o lo que dijo que haría y no ha podido hacer. Hay quienes dicen que Navidad es siempre que se hace una cosa buena. Sea diciembre o abril. Falten cinco meses para las elecciones o tres años. Y no hay magia que valga, la báscula pesa gramos y kilos.

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