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Sevilla

Una enfermedad con la que el paciente convive de por vida

  • Las terapias grupales son esenciales para el tratamiento de los adictos a la bebida.

"Arruiné mi matrimonio porque todo lo que tenía lo gastaba en salir de copas. La situación se agravó tanto que mi pareja no pudo soportarlo y decidió separarse". Esta afirmación la realiza un sevillano que prefiere mantenerse en el anonimato para expresar las razones por las que decidió poner remedio a su adicción al alcohol, una enfermedad que padecen más personas de las que lo confiesan. Lo que para muchos es una costumbre o una alternativa de ocio cada fin de semana, para otros es una auténtica pesadilla. Aunque los datos que arroja la Consejería de Igualdad, Salud y Políticas Sociales son positivos, puesto que el número de personas en rehabilitación se ha frenado con respecto al año pasado, sigue siendo un tema que preocupa, ya que se trata de una droga socialmente aceptada.

Actualmente, se encuentran en rehabilitación 1.093 personas de mediana edad en la provincia de Sevilla, de las 14.000 que hay en Andalucía, es decir, el 28%. Abandonos de hogar, matrimonios hechos pedazos, malos tratos o deudas son las consecuencias más comunes de esta enfermedad que salen a relucir en las terapias de grupo sin que muchos se impresionen. "Las sesiones grupales son la parte más importante del tratamiento porque los monitores son alcohólicos rehabilitados y les enseñan a vivir sin beber. Además, el resto de compañeros tienen los mismos problemas y se sienten arropados", explica Yanislidy Yordi, médico del centro de la Asociación de Alcohólicos Rehabilitados Anclaje.

Esta experta afirma que semanalmente entran más de 10 pacientes para someterse a un tratamiento que dura dos años, aunque, según la médico, hay personas que "siguen asistiendo a las terapias a pesar de haberse rehabilitado por completo". El proceso de desintoxicación, con una duración de 7 a 15 días, es la fase más dura porque al enfermo se le retira el alcohol de manera absoluta. Esta supresión total de cualquier sustancia etílica provoca temblores, delirios o ansiedad, "síntomas que ellos saben que desaparecen al tomar una copa", apunta Yordi.

Tras esta etapa empiezan las terapias grupales y el tratamiento con disuasores, unos medicamentos que reaccionan de manera negativa sobre el organismo del enfermo cuando consumen alcohol: "Les provoca enrojecimiento de la piel o una crisis nerviosa", señala la médico, aunque también declara que muchos deciden no tomarlas e intentan poner de su parte para no recaer.

La médico destaca que el alcohólico no tiene por qué ingerir sustancias etílicas todos los días. "Hay pacientes que beben una cerveza después del trabajo y les afecta negativamente y hay enfermos que beben únicamente los fines de semana pero lo hacen en grandes cantidades", cuenta Yordi. Una persona reconoce que es alcohólica y tiene un problema cuando "pierde los papeles", por ello, la especialista apunta que lo principal es que él mismo reconozca que tiene una enfermedad.

A pesar de llevar mucho tiempo sin beber y de estar sobrios durante años se autodenominan alcohólicos porque son conscientes de que tienen una enfermedad con la que sólo pueden convivir sin probar una gota de alcohol. La abstinencia y el autocontrol son los ejes fundamentales del tratamiento.

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