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El viaje que cambió sus vidas

  • La Ruta Quetzal BBVA concluye en Zaragoza un viaje de 40 días en torno a los principales ríos de Panamá y España · Cuatro sevillanos han formado parte de esta expedición

Seis de la mañana. Viernes 18 de julio, día 29 de la Ruta Quetzal BBVA 2008. En el campamento de la playa fluvial de los Pelambres, en Zamora, el hombre-megáfono Jesús Luna canta su canción despertador: "Lirolí lirolá, qué bonito despertar y decirte con alegría: buenos días tía María". Entre bostezos y gritos de "un poquito más por favor", 330 chavales de entre 15 y 17 años reciben el día con una serie de ejercicios rutinarios: hacer la mochila, desmontar la tienda, ducharse, desayunar y coger los autobuses.

Podría ser un día cualquiera de la Ruta Quetzal, pero en la ruta no hay ningún día igual a otro, cada día esconde una sorpresa. En esta ocasión, visitar Los Arribes del Duero, un espacio natural protegido situado a orillas del río Duero, que hace de frontera natural entre España y Portugal, para terminar la noche durmiendo al aire libre a las puertas del castillo califal de Gormaz, en Soria. Atrás quedaron mil y una aventuras: como la travesía por el Río de los Cocodrilos, en Panamá, o la ruta hacia el Calar del Río Mundo, en Albacete. Y aún quedan muchas por llegar.

Ahora toca hacer la mochila con lo indispensable: saco de dormir, esterilla, un forro polar para la noche, calcetines, papel higiénico, pastilla de jabón, cantimplora, plato de comida y ración de comida del Ejército. Nada de aparatos electrónicos o móvil, ni peine, champú o maquillaje. En los 40 días que dura la expedición los chavales aprenden una lección vital: que hacen falta muy pocas cosas para sobrevivir. "La ruta te ayuda a valorar más las cosas que tenemos, muchas comodidades que resultan secundarias", comenta Jorge García, de San Fernando.

Lola Visglerio, de Los Palacios, también se ha dado cuenta de que "uno puede vivir con menos y ser más feliz". Es la opinión generalizada de todos los ruteros, que han pasado por lugares verdaderamente humildes (como el poblado de indígenas emberá en Panamá) en los que, sin embargo, la sonrisa era una constante.

Después de recoger la tienda de campaña llega la hora del desayuno. En Panamá la ración consistía en un poco de yuca (tubérculo parecido a la patata) con salchichas con tomate y un zumo. En España el desayuno es mucho más abundante: pan con mantequilla y mermelada, una pieza de fruta o yogur, zumo, agua y un dulce. Sin embargo, todos anhelan que algún día se cumpla la promesa del jefe de campamento, que les despierta con el reclamo de que hay chocolate con churros para desayunar, y se van a enfriar si no se apresuran. "No es que pasemos hambre" -explica Honorio, de Zaragoza- "pero la comida no sobra y aprendes a valorar más los pequeños lujos, como el chocolate. ¿Te puedes creer que lo que más eché de menos en Panamá fue poder abrir un grifo de agua para beber?".

Después del desayuno llega el momento de la ducha. Agua fría extraída de dos depósitos portátiles con cuarenta alcachofas que acompañan a la Ruta por España. "Medio minuto para enjabonarse, minuto y medio para enjuagarse", grita Luna. En los cuarenta días de expedición, sólo tres días disfrutarán del privilegio de una ducha con agua caliente. Podría ser peor: en Panamá, la manguera de un camión de bomberos hacía las veces de ducha. Sin embargo, esto no es un problema para los ruteros, convertidos ya en "alimañas", como ellos mismos se autodenominan.

La hora de la ducha es de las más divertidas del día y el agua fría se recibe con cánticos y risas. "He llegado a estar cuatro días sin ducharme" -exclama Honorio- "Normalmente es algo que me horrorizaría pero en esta situación te adaptas y no supone ningún problema. Le das la vuelta a los calzoncillos y ya está".

Como casi todo en la ruta, la ducha se organiza por grupos. Todo rutero pertenece a un grupo de entre 18 y 20 chavales dirigidos por un monitor, los cuales se convertirán durante más de un mes en una gran familia. "Los ruteros somos hermanos y los monitores nuestros padres", confiesa Marta Portales, de Valencia. "No podía ser de otra forma; durante las 24 horas del día lo hacemos todo, absolutamente todo, juntos. Hemos comido, dormido, reído, llorado, enfermado, bañado, compartido y vivido juntos."

Para Jorge García lo mejor de la ruta es el compañerismo: "El apoyo que tenemos entre nosotros es lo mejor. Todos nos ayudamos a cargar cosas y cuando a uno le da un bajón y se pone triste o está enfermo, todos están ahí para animarle".

Con todo el campamento recogido, duchados y desayunados, los expedicionarios se disponen a montarse en los autobuses. Empieza la verdadera aventura de cada día. La ruta Quetzal BBVA se compone de un amplio programa de actividades, de diversos tipos: ambientales, de aventura, turísticas, institucionales, culturales y académicas. Este año, la XXIII edición de la Ruta ha girado en torno al agua, como elemento imprescindible de vida, y los expedicionarios han realizado un viaje irrepetible en torno a los grandes ríos de Panamá y España.

El periplo comenzó el pasado 19 de junio con un salto en el tiempo, al siglo XVI, para recorrer el Camino Real de Cruces, la vía terrestre utilizada por los conquistadores españoles como puente de unión entre los océanos Atlántico y Pacífico. Siete horas a pie que los chavales realizaron atravesando una región selvática hasta llegar al río Chagres, también llamado el Río de los cocodrilos. Después de conocer y estudiar en profundidad el paso interoceánico más importante del mundo, el Canal de Panamá, los ruteros se introdujeron de nuevo en la selva húmeda tropical para llegar a la aldea de San Juan de Pequení, donde convivieron con una comunidad indígena emberá durante dos días, acompañados de botánicos y zoólogos que les ayudaron a conocer la biodiversidad del lugar. De nuevo allí el agua fue la gran protagonista de la expedición, y no sólo por la intensa lluvia, que convirtió la caminata, de 10 horas de duración, en la más dura de toda la ruta, sino también porque hasta allí se acercaron los técnicos del Canal Isabel II de Madrid para intentar ofrecer al pueblo emberá un sostenimiento de agua potable solvente y permanente.

En la cercana población de Nombre de Dios los chicos fueron testigos de cómo el Canal de Isabel II llevaba por primera vez agua potable a través de tuberías y de cómo la Ruta Quetzal BBVA erigía una construcción modular que servirá de biblioteca. Después de pasear por la Bahía de Portobelo y la ciudad de Panamá, los expedicionarios se despidieron de su aventura americana con un viaje en barco por el Canal para conocer el funcionamiento de sus esclusas y cruzarse con algunos de los buques más grandes del mundo.

El miércoles 9 de julio comenzaba la aventura en España, esta vez en Cuenca. Le seguirían la ruta de tres días por el Parque Natural de los Calares del Río Mundo y de la Sima, en Albacete, y las visitas a las ciudades de Toledo y Madrid. De nuevo, otro río, el Tajo a su paso por Toledo, sería el escenario elegido por Miguel de la Quadra Salcedo para dar sus clases magistrales en esta "universidad itinerante" que es la Ruta Quetzal BBVA. Los chavales conocieron en profundidad la obra de El Greco en la ciudad que durante tres siglos convivieron pacíficamente árabes, bereberes, muladíes, judíos y mozárabes, como en la ruta conviven muchachos de 56 nacionalidades. La visita a Madrid también estuvo cargada de cultura: el Museo del Prado, el Museo de Ciencias Naturales y el Palacio Real. Allí, los Reyes de España recibieron a los expedicionarios, ataviados con los trajes regionales de sus países de origen.

La última semana de la Ruta dos ríos españoles volverían a ser los protagonistas: el Duero (desde su nacimiento en los Picos de Urbión hasta su cañón fronterizo en la provincia de Zamora) y el Ebro (emblema de la ciudad de Zaragoza que este año celebra la Exposición Universal que lleva por título Agua y Desarrollo Sostenible). Aunque, ni que decir tiene, que los verdaderos protagonistas de la Ruta no son otros que los chavales, ellos que durante 40 días representan un modelo de sociedad basado en el respeto cultural y medioambiental, el compañerismo y la superación personal. Como diría Miguel de la Quadra Salcedo "la Ruta realmente empieza cuando se acaba el viaje", cuando cada uno regresa a su hogar y emprende un nuevo camino, el de su vida, con unos "valores ruteros" clavados en su corazón. Esperemos que así sea.

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